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lunes, 6 de junio de 2016

Indonesia, colores contra espíritus malignos


Los residentes en Tegalalang, Balí, se pintan la cara de brillantes colores durante el ritual hindú de Ngerebeg, celebrado en la isla indonesia dos veces al año, para ahuyentar a los espíritus malignos.

Cuando amanece en el distrito, enclavado en el centro de Balí, las calles, transeúntes, vendedores, niños, adolescentes y personas mayores se llenan de color con el propósito de alejar a los malos espíritus y obtener el beneplácito de los buenos.

Andamos por el pueblo y paramos en cada templo para que los fantasmas del Este vuelvan al Este; y los del Norte, al Norte, y así podemos vivir tranquilos el resto del año, detalló Gusti Nyoman Raka -líder espiritual de la comunidad- en un documental colgado en el portal Channel News Asia.

El festejo acontece a principios y mediados del año, y es organizado por turnos entre los vecinos de los siete banjares (pequeñas comunidades de 50 a 200 familias que comparten creencias religiosas y tradiciones) de Tegalalang.

Cuenta la historia que los solteros pintan de tonos fosforescentes sus piernas, torsos, caras y cabellos justo al salir el sol.

También se disfrazan, y más tarde recorren las calles del poblado para ahuyentar a los wong samar o espíritus del mal.

Durante la puesta del sol, los habitantes se reúnen en uno de los ocho templos de la localidad, elegido de manera previa por la comunidad responsable de la organización.

Ya dentro del recinto religioso, las mujeres llegan al altar vestidas con la kebaya -traje típico de ceremonias- y presentan cestos llenos de ofrendas, mientras el olor del incienso impregna el ambiente.

Una orquesta anima la celebración con tradicionales ritmos del gamelan beleganjur que, en la antigüedad, acompañaban a los guerreros y en la actualidad amenizan festividades. Después, algunos creyentes se arrodillan ante el altar, rezan para alcanzar prosperidad y buena suerte, y se pegan en la frente granos de arroz, el alimento más importante de la nación.

Made Jaya Kesuma, líder de una comunidad y uno de los organizadores del evento, puntualizó que, tras la oración, llega el turno de los más pequeños, quienes comienzan a gritar de la emoción cuando comprenden que llegó la hora de comer.

Agrupados en círculos de amigos, los niños colocan en el centro los platos con arroz y las hojas verdes del platanero con lawar, un manjar elaborado con papaya tierna, pollo o cerdo, ralladura de coco, cebolla y especias; además de tortilla de huevos y vegetales, y sambal -salsa picante.

Los adultos se sientan aparte, al igual que los pomanku -líderes espirituales- pero todos degustan arroz y lawar, beben té o agua y fuman.

Cuando termina la comida, los niños se agrupan por colores y marchan en procesión durante unas tres horas; gritan para que los espíritus malignos no salgan del río.

Los propios chiquillos eligen los colores que llevan, una tradición que cambia con el tiempo y que en esta época recibe la influencia de la globalización.

Los padres presencian el desfile situados en los laterales de las calles, apoyan a sus retoños y les ofrecen agua y zumos frutales.

Hace años, insistió Made Jaya Kesuma, el color tradicional era el negro obtenido del carbón, aunque ahora los niños utilizan tonos de las banderas de sus equipos de fútbol o se disfrazan de dibujos animados de series de televisión.

Cargados con penjores -unas varas que construyen con hojas de palma y bambú y decoran con flores- recorren los ocho templos de Tegalalang.

El ritual hindú Ngerebeg pasa de generación en generación; por el momento los habitantes de Tegalalang ahuyentaron a los wong samar y confían en tener paz durante los próximos seis meses.

Balí, la llamada isla de los dioses, tiene decenas de templos, pero el más popular es Tanah Lot, porque -dicen- está protegido de los demonios por serpientes venenosas que viven en la base de la roca.

De acuerdo con la mitología balinesa, el templo de Tanah Lot se construyó en el siglo XV cuando un sacerdote llamado Nirartha descubrió el islote, lo consideró un lugar sagrado y decidió que debía levantarse allí una estructura para rezar.

El edificio culmina sobre una formación rocosa y su nombre significa en lengua balinesa tierra en medio del mar; a donde solo se puede acceder cuando la marea está baja.

Los templos balineses están orientados hacia las montañas o Kaja, el mar o kelod o el sol naciente o kangin ya que los espíritus buenos viven en las montañas y dan prosperidad, mientras que los demonios se ocultan bajo el mar.

Cada recinto consta de tres zonas: la más alta y sagrada dedicada a los dioses de los cielos (swash); la del medio representa el mundo de los hombres (buwah) y la parte inferior es el inframundo donde viven los seres malignos (buhr).

(FUENTE: prensa-latina.cu)

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