"Un héroe en el sentido clásico del término". Así ha definido a Edgar Mitchell su hija mayor, Karlyn, tras la muerte de su padre a los 85 años. Justo cuando la NASA estaba conmemorando el 45 aniversario de la misión Apolo 14, que convirtió a Mitchell en el sexto hombre en pisar la Luna el 5 de febrero de 1971, el astronauta estadounidense fallecía el pasado jueves en una residencia de ancianos de West Palm Beach (Florida).
Junto con su compañero, el comandante de la misión Alan B. Shepard, Mitchell pasó nueve horas sobre la superficie lunar en una zona montañosa de nuestro satélite natural llamada Fra Mauro. Ésta era precisamente la región donde debía haber aterrizado la fallida misión Apolo 13 un año antes, cuyo alunizaje se tuvo que abortar por la explosión de un tanque de oxígeno (el incidente que provocó la legendaria frase "Houston, tenemos un problema"). La Apolo 14 también sufrió algunos fallos importantes durante el descenso del módulo lunar que pilotaba Mitchell, incluyendo una avería en el radar de aterrizaje, pero al final todo quedó en un susto y la misión fue un gran éxito.
Las dos primeras misiones en las que EEUU logró un alunizaje -la histórica Apolo 11 en la que Armstrong dio el "gran salto para la Humanidad" en julio de 1969, y el Apolo 12 cuatro meses más tarde- se concibieron fundamentalmente para demostrar que era posible aterrizar y sobrevivir en la Luna, aunque sólo fuera durante un periodo breve. Pero Apolo 14, tras el accidente de su antecesora, fue la primera misión del programa lunar que cumplió un objetivo científico: la recolección de unos 45 kilos de rocas selenitas que Mitchell y Shepard trajeron de vuelta a la Tierra para analizar su composición geológica e investigar los orígenes y la evolución del satélite terrestre.
Además, Apolo 14 también se hizo famosa porque, durante las horas que pasaron sobre la superficie lunar, los astronautas tuvieron tiempo para divertirse y de paso filmar unas imágenes que dieron la vuelta al mundo. Mitchell realizó el primer lanzamiento de 'jabalina' en el espacio (con un cilindro alargado que formaba parte de un experimento sobre el viento solar), y Shepard disfrutó golpeando una pelota de golf sobre el suelo lunar.
Nacido el 17 de septiembre de 1930 en Hereford (Texas), Edgar Dean Mitchell siempre soñó con volar desde que de niño se quedó impresionado con los dustcroppers, los aviones que rociaban los campos donde se crió con pesticidas y fertilizantes. Tras licenciarse en ingeniería aeronáutica en el Instituto Carnegie de Tecnología en Pittsburgh, se alistó en la Marina en 1952, pero cuando cinco años después la URSS logró lanzar el primer satélite de la historia, el Sputnik, decidió que quería ser astronauta. En 1966, fue seleccionado por la NASA para formar parte de los llamados "19 Originales" que fueron entrenados para viajar al espacio, y así logró entrar en el programa Apolo.
Tras su aventura lunar, Mitchell también volvió a alcanzar una notoriedad considerable por defender algunas ideas que muchos de sus propios colegas consideraron extravagantes y pseudocientíficas, pero que él siempre defendió públicamente. Por un lado, nada más regresar a la Tierra aseguró que durante su misión había pasado por lo que él mismo definió como una "epifanía" que le causó "una sensación apabullante de conectividad" con todo el Universo. "Me di cuenta", escribió años después en su autobiografía, "de que todas las moléculas de mi cuerpo y de mi nave espacial se habían fabricado hace muchísimo tiempo en alguna de las estrellas antiguas que brillaban en los cielos sobre mi cabeza".
Tras el impacto que le produjo esta especie de experiencia mística, Mitchell decidió abandonar la NASA en 1972, tan sólo un año después del Apolo 14, y fundó el llamado Instituto de Ciencias Noéticas, que pretendía explorar "la transformación individual y colectiva a través de la investigación de la conciencia".
De hecho, Mitchell creía en las experiencias extrasensoriales, hasta el punto de que en las últimas horas de la misión Apolo 14, realizó un supuesto "experimento" (sin comunicárselo a sus superiores en la NASA) en el que, mientras su compañeros dormían, intentó comunicarse telepáticamente con otras personas en la Tierra. Según explicó posteriormente en una rueda de prensa ante la sorpresa de sus propios compañeros de misión, su idea fue pensar en los símbolos de una baraja de cartas (picos, diamantes, etc.), con la intención de que cuatro personas que había seleccionado en la Tierra pudieran "leer sus pensamientos". Mitchell llegó a asegurar que el "experimento" había logrado resultados que "superaban por mucho las expectativas de cualquiera", ya que, según explicó, de los 200 símbolos en los que pensó, sus contactos lograron acertar 51.
Pero las creencias heterodoxas de Mitchell no se limitaban sólo a la telepatía, sino que también fue un ferviente defensor de la existencia de extraterrestres. Aunque reconocía que él jamás vio alienígenas en su misión a la Luna, en 2008 aseguró que los extraterrestres habían visitado la Tierra en el pasado y que el Gobierno estadounidense lo había ocultado. "Tengo el privilegio de saber que hemos recibido visitas en este planeta, y que el fenómeno UFO es real. Durante los últimos 60 años, nuestros sucesivos gobiernos lo han ocultado, pero poco a poco esto se ha ido filtrando y algunos hemos tenido la suerte de que nos informen sobre ello", afirmó en una entrevista radiofónica.
La NASA, sin embargo, se desmarcó por completo de las declaraciones de Mitchell, y al ser preguntado por esta cuestión, un portavoz de la agencia se limitó a decir que "el doctor Mitchell es un gran americano, pero no compartimos sus opiniones sobre este tema".
Tras la muerte de Mitchell, de los 12 hombres que pisaron la Luna ya sólo sobreviven siete. Mitchell era el único superviviente de la misión Apolo 14, tras la muerte de Shepard en 1998 y del piloto Stuart Roosa en 1994. El astronauta se casó y divorció en dos ocasiones,y le sobreviven dos hijas naturales, tres hijos adoptados, nueve nietos y un bisnieto.
Karlyn, su primogénita, alababa ayer el espíritu aventurero de su padre, que inspiró a tantas personas: "Aunque era un hombre joven cuando hizo realidad el sueño de su infancia al viajar al espacio, durante toda su vida mantuvo su entusiasmo por la vida, evolucionando y reinventándose. Nunca se cansó de animar a otros a explorar lo desconocido".
(FUENTE: elmundo.es)
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