Cuando era niño, en Lima, mi abuelo me contó una leyenda sobre la conquista española del Perú. Atahualpa, el emperador de los incas, había sido capturado y asesinado. Pizarro y sus conquistadores se habían enriquecido, y las historias sobre su conquista y su gloria habían llegado a España.
Esto atrajo nuevas oleadas de españoles, ávidos de oro y gloria. Iban de pueblo en pueblo preguntando “¿dónde hay más civilizaciones que podamos conquistar? ¿Dónde hay más oro?”. Los incas, como venganza, contestaban: “vayan a la Amazonía. Allí encontrarán todo el oro que deseen. De hecho hay un ciudad llamada Paititi —El Dorado, en español— toda hecha de oro”.
Los españoles se adentraban en la selva. Los pocos que conseguían regresar contaban historias sobre poderosos chamanes, sobre guerreros con flechas envenenadas, sobre árboles tan altos que no dejaban ver el sol, sobre arañas que comían pájaros, sobre serpientes que podían tragarse hombres enteros y sobre un río que hervía. Todo esto se convirtió en un recuerdo de mi infancia.
Y pasaron los años.
Mientras trabajaba en mi doctorado, intentando entender el potencial de energía geotérmica de Perú, me acordé de esta leyenda y me pregunté: ¿existirá de verdad el río que hierve?
Le hice la misma pregunta a mis colegas universitarios, al gobierno, a las empresas de petróleo, gas y minería, y la respuesta fue un “no” unánime. Y eso tenía sentido porque, aunque los ríos hirvientes existen, por lo general están asociados con los volcanes. Verás, hace falta una poderosa fuente de calor para producir una manifestación geotérmica tan grande, pero no hay volcanes en la Amazonía, ni tampoco en la mayor parte de Perú. No cabe esperar que allí exista un río que hierve.
Cuando conté esta misma historia en una cena familiar, mi tía dijo: “no, Andrés, yo he estado allí. Yo me bañé en ese río”. Entonces saltó mi tío: “no está de broma, Andrés. Pero sólo puedes bañarte en él después de una lluvia muy intensa. El río está protegido por un poderoso chamán. Tu tía es amiga de su esposa”.
¿Cómo?
A pesar de todo mi escepticismo científico terminé adentrándome en la selva, guiado por mi tia, a más de 700 kilómetros de distancia del centro volcánico más cercano y preparándome mentalmente para contemplar el lengendario “arroyo cálido del Amazonas”.
Y entonces... oí algo. Un murmullo suave que se hizo más y más fuerte a medida que me acercaba. Sonaba como las olas del mar rompiendo una y otra vez. Cuando estuvimos más cerca vi humo, vapor elevándose entre los árboles.
Y luego vi esto:
El río hirviente de Mayantuyacu. Imagen: Sofia Ruzo
Acto seguido saqué mi termómetro. La temperatura media del río era de 86 ºC. No precisamente los 100 ºC del punto de ebullición, pero sin duda lo suficientemente cerca. El río fluía caliente y rápido.
Caminé río arriba dirigido por un aprendiz de chamán hasta el lugar más sagrado del entorno. Esto es lo más extraño de todo: el río empieza con una corriente fría. Más adelante está el hogar de Yacumama, la madre de las aguas, el espíritu de una serpiente gigante que da a luz al agua fría y caliente. En ese lugar está la fuente termal, que se mezcla con la corriente fría bajo las mandíbulas protectoras de la serpiente que da vida a las leyendas.
A la mañana siguiente me desperté y pedí un té. Me dieron una taza, una bolsita de té y me señalaron el río. Para mi sorpresa el agua estaba limpia y tenía un sabor agradable, algo poco común en los sistemas geotérmicos.
Lo alucinante es que la gente del lugar siempre había sabido acerca del río, y yo no era ni de lejos el primer forastero en verlo. Sencillamente era parte de su vida cotidiana. Beben su agua, aprovechan su vapor, cocinan con él, limpian con él, incluso se toman sus medicinas con él.
Cuando conocí al chamán me pareció como una extensión del río y de su selva. Me preguntó qué intenciones tenía y escuchó con atención. Entonces, para mi tremendo alivio —me estaba volviendo loco, te lo aseguro— una sonrisa comenzó a serpentear por su cara. Y soltó una carcajada.
Recibí la bendición del chamán para estudiar el río con la condición de que, después de analizar las muestras de agua en mi laboratorio, donde fuera que estuviera en el mundo, vertiera el agua de nuevo en el suelo de manera que, según dijo el chamán, las aguas pudieran encontrar el camino de regreso a casa.
He vuelto cada año al río desde aquella primera visita en 2011. El trabajo de campo ha sido estimulante, exigente y en ocasiones peligroso. Una anécdota apareció incluso en un artículo de la revista National Geographic. Estaba atrapado en una pequeña roca del tamaño de una hoja de papel, en sandalias y pantalones cortos, entre un río a 80 grados y una fuente termal que estaba cerca de la ebullición. Para colmo, era en la selva tropical del Amazonas: psshhh, una lluvia torrencial no me dejaba ver nada. La diferencia de temperatura lo puso todo blanco, como una tormenta de nieve. Fue intenso.
Ahora, después de años de trabajo, estoy listo para presentar mis estudios geofísicos y geoquímicos para su publicación. Me gustaría compartir contigo algunos de estos descubrimientos.
Bueno, para empezar, no era una leyenda. ¡Sorpresa!
Cuando empecé la investigación, las imágenes de satélite eran de una resolución demasiado baja para resultar útiles. No había buenos mapas. Gracias al apoyo del equipo de Google Earth, ahora tengo esto:
No sólo eso. Descubrí que el nombre indígena del río, Shanay-timpishka, significa “hervido con el calor del sol”, lo que indica que no soy el primero en preguntarse por qué hierve el río y demuestra que la humanidad siempre ha tratado de explicar el mundo que le rodea.
Así que, ¿por qué hierve el río?
Aguas termales alimentadas por fallas. Al igual que nosotros tenemos sangre caliente corriendo por nuestras venas y arterias, la Tierra tiene agua caliente corriendo por sus grietas y fallas. Cuando llegan a la superficie, se producen manifestaciones geotérmicas: fumarolas, aguas termales o, en este caso, ríos que hierven.
Sin embargo, lo verdaderamente increíble de este lugar es su escala. El río fluye caliente a lo largo de 6,24 kilómetros y en su punto más ancho es como una autovía de dos carriles. Hay piscinas termales enormes y cascadas de seis metros de altura, todo lleno de agua casi en ebullición.
La parte más exigente del trabajo de campo fue mapear la temperatura de todo el río, pero los resultados fueron alucinantes —lo siento, es el geofísico que llevo dentro de mí. El río empieza en frío, luego se calienta, se vuelve a enfriar y otra vez a calentar; de nuevo baja la temperatura y vuelve a subir, y finalmente empieza a reducirse hasta que desemboca en un río frío.
Entiendo que no todos somos científicos geotérmicos, así que por ponerlo en términos más cotidianos: a todo el mundo le gusta el café, ¿verdad? Bien, una taza normal de café está a 54 ºC, uno extra caliente estaría a 60. [El río alcanza los 97 ºC en su punto más caliente]. Pero el número mágico es 47º C, porque ahí es cuando las cosas empiezan a doler, y lo sé por experiencia. Por encima de esa temperatura, no quieres bañarte en esas aguas. Hay que tener cuidado, puede ser mortal.
He visto todo tipo de animales caerse al río. Lo que más me aterra es que el proceso sea siempre el mismo. Se caen y lo primero que pierden son los ojos, que aparentemente se cocinan muy rápido; adquieren un color blanquecino, lechoso. La corriente se los va llevando e intentan nadar para salirse, pero su carne ya se está cocinando porque el río está muy caliente. Así que van perdiendo fuerzas hasta que llega un punto en el que el agua caliente entra en su boca y se cocinan por dentro.
Un poco sádico, ¿no? ¡Por dios, que los dejen marinando un tiempo!
De nuevo: lo más increíble son las temperaturas. Son similares a cosas que he visto en volcanes de todo el mundo, incluso supervolcanes como Yellowstone. Pero aquí está la cuestión: los datos demuestran que el río hirviente existe independientemente de la actividad volcánica. Su origen no es magmático ni volcánico. Una vez mas: está a 700 kilómetros de distancia del centro volcánico más cercano.
¿Cómo puede existir un río en ebullición así? He preguntado a expertos geotérmicos y vulcanólogos y todavía no he podido encontrar otro sistema geotérmico no volcánico de esta magnitud. Es único. Es especial a escala global.
Pero ¿cómo funciona? ¿De dónde obtiene el calor? Aún hay que investigar un poco más para limitar las incógnitas y comprender mejor el sistema. Sin embargo, por lo que los datos nos están diciendo, el río parece ser el resultado de un gran sistema hidrotérmico.
Básicamente, cuanto más profundo entra el agua en la Tierra, más se calienta. Nos referimos a esto como el gradiente geotérmico. El agua podría provenir de los glaciares de los Andes y, tras filtrarse en las profundidades de la Tierra, brotar como agua hirviendo, calentada por el gradiente geotérmico. Todo gracias a esta configuración geológica única.
Trabajando con colegas de National Geographic (el Dr. Spencer Wells y el Dr. Jon Eisen de la Universidad de California en Davis) hemos conseguido secuenciar genéticamente los organismos extremófilos que viven dentro y alrededor del río, y hemos encontrado nuevas especies. Especies únicas que viven en un río hirviente.
A pesar de todos estos estudios, de todos estos descubrimientos y de las leyendas, una pregunta perdura. ¿Qué importancia tiene un río que hierve? ¿Cuál es el significado de esa nube estacionaria que flota siempre sobre un retazo de la selva? ¿Qué importancia tiene un detalle en una leyenda de mi infancia?
Para el chamán y su comunidad, es un lugar sagrado. Para mí, como geocientífico, es un fenómeno geotérmico único. Pero para los madereros ilegales y los ganaderos es sólo otro recurso más para explotar. Y para el gobierno peruano es otro terreno desprotegido, listo para el desarrollo.
Mi objetivo es asegurarme de que, quien sea que controle esta tierra, comprenda la importancia y la singularidad del río hirviente. Porque de eso se trata, de la importancia. Y la cuestión es que nosotros mismos definimos la importancia de las cosas. Somos nosotros los que tenemos ese poder. Somos nosotros los que trazamos la línea entre lo sagrado y lo trivial.
En esta época en la que todo parece estar mapeado, medido y estudiado; en esta era de la información, te recuerdo que los descubrimientos no sólo se hacen en el vacío negro de lo desconocido: también en medio del ruido blanco de la abrumadora cantidad de información.
Queda mucho que explorar. Vivimos en un mundo increíble. Así que sal, sé curioso. Porque todavía hay chamanes que cantan a los espíritus de la selva, ríos que hierven y leyendas que se hacen realidad.
(FUENTE: es.gizmodo.com)
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