Mucho tiempo después de que un tsunami arrasara con un trecho de la costa de Japón en 2011, una estación de bomberos de Tagajo recibió llamadas de auxilio de los barrios que fueron afectados.
El equipo de bomberos fue a la ruinas a rezar y las llamadas cesaron, reportó Richard Lloyd Parry, editor de Asia de Times of London, en un artículo titulado “Fantasmas del Tsunami”.
Como parte de su investigación para incluir en un libro sobre el tsunami, habló con un sacerdote que practicó un exorcismo a los espíritus de las víctimas del tsunami. Parry también habló con varias personas que dejaron claro que los encuentros fantasmales eran algo común después del tsunami.
Taxistas reportaron que recogieron pasajeros fantasmas. Un conductor en Sendai recogió a un hombre de apariencia triste que le pidió ir a una casa que fue destruida. Para el momento en que el conductor llegó a destino, el pasajero había desaparecido. De todas maneras abrió la puerta para “dejarlo salir”. El reverendo Kaneda, sacerdote al mando del templo Zen del pueblo de Kurihara (a 30 millas de la costa), contó a Parry sobre varios exorcismos que practicó. Se destacaba el caso de una mujer.
Rumiko Takahashi, una enfermera de 25 años de Sendai, al parecer estuvo poseída por más de 20 víctimas del tsunami durante el verano de 2013, antes de aprender a mantener fuera a los espíritus.
Uno de los espíritus era un hombre de mediana edad que buscaba a su hija, recordó Kaneda. “¡Kaori!” llamaba la voz. “Tengo que encontrar a Kaori ¿Dónde estás Kaori? Tengo que llegar a la escuela, se está acercando un tsunami”. Cuando habló Kaneda, la voz le preguntó: “¿Estoy vivo o no?”.
¿Estoy vivo o no?
“No”, dijo Kaneda. “Estás muerto”. La voz preguntó cuántas personas habían muerto. Cuando Kaneda dijo 20.000, la voz dijo, “¿20.000? ¿Tantas?”
Kaneda le preguntó de dónde era. “Estoy en el fondo del mar. Hace mucho frío”.
Ayane Suro fue una de las muchas personas que participaron en una iniciativa para hacer que los lugareños escribieran sobre sus encuentros fantasmales como una forma de asumir la situación.
Su padre murió en el tsunami. Cuando ella vio la flor blanca colocada en su ataúd por el empresario de pompas fúnebres, quedó estupefacta. Diez días antes, cuando a todavía no le habían confirmado si su padre estaba vivo o muerto, estuvo con un pico de ansiedad.
Fue a un lugar de baños públicos, y cuando recuperó sus botas del casillero encontró una flor blanca dentro de uno de ellos. Era la misma flor que la del ataúd.
Parry escribió: “Un misterio menor: ¿cómo puede un objeto de este tipo llegar dentro de un casillero cerrado con llave?”
De todos modos, Suto no cree en la existencia de espíritus. Dijo que debía de ser una coincidencia, pero su historia de fantasmas le trajo consuelo y ve un valor en ella.
Terremoto de 2010 en Chile
Un fenómeno similar se experimentó luego de que un terremoto de magnitud 8,8 en la costa de Chile desencadenara un tsunami el 27 de febrero de 2010.
Paula, una revista local, documentó algunos de los relatos, incluyendo el de Renato Pérez, quien estaba trabajando como guardia nocturno para la empresa constructora Besalco en Constitución, Chile. Una mujer se le acercó y preguntó, “¿Puede ayudarme? Mi hijo está en el agua, cerca de ese pilar del puente señaló el lugar. Él murió en el tsunami”.
Pérez se sorprendió y no supo qué responderle. Dijo que no podía ayudarla en ese momento, pero que podía anotar su información y hablar con sus supervisores por la mañana para ver si ellos podían ayudarla. Fue a buscar una pluma para escribir su nombre, pero cuando se dio la vuelta, la mujer había desaparecido.
Resulta que la marina había encontrado el cuerpo de un chico de 11 años exactamente en el punto que había indicado la mujer, declaró la revista.
Según consta, los fantasmas venían de un campamento en Curanipe, Chile, donde 30 personas murieron. Otras experiencias con fantasmales fueron reportadas a lo largo de la región.
Un similar incremento en pretendidas apariciones ocurrió después de otros desastres naturales, incluyendo el terremoto en Christchurch, Nueva Zelanda en 2011 y la avalancha en Wellington, Wash, EE.UU, en 1910.
(FUENTE: lagranepoca.com)
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