“Entonces el Señor hizo llover del cielo sobre Sodoma y Gomorra azufre y fuego… y arrasó estas ciudades….” (Génesis 19:24)
“Aunque los trozos de “vidrio verde fundido” puedan en ciertos casos, haber sido causado por las ondas expansivas de los meteoros”, dice Brad Steiger “yo me pregunto si tal fenómeno natural pudo haber creado la totalidad de los veintiocho campos de piedras ennegrecidas (...) de 7.000 millas cada uno en Arabia occidental”.
Autor de más de 2.000 artículos y libros sobre enigmas de la humanidad, Steiger pasa gran parte de su vida evaluando probables indicios de tecnología nuclear, milenios antes de la era actual.
“Las piedras están densamente agrupadas, como si fueran restos de ciudades, de bordes afilados, y quemadas a negro. (...) Parecen datar de la época cuando se pensaba que Arabia era una tierra exuberante y fructífera, que de repente se agotó en un desierto instantáneo”.
La tecnología nuclear en la era presente solo cuenta con pocas décadas de vida. Sin embargo, panoramas como el descripto por el investigador Brad Steiger suelen abundar sobre la faz de la tierra, amenazando la soberanía humana sobre el conocimiento de la manipulación atómica.
India, tierra de misterio
Escenario por excelencia de los enigmas históricos, la ciudad de Mohenjo Daro (Montículo de los muertos), ubicado la actual Pakistan, representa solo una de las decenas de ciudades inevitablemente asociadas a exposiciones nucleares en una era remota.
El destino último de la población de Mohenjo Daro continúa como un enigma indescifrable. De la noche a la mañana, miles de ciudadanos parecen haber empacado sus pertenencias, dejando una ciudad gloriosa en el completo abandono. Poco más de cuarenta esqueletos desordenados fueron hallados en las calles de la urbe, como si alguna forma de muerte repentina los hubiera sorprendido en forma simultanea.
Como si Mohenjo Daro no fuera tierra de pocos interrogantes, las investigaciones posteriores al descubrimiento de los restos humanos abrió una posibilidad en extremo inquietante para muchos investigadores. El descubrimiento de niveles de radioactividad excepcionalmente altos sobre los cuerpos, junto a un llamativo núcleo de cristalización de 45 metros de diámetro en el centro de la ciudad, apuntan a que un episodio de calor indescriptible, capaz de fusionar todos ladrillos en las proximidades del epicentro, tuvo lugar en la cuna de la civilización.
A pesar de los extraños patrones hallados en Mohenjo Daro, el concepto de “impacto nuclear” aún es tabú entre los científcos conservadores que estudian la ciudad del Valle del Indo. 5.000 años después del desastre, los signos de fuego sobre joyas, cerámicas y alfarería, abren una brecha entre los investigadores excépticos y los que hacen de Mohenjo Daro una antigua Hiroshima.
Pero no solo la ciudad de Mohenjo Daro parece haber sido castigada por un “fuego divino”; decenas de puntos a travez del globo, atestiguan el flagelo típico de un estallido nuclear.
Solo en India, se hallan la ciudad de Harappa y tres distintos “focos de impacto” entre las montañas de Rajmahal y el Río Ganges. Las zonas, generalmente presentan capas de ceniza radioactiva que causan daño y malformaciones a los habitantes de pueblos cercanos.
El cráter del Lago Lonar, en las proximidades de Bombay, también otorga material de estudio a los adeptos de la teoría de la “prehistoria nuclear”. Con 1,2 kilómetros de diámetro y 140 metros de profundidad, el defecto geológico narra un hecho violento acaecido hace unos 50.000 años; un episodio de tan elevada temperatura, que fue capaz de cristalizar gran parte de la roca que lo contuvo.
"Lonar es un lugar de dudas”, dice el investigador David Hatcher a la publicación Nexos. “Sobre todo, porque el único cráter meteórico formados en roca basáltica en el terreno”.
Otros investigadores, no obtante, rechazan la idea del impácto meteorítico. En parte por que nunca se hallaron restos del supuesto meteorito; en parte por que no existen otras evidencias de que un meteorito pueda generar tal perforación sobre roca basáltica. En parte, por que el lago generado presenta una división átipica de zonas, donde el exterior y el interior difiereren en el grado de ácidez, dando lugar a dos aguas que nunca se mezclan, y en cuyos senos crecen vegetaciones distintas.
Oklo, un reactor nuclear en la noche de los tiempos
El funcionamiento del reactor de Oklo, en la República de Gabón, parece haber sido realizado con la más perfecta de las eficiencias y dirigido por el personal más altamente capacitado durante un largo período de tiempo.
Sin embargo, los conocimientos sobre el reactor de Oklo acarrean un serio inconveniente para la ciencia moderna: las reacciones de fisión en su seno fueron producidas unos 2.000 millones de años en el pasado, durante un período aproximado de 500 mil años. Según las teorías antropológicas actuales, en ese entonces, el humano ni siquiera existía sobre la faz de la Tierra.
En la actualidad, todo lo que queda de aquella presunta central en el medio de África, son cavidades subterráneas, aparentemente naturales, cuyo material radiactivo fue agotado por completo milenios antes.
En principio importado hacia Francia, el mineral de uranio se reveló ya usado y empobrecido ante los análisis de radiación realizado en 1972, lo que dejó a los científicos del mundo en un total estado de confusión.
¿Como podría un hecho de una naturaleza tan inverosímil como lo es la fisión nuclear, haberse desarrollado en una época tan astronómicamente remota?
Las teorías actuales parecen haber zanjado el enigma abierto décadas atrás por el reactor de Gabón. Según los especialistas, los depósitos de uranio subterráneo, reaccionaban cada vez que el agua se filtraba entre las grietas de la roca, produciendo calor y provocando la ebullición del líquido. Cuando el depósito quedaba seco, nuevamente el reactor se enfriaba, esperando a la próxima inundación de la cavidad.
La perfecta contención de la radicación dentro del predio, sin embargo, aún se halla huérfana de una explicación convincente. La perfección del reactor de Gabón es tal que sería imposible recrear una máquina de tales capacidades con la tecnología actual.
La energía radiactiva, perfectamente contenida dentro de cavidades específicas, no supera el límite de los cuarenta metros alrededor del núcleo de reacción. El sistema de regulación de agua también sorprende por su eficiencia, otorgando una circulación contínua mediante grietas internas en la roca para disipar el calor de fisión.
El enigma del reactor de Oklo (hace 2.000 millones de años), del origen del cráter de Lonar (50.000 años atrás) y de la catástrofe en Mohenjo Daro (5.000 años a. C.), hacen suponer a investigadores intrépidos, que no solo una, sino varias eras nucleares precedieron al presente ciclo de civilización. Según las hipótesis más audaces, el hombre selló su destino una y otra vez, diezmando a la humanidad masivamente, y volviendo a surgir de la nada hacia un nuevo mañana nuclear.
(FUENTE: La Gran Época)