Ibrahim Prince nació en Nigeria hace 31 años, pero no sabe dónde. No lo sabe porque su madre lo abandonó cuando era un bebé junto a una nota en la que le explicaba que no podía quedarse con él y una fotografía de ella. Ibrahim es albino y, por esta razón, fue perseguido durante años en su país de origen, donde la superstición convierte a éstos (en África nace uno por cada 4.000 habitantes)en muy codiciados por la brujería.
Su pelo, sus ojos, sus órganos... cualquier cosa vale para hacer un conjuro pensado, por ejemplo, para ganar dinero. "No podía salir a la calle solo. La gente quería cortarme el pelo. Me perseguían", recuerda este hombre, que también fue víctima de un secuestro en Lagos (Nigeria) que terminó en un ritual de brujería. Ibrahim llegó a España en 2008 e, inmediatamente, se acogió al derecho de asilo por motivos de persecución, pero le fue denegado.
La Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) ha recurrido su caso ante la Audiencia Nacional. El problema estriba en que la Oficina de Asilo considera que Ibrahim ha sido víctima de discriminación, pero no de persecución porque, según el dictamen, podría haber rehecho su vida en cualquier país africano donde los albinos no son perseguidos.
El viaje en cayuco duró cinco días desde Mauritania hasta Tenerife. Ibrahim pagó "mucho dinero", tanto que creyó que viajaría "en un barco grande". Pero lo hizo hacinado en una balsa junto a otras 40 personas."Cuando llegamos yo no sabía donde estaba, no sabía que era una isla", cuenta Prince. Pasó por el Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) de Hoya Fría, en Tenerife, y de allí se desplazó por varias ciudades. Ahora reside en Madrid y lamenta su soledad. "Ya estoy acostumbrado, siempre he estado solo", explica. La semana pasada, tuvo un motivo para sonreir: acudió al concierto que el cantante malinés, y también albino, Salif Keita, ofreció en Madrid por la celebración del Día de África.
De pequeño, Ibrahim fue explotado por una familia en Gambia que le tenía sin apenas comer ni beber. Pero él se encargaba de recoger leña y de venderla para, con ese dinero, poder estudiar. Y es entonces cuando se le ilumina la cara al acordarse de lo mucho que le gusta aprender. "De pequeño tenía el sueño de ser médico o abogado, pero ha sido imposible", dice resignado.
Prince enumera todos los cursos de formación que ha hecho en España con sus horas exactas: "Curso de 640 horas en ebanistería, cien horas de un curso en limpieza industrial, 70 para portero en fincas urbanas". Una formación que, de momento, no le sirve de nada. "No puedo trabajar, no puedo hacer nada, no puedo salir de Madrid hasta que no se resuelva mi situación", admite Prince, que sueña con volver a Lanzarote, donde vivió una temporada.
(FUENTE: publico.es)
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