El Inti Raymi ("fiesta del Sol" en quechua), es una antigua ceremonia religiosa andina en honor al Inti (el dios sol), que se realiza cada solsticio de invierno en los Andes; actualmente se celebra en todas las regiones que antiguamente componían el Imperio Inca y debido a la emigración peruana y sudamericana en la segunda parte del siglo pasado, hoy es representada en ciudades tan distantes del globo como Budapest y Tokio.
Durante la época de los incas, el Inti Raymi era el mas importante de los cuatro festivales celebrados en el Cusco, según relata el Inca Garcilaso de la Vega, e indicaba la mitad del año así como el origen mítico del Inca. Duraba 15 días, en los cuales había bailes y sacrificios. El último Inti Raymi con la presencia del emperador inca fue realizado en 1535.
En 1572 el virrey Francisco de Toledo la prohibió por considerarla una ceremonia pagana y contraria a la fe católica. Según se sabe, se siguió realizando de manera clandestina.
En 1944, Faustino Espinoza Navarro efectuó una reconstrucción histórica del Inti Raymi: la reconstrucción se basa en la crónica de Garcilaso de la Vega y sólo se refiere a la ceremonia religiosa. Desde esa fecha en adelante, la ceremonia vuelve a ser un evento público y de gran atractivo turístico.
Aunque hoy conocemos a esta celebración con su nombre quechua de Inti Raymi, en realidad se considera como una festividad común a muchos pueblos prehispánicos de los Andes, y que seguramente precede con mucho a la formación del Imperio incaico; asimismo, en Bolivia y Ecuador por ejemplo, la forma de celebrar el Inti Raymi varía en muchos aspectos.
En la época de los incas, esta ceremonia se realizaba en la plaza Aucaypata (hoy Plaza de armas de Cusco); en el solsticio de invierno sucede el día más corto y la noche más larga del año.
Durante la época incaica, ese hecho revestía fundamental importancia, pues era el punto de partida del nuevo año, que se asociaba con los orígenes de la propia estirpe del inca. Inca Garcilaso de la Vega nos dice que era ésta la principal fiesta y a ella concurrían «los curacas, señores de vasallos, de todo el imperio,... con sus mayores galas e invenciones que podían haber». La preparación era estricta, pues en los previos «...tres días no comían sino un poco de maíz blanco, crudo, y unas pocas de yerbas que llaman chúcam y agua simple. En todo este tiempo no encendían fuego en toda la ciudad y se abstenían de dormir con sus mujeres».
Para la ceremonia misma, las vírgenes del Sol preparaban unos panecillos de maíz.
Ese día, el soberano y sus parientes esperaban descalzos la salida del Sol en la plaza. Puestos en cuclillas («que entres estos indios es tanto como ponerse de rodillas», aclara el cronista), con los brazos abiertos y dando besos al aire, recibían al astro rey. Entonces el inca, con dos vasos de oro, brindaba la chicha: del vaso que mantenía en la mano izquierda bebían sus parientes; el de la derecha era derramado y vertido en un tinajón de oro.
Después todos iban al Coricancha y adoraban al Sol. Los curacas entregaban las ofrendas que habían traído de sus tierras y luego el cortejo volvía a la plaza, donde se realizaba el masivo sacrificio del ganado ante el fuego nuevo que se encendía utilizando como espejo el brazalete de oro del sacerdote principal. La carne de los animales era repartida entre todos los presentes, así como una gran cantidad de chicha, con la que los festejos continuaban durante los siguientes días.
Los cusqueños suelen narrar que un 24 de junio en el momento en que el Inti sol esté listo y muestre sus primeros rayos, una de las vírgenes de algún lugar del Tahuantinsuyo, cuya sangre es noble, dará a luz al nuevo soberano inca, con él volverán los días de gloria de su pueblo: esta mítica leyenda y otras similares referentes al regreso de la gloria y la estirpe del inca, son consideradas como verdades absolutas y parte fundamental de un corpus de creencias espirituales milenaristas en el universo andino peruano.
En el Cusco de hoy, el Inti Raymi, tiene un carácter distinto, de espectáculo dirigido tanto a los turistas como a los propios cusqueños, para quienes es un punto de referencia de su conciencia local. Por esto último concita tanto entusiasmo y participación masiva.
La representación, en la que intervienen miles de personas, empieza frente al Coricancha, donde un inca realiza una invocación al Sol. Los espectadores, entre tanto, esperan en la explanada de Saqsaywaman, hacia la que el cortejo se desplaza de inmediato. Éste ingresa al escenario llevando al inca en su litera por grupos que representan a los pobladores de los cuatro suyos. Después se procede al sacrificio de una alpaca y el inca invoca a su padre el Sol.
La nueva versión del Inti Raymi nace por iniciativa de Humberto Vidal Unda. El guion de la representación lo escribió en quechua Faustino Espinoza Navarro, quien durante muchos años también representó el papel de inca. Los participantes toman muy en serio su papel y el espectáculo es un derroche de colorido, música y danzas.
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