Punto a favor de los histéricos o no, parece que el deseo por tu pareja aumenta si coqueas con otras personas. Así lo afirma un reciente estudio de la Universidad de Kentucky, en Estados Unidos. Sin embargo, agrega el trabajo, esto sucede sólo si el “juegueteo” no conduzca a una relación sexual consumada.
“A veces, el hecho de flirtear con una tercera persona puede desencadenar en nosotros un estado de excitación que quizás no hayamos sentido durante mucho tiempo con nuestra pareja. Si el coqueteo no va más allá, y nuestra relación es sólida, lo que puede ocurrir es que seamos capaces de transferir esos sentimientos de emoción hacia nuestra relación oficial”, sostiene la autora principal del estudio, la doctora Kristen Mark, profesora y directora del Laboratorio para la Promoción de la Salud Sexual del College of Education de la Universidad de Kentucky.
Para el estudio llamado Women's Experiences With Feelings and Attractions for Someone Outside Their Primary Relationship, que fue publicado en el Sex & Marital Therapy y en Plubmed, los investigadores entrevistaron a 160 mujeres de edades de entre 18 y 60 años y que estaban en pareja estable.
“Cuando coqueteas con alguien y eres correspondido, vives una experiencia muy placentera a nivel psicobiológico y el hecho de sentir que gustas a otra persona, que alguien de fuera piensa en ti, que te desea, nos hace sentir importantes y valiosos. En cierta medida, podemos decir que nuestra autoestima mejora”, le comenta al diario español El País, la psicóloga Silvia Congost, experta en autoestima y dependencia emocional y autora del libro Autoestima Automática (Editorial Zenith).
Va a pasar, quieras o no
“Es una ilusión creer que en ningún momento de nuestras vidas nos sintamos atraídos por personas que no sean nuestras parejas. Aún en momento de suma felicidad, como puede ser la llegada de un hijo o porque la pareja está pasando por un muy buen momento, el enamoramiento es inevitable. Sucede con más frecuencia en ámbitos laborales, ya que las personas pasan largas horas juntas y llegan a conocerse bien, incluso más que sus parejas”, le explica a Clarín Buena Vida, Lorena Del Prato, psicóloga de la UBA.
“La atracción sexual y el deseo hacia una persona surgen sin que nosotros lo queramos, son emociones que se escapan al control de nuestra voluntad”, sostiene Donatella Marazziti, profesora de Psiquiatría de la Universidad de Pisa y miembro de la AOU Pisana, directora de los seminarios Masterclass on Love y autora de los libros La naturaleza del amor y Celosos y contentos.
“Todo ocurre demasiado deprisa. Cuando nos sentimos atraídos por alguien, en nuestro cerebro se origina una tempestad bioquímica en el sentido de que cambia el estado habitual de diversos neurotransmisores. En concreto, la serotonina disminuye, la dopamina y la noradrenalina aumentan, igual que los péptidos opioides", explica la psiquiatra, y añade: “La amígdala cerebral comienza a trabajar a un ritmo vertiginoso y orquesta una serie de activaciones y desactivaciones de numerosas zonas. Por un lado, activa el ansia y el miedo (que nosotros percibimos como la sensación de estar enamorados) y, por otra parte, desactiva el área que regula la racionalidad. Lo que significa que cuando nos enamoramos, acabamos estando un poco locos”.
El límite es el sexo
El punto de inflexión. El punto de quiebre es la consumación del coqueteo en relación sexual. Los psicólogos aconsejan también que el tonteo con terceros no puede ser una “forma de vida. Es un juego peligroso que aunque creas que puedas manejar, en realidad no lo haces”.
“Desde que el cerebro tiene la primera reacción hasta prever si será amor, pasión o solo un flirteo, hay un abismo”, aclara Marazziti. “Cuando vemos que estamos en un punto en el que podemos perder el control, en el que el deseo crece y ansiamos más, mejor retirarse”, aconseja Congost.
¿Pero qué hace a esa tercer persona tan especial que puede producirnos semejante estado? “Si lo supiéramos, ya habríamos resuelto los problemas amorosos de toda la población mundial”, bromea Marazziti. “Lo único que se sabe es que esa atracción nos vuelve vulnerables, como cuando cambiamos de ambiente, de casa o comenzamos un nuevo proyecto”, cierra.
(FUENTE: clarin.com)
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