Cuando en febrero de este año, el neurólogo británico Oliver Sacks contó al mundo que padecía de un cáncer terminal, publicó una columna explicando sus sensaciones frente a la noticia. “No puedo fingir que no tengo miedo. Pero el sentimiento que predomina en mí es la gratitud. He amado y he sido amado; he recibido mucho y he dado algo a cambio; he leído, y viajado, y pensado, y escrito. He tenido relación con el mundo, la especial relación de los escritores y los lectores”, escribió. Sacks había empezado a despedirse.
Este domingo (30.08.2015), el escritor y conocido divulgador científico perdió su larga lucha contra la metástasis del tumor que tenía en un ojo, y dejó de existir a los 82 años. La noticia la confirmó su asistente personal, Kate Edagr. Sacks sabía que la expansión del mal hacia el hígado daba pocas chances a los tratamientos que antes habían sido exitosos, como cuando en 2006 el extraño melanoma ocular responsable de su deceso lo forzó a someterse a una radioterapia que entonces se mostró efectiva.
Oliver Sacks alcanzó reconocimiento mundial gracias a sus libros, donde con un lenguaje ameno y accesible hablaba de trastornos siquiátricos poco habituales, pero maravillosos en términos médicos. Obras como “El hombre que confundió a su mujer con un sombrero”, “Despertares”, “Musicofilia”, “Veo una voz” y “La isla de los ciegos al color” hablan de enfermedades neurológicas, descritas con magia poética por un autor privilegiado con el favor del público. Sus obras han vendido millones de ejemplares en todo el mundo.
Un desafortunado 2 por ciento
The New York Times, que informó inicialmente del deceso de Sacks, recuerda una cita del popular autor, quien recibía más de 10.000 cartas al año, e “invariablemente contesto a los menores de diez años, los mayores de 90 o la gente que está en prisión”. El neurólogo, que se consideraba a sí mismo un “explorador” de los misterios de la mente, era ante todo un hombre curioso. Nadador empedernido, desde 2006 debía usar un bastón para caminar, debido a la ceguera provocada por el cáncer. Sin embargo, hasta comienzos de este año atendió pacientes con regularidad.
En febrero, Sacks escribió que “hace un mes me encontraba bien de salud, incluso francamente bien. A mis 81 años, seguía nadando un kilómetro y medio cada día. Pero mi suerte tenía un límite: poco después me enteré de que tengo metástasis múltiples en el hígado. Hace nueve años me descubrieron en el ojo un tumor poco frecuente, un melanoma ocular. Aunque la radiación y el tratamiento de láser a los que me sometí para eliminarlo acabaron por dejarme ciego de ese ojo, es muy raro que ese tipo de tumor se reproduzca. Pues bien, yo pertenezco al desafortunado 2 por ciento”, relató.
Sacks, que trabajó como profesor de neurología de la Escuela de Medicina de la Universidad de Nueva York, formaba parte de un selecto club de científicos –como Stephen Hawking o Carl Sagan- cuyos descubrimientos han sabido calar en audiencias más generales. Sus obras han revelado explicaciones científicas hasta ahora desconocidas en el origen de las alucinaciones, por ejemplo. “Me siento centrado y clarividente. No tengo tiempo para nada que sea superfluo. Debo dar prioridad a mi trabajo, a mis amigos y a mí mismo”, escribió sobre sus sensaciones ante la inminencia de una muerte que Sacks, el explorador, esperaba con tranquilidad.
(FUENTE: dw.com)
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