Cuando Emilio Lavaud Lamothe cerró sus ojos para siempre en 1988 nunca imaginó que la Peluquería Francesa, la obra de su vida, ampliaría el rubro a un restaurante de comida internacional. Pero así fue.
Dieciséis años más tarde, su nieto Cristián siguió la voz de la sangre (es descendiente de enólogos) y chantó al lado del salón de belleza de su abuelo, el restorán de comida internacional, "Boulevard Lavaud", que se convirtió en el epicentro de la buena mesa en el Barrio Yungay.
Todo marcharía a las mil maravillas si no fuera porque un goloso espíritu chocarrero se pasea como Pedro por su casa por el lugar.
Según los trabajadores del local, se trataría del mismísimo Emilio Lavaud, que cada cierto tiempo va ver cómo funciona el negocio de la familia.
Quienes lo han visto aseguran que es tranquilo como una tacita de leche, pero que no le quita el ojo a los comensales que disfrutan las especialidades de la casa. Eso sí, con una sonrisa de oreja a oreja.
María José Martínez, que se gana los crêpes como mesera, cuenta que hace menos de un mes una clienta le preguntó si don Emilio aún vivía en la casa.
A la joven se le puso la piel de gallina y con la voz temblorosa le preguntó, "¿Por qué quiere saberlo?"
La mujer le respondió, "es que recién lo vi pasar". La pobre Coté casi se desmayó cuando le contó a la clienta que don Emilio había muerto hace 23 años.
"Ella me tranquilizó y me dijo, 'no se preocupe, porque estaba sonriendo, se notaba que estaba contento', pero igual me da miedo y prefiero no seguir hablando del asunto", dijo antes de hacerse humo.
El administrador del restorán, Richard Arredondo, contó que no siente temor porque es un espíritu bueno, no molesta a nadie ni tampoco se pone cargante con los clientes.
Lo que nadie ha podido explicar, es porqué don Emilio ni se asoma por la Peluquería y pulula sólo por el restaurante.
"Que se corte la chasca"
Los titanes de la Peluquería Francesa ni se despeinaron con el temita del ser inmaterial. ¡Claro si por allato el ánima no pinta monos poh!.
"Mire, seré viejo pero la vista no me falla y no he visto ningún fantasma. Hace unas semanas vino el Leo Caprile por el mismo asunto...", dijo Rodolfo Urbina, la navaja con más filo de la barbería.
- ¿La dura? ¿Cómo fue?
- Llegó y nos dijo que le habían dicho que acá había algo raro. Ahí nos soltó lo del fantasma.
- ¿No se asustó?
- ¡Qué me voy a asustar! Me dieron ganas de agarrarlo pa'l leseo y le dije que lo único raro que teníamos era un compañero que a veces se ponía medio fifí.
- Esa onda...
- Claro, pues. Le digo otra cosita también...
- ¿A ver?
- Ojalá que el fantasma asome la nariz por acá, porque nunca le he cortado el pelo a uno y me imagino que deben tenerlo súper largo...
(FUENTE: lacuarta.cl)
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