El amor ha sido uno de los comportamientos que más se han estudiado en las últimas décadas, aunque no por ello, lo hemos comprendido mejor.
En su parcela romántica, provoca unos efectos tan poderosos que incluso pueden privar del hambre y el sueño. Una serie de estudios desarrollados por la antropóloga Helen Fisher demuestran que se activan neurotransmisores (como la dopamina y la norepinefrina) similares a los que provocan el consumo de algunas drogas.
Incluso desarrolla impulsos más fuertes que el sexo. Millones de veces se ha ilustrado en novelas y en la gran pantalla el enunciado “morir por amor”. Sin embargo, los motivos que nos llevan al enamoramiento no están tan claros. Y si tan fuerte es este vínculo romántico, ¿qué puede llevarnos en una ulterior etapa a traicionarlo?
Esto es el amor romántico
Se trata de una emoción producida por un poderoso cóctel químico. Un fluir de neurotransmisores relacionados con el placer, como la dopamina y la oxitocina, se desencadena ante la persona que genera la atracción.
“Consiste en la sensación de plenitud si tenemos a nuestra pareja, la sensación de que nada más hace falta para ser feliz, la sensación de que con él o ella estamos tan completos como cuando estábamos en el vientre de nuestra madre”, indica Esteban Cañamares, psicólogo clínico y sexólogo.
“En las personas enamoradas se activa una zona del cerebro denominada área tegmental ventral que está más allá del pensamiento y las emociones y se asocia con el deseo, la motivación y el ansia”, comentó Fischer en una charla TED.
El lado oscuro de la oxitocina
Pero la denominada hormona del amor parece tener también un lado oscuro. “Si la persona realiza asociaciones positivas, la oxitocina promueve comportamientos sociales. Pero si es de signo negativo, también lo serán estos sentimientos”, asegura la investigadora Shamay-Tsoory de la Universidad de Haifa en una nota de prensa sobre su estudio..
Por lo que la envidia, los celos y la sospecha se podrían también alimentar de este neurotransmisor que se despierta con el vínculo entre personas.
De ahí, que estar lejos de la persona amada pueda desencadenar una serie de desagradables sensaciones. “La ausencia se vive como potencialmente amenazante y desasosegante. Además, aparecen sensaciones como el miedo a perderla, a la competencia, perdida de apetito, lentitud del tiempo sin ella…”, cuenta Esteban.
El amor puede durar
Pero lejos del concepto fugaz que tenemos sobre el amor romántico, la ciencia demuestra que el amor puede vivirse como un estado mental y emocional duradero.
La investigación desarrollada por la Universidad Stony Brook de Nueva York examinó a mujeres y hombres con matrimonios de más de 20 años a través de escáneres cerebrales que se realizaban ante una imagen del cónyuge.
Los resultados mostraron que el valor de recompensa asociado a una pareja de larga duración podría mantenerse, de forma similar a los de un nuevo amor. Pero también implicaría sistemas relacionados con el apego y el vínculo de pareja.
“En contra de lo que se suele creer no hay un tiempo concreto durante el cuál dure. Se mantiene mientras la realidad no falsee esa poderosa sensación, esa creencia que llega a producir alteraciones hormonales y bioquímicas a nivel del cerebro”, matiza Esteban.
Entonces, ¿por qué engañamos?
Pero en ocasiones el amor a largo plazo no es suficiente. “El ser humano tiene dos tendencias contradictorias pero que funcionan al unísono: necesita estabilidad emocional, y al tiempo, busca expandir sus genes, conquistar, descubrir otras formas de amar, seducir, innovar”, apunta el sexólogo.
Según un estudio desarrollado por el Instituto francés de Opinión Pública y el portal de relaciones extramatrimoniales Gleeden, un 39% de los españoles confiesa haber sido infiel en alguna ocasión. Una cifra que se eleva al 55% en Italia y Francia.
“Pueden existir factores personales que también empujen hacia la infidelidad, hacia el engaño, como son por ejemplo: el estar al borde de la depresión, plantearse el divorcio y necesitar comprobar que
se está en el mercado, el deseo de hacer daño al cónyuge...”, concluye el experto.
(FUENTE: lavanguardia.com)
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