Así sí da ganas de ser escritor. Mientras muchos han muerto tragados por la pobreza o la enfermedad, Stephen King es el hombre que ha publicado más de 50 novelas, 200 relatos cortos y ha vendido más de 350 millones de ejemplares en su carrera. ¿Cuál es la clave del éxito en este oficio que parece, históricamente, condenado a la marginación? ¿Qué pasa por la cabeza del creador de tantas perturbadoras historias de horror, fantasía, suspenso y ciencia ficción?
Y aunque aclamado por un ejército de seguidores –sus Lectores Constantes, los llama él–, King también es resistido por muchos otros que ven en él a un autor menor. Cierto es que no estamos ante un Vladimir Nabokov o un James Joyce, pero sus méritos son también válidos. Una literatura sin demasiadas pretensiones, pero consciente de sus objetivos. “Cuando una persona escribe (y supongo que cuando pinta, baila, esculpe o canta), siempre hay otra con ganas de infundirle mala conciencia. No tiene mayor importancia”, ha dicho él. Saber resistir las balas también ha sido parte integral de su formación.
Letras de miedo
“El bazar de los malos sueños”, título traducido por primera vez al español, es una antología de relatos cortos de King, un formato que él mismo reconoce como no el que mejor le acomoda, pero que aun así muestran a un autor en magnífica forma. “Soy novelista por naturaleza –afirma–-. Pero sigo escribiendo cuentos porque me proporciona felicidad, porque lo mío es entretener”.
Aún más extraña –casi inédita– es la inclusión de dos poemas en este volumen. Pero lo más llamativo es que antes de cada uno de los textos, King incluye breves introducciones en las que explica los orígenes de sus narraciones, aquello que lo motiva, su inspiración. Ya había hecho algo similar en “Mientras escribo”, una especie de memorias en las que volcó muchos de sus secretos como autor.
Sobre la forma en que identifica una buena historia para contar, por ejemplo, describe: “Las buenas ideas narrativas surgen de la nada, planeando hasta aterrizar en la cabeza del escritor: de repente se juntan dos ideas que no habían tenido ningún contacto y procrean algo nuevo. El trabajo del narrador no es encontrarlas, sino reconocerlas cuando aparecen”.
Monstruos y demonios
En “Mientras escribo”, King también relata una de las peores etapas de su vida, durante los años 80, en que sus adicciones al alcohol y a otras drogas prácticamente lo sepultaron y casi lo dejan sin escribir. “Durante mis cinco últimos años de bebedor, siempre remataba las noches con el mismo ritual: vaciar en el fregadero las cervezas que quedaran en la nevera. Si no, al acostarme las oía hablar y no tenía más remedio que acabar levantándome y coger otra. Y otra. Y otra.”
Y aunque el rey del terror parece haber expulsado todos los demonios habidos y por haber en sus relatos, el año pasado confesó que los nuevos rumbos en Estados Unidos lo cogieron por sorpresa. En su Twitter, bajo el título de su “más reciente historia de horror”, escribió: “Había una vez un tipo llamado Donald Trump, que postuló a la Presidencia. Algunas personas querían que gane”.
Entre la realidad y la fantasía, a Stephen King parece sobrarle combustible para seguir sorprendiendo a lectores y, por qué no, ganar unos cuántos millones más. “Yo escribo por pasión, pero la pasión no paga las facturas”. Cómo darle la contra.
(FUENTE: elcomercio,pe)
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