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jueves, 19 de mayo de 2016

¿Pueden los celos transmitirse genéticamente?


Es una buena pregunta, al menos interesante, ya que los celos se desarrollan en sociedades que consideramos machistas, pero, ¿en verdad es así? ¿Los celos no responden a elaboraciones culturales que tienen que ver con la monogamia? ¿O es que en las sociedades en que se permite más de una pareja no existen los celos? ¿Y qué son los celos?

Para contestar estas preguntas un equipo de investigadores suecos hizo un gran estudio para determinar la universalidad de los celos y su posible origen.

Si tienes una relación y te enteras de que tu pareja te ha sido infiel, suena bastante lógico que tengas un ataque de celos, ¿no es así? Reclamos, preguntas, dolor, rabia, despecho… en una palabra: celos. Poco importa si eres súper inteligente, el gusanito verde se mete por igual en todos nosotros; lo cual fue una señal para estos investigadores, cuyo trabajo abrió nuevas perspectivas.

Para el estudio utilizaron a 3.000 parejas de gemelos (entre idénticos y no idénticos), puesto que lo que querían era dilucidar qué tanto influye la genética en este tema en particular; como sabes, los gemelos no idénticos –usualmente dos óvulos fecundados por sendos espermatozoides– comparten más o menos el 50% de sus genes, y los univitelinos o gemelos idénticos –dos espermatozoides fecundando un solo óvulo– comparten la misma composición genética. Por tanto, comparando las respuestas dadas por cada grupo de gemelos, el equipo fue capaz de deducir que aproximadamente un tercio de las diferencias en los niveles de celos de la población se debe a un origen genético.

Varias conclusiones muy interesantes se desprenden de la investigación: por ejemplo, las mujeres reportaron más celos que los hombres, en escenarios sexuales o emocionales (es decir, tanto si las parejas sólo eran infieles sexualmente como si se enamoraban platónicamente de otra), y aquí los investigadores se toparon con una diferencia de género sustancial: los hombres se preocupaban más por la infidelidad sexual que por una potencial infidelidad emocional, mientras que las mujeres tendían a tener los mismos niveles de celos en ambos escenarios.

Frente a tal diferencia, los científicos siguieron investigando y dieron con una posible explicación, que sería la presión evolutiva. Sabemos que tanto para hombres como para mujeres, desde el punto de vista de la especie, la reproducción es fundamental, y en este sentido la seguridad biológica masculina se ve perturbada por la idea de la infidelidad sexual más que por la emocional. Como reza un viejo dicho: “maternidad, certeza; paternidad, incertidumbre”. Sencillamente, el sexo con otro pone en riesgo la transmisión exitosa de sus genes.

En el caso de las mujeres, aunque sí se ven afectadas por el hecho de que su pareja pueda estar con otras, dependen de su compañero para su supervivencia y la de sus hijos. Naturalmente, seguimos hablando desde el punto de vista evolutivo. Claro que no hay forma de probar o refutar qué sentían hombres y mujeres hace 100.000 años.

Por otro lado, no podemos olvidar el contexto en el que hemos crecido y nos han educado, nuestras propias experiencias e inseguridades, cuadro integral de las respuestas que damos a determinados eventos de la vida. Si sólo un tercio de la variación en los niveles de celos parece tener un origen genético, el resto obviamente se debe a las influencias ambientales, sociales y culturales.

Pero ya sean genéticos o ambientales, los celos son una emoción que casi todos hemos sentido alguna vez en la vida, y mal manejados pueden convertirse en un verdadero problema en la relación.

(FUENTE: noticiassin.com)

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