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martes, 4 de noviembre de 2014

¿El Big Pharma utilizará remedios tradicionales de brujas medievales?



La bruja en tanto arquetipo de la capacidad para convertir el veneno en antidoto se pierde en la noche de los tiempos, pero su vigencia es más actual que nunca. Y si en los tiempos de Shakespeare la brujería era penalizada duramente (y cuyas secuelas simbólicas son abrazadas o desdeñadas por miles de mujeres adscritas a o no a múltiples feminismos), lo cierto es que la ciencia moderna está considerando lecciones de la medicina popular. Es un acto de justicia con la historia de la medicina.

Plantas como la cicuta, belladona, beleño o mandrágora parecen crecer directamente de los cuentos de hadas, pero fueron redescubiertos por investigadores y botanistas que analizaban los milagrosos poderes de las pociones realizadas por las brujas. En altas dosis, todas estas plantas son venenos poderosos, pero aislando sus componentes, se pueden obtener anestésicos, analgésicos y todo tipo de remedios curativos.

La leyenda popular de que la escoba voladora era en realidad un dildo colosal, no es del todo incorrecta. La escoba servía como aplicador para la zona genital, cuya mucosidad permite absorber ciertos químicos sin involucrar al estómago (y por tanto, correr el riesgo de envenenamiento). De la burundanga se extrae la poderosa escopolamina, un alcaloide que en dosis adecuadas es utilizado como tratamiento común contra la cinetosis, además de disminuir las náuseas y el dolor de estómago; pero en dosis altas produce alucinación y estados disociados que pudieron sugerirles a las brujas la ilusión del vuelo.

Con la regulación de la medicina europea a partir del siglo XIII, las mujeres quedaron fuera de las aulas, con un gran bagaje de conocimientos naturales para tratar las afecciones más comúnes, más familiares, mientras la medicina trataba de desligarse de la magia y acercarse a la ciencia.

La corteza de sauce fue utilizada por las brujas europeas para tratar la inflamación. Pero no fue hasta que la ciencia llegó a dicha corteza, muchos años después y por accidente, que fue capaz de sintetizar la salicina para el dolor de cabeza, a través de su nombre comercial, Aspirina.

La medicina popular China proporcionó la efedrina para tratar el asma, y el baúl de tesoros de la medicina africana y latinoamericana aún está por ser descubierto, en un momento histórico donde el ébola amenaza con mermar la capacidad de respuesta de los Big Pharma. Si los quechua del Perú llegaron a la maravillosa quinina –que entre otras cosas ayuda en el tratamiento de la malaria–, ¿no es tiempo de considerar que los imperativos de los grandes laboratorios obedecen a fines económicos en lugar de medicinales?

(FUENTE: pijamasurf.com)

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