Seguramente usted lo ha notado más de una vez: le dicen algo agradable, un halago sobre su forma de ser o un elogio sobre su trabajo y se siente muy bien; lo agradece y disfruta durante un rato, pero la sensación se desvanece enseguida. Sin embargo, una mala crítica de su jefe, una falta de respeto o un comentario desagradable de algún amigo pueden arruinarle una tarde entera. No se preocupe: no es usted especialmente inseguro ni le ocurre nada extraño. Simplemente, el cerebro del ser humanos funciona así.
Una cuestión de química inteligente
La 'culpa' la tiene el cortisol, una de las hormonas que segregamos en los momentos de estrés. En general, cualquier contratiempo que amenace nuestros objetivos libera cantidades mayores o menores de esta substancia. Si alguien nos insulta o se burla de nosotros, nuestro organismo se estresa, porque percibe una amenaza a nuestros estatus en la sociedad, lo cual es importante desde el punto de vista socio-evolutivo. La liberación de cortisol imprime el recuerdo con más fuerza en nuestra memoria. Y esa es la razón por la que las críticas nos dejan afectados durante más tiempo.
En cambio, cuando recibimos un "te quiero", una alabanza, una frase de apoyo o una sonrisa, lo que ocurre en nuestro cuerpo es bien distinto: segregamos oxitocina, la llamada 'hormona del amor'. Lo malo es que sus efectos son mucho menos duraderos. Se calcula que el torrente sanguíneo elimina la oxitocina en unos cinco minutos, mientras el cortisol puede permanecer activo en el cuerpo durante más de una hora.
Este funcionamiento de nuestro cerebro puede resultar molesto, pero tiene un sentido biológico profundo. En palabras de Roy F. Baumeister, profesor de psicología social de la Universidad Estatal de Florida, "las personas que están más en sintonía con las cosas malas tendrán más probabilidades de sobrevivir a las amenazas y, en consecuencia, aumentar la probabilidad de perpetuar sus genes. La supervivencia requiere una atención urgente a los malos resultados, pero es menos urgente en relación a los buenos resultados". Es decir, si algo nos amenaza, es mejor que el cerebro se entere bien, y para eso se genera la sensación de estrés, para "llamar la atención del cerebro" y mantenerlo atento durante un rato, "revisando" las causas de esa experiencia negativa o amenazante. Por eso sentimos que nos quedamos 'enganchados' a las emociones negativas.
En cambio, las emociones positivas son una especie de premio, un refuerzo tal vez, que en realidad no requiere la atención urgente ni sostenida del cerebro. Y por eso la hormona encargada de producir la sensación de placer tiene una duración corta en nuestra sensibilidad.
En cualquier caso, todo esto nos ayuda a tomar consciencia del peso que nuestras palabras pueden tener en el estado de ánimo de otras personas. Es frecuente escuchar que hacen falta 5 halagos para compensar los efectos negativos de una mala crítica. Y todos hemos escuchado alguna vez que algunas palabras se clavan como puñales. La neuroquímica lo explica de otra forma, pero en esencia, lo confirma.
(FUENTE: actualidad.rt.com)
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