La Fuerza Aérea de los Estados Unidos -USAF- nace en 1947 como rama independiente de la «U.S. Army», principal diferencia con su predecesora, la USAAF: Fuerzas Aéreas del Ejército de los Estados Unidos. Encargada de la guerra aérea, ha participado en una veintena de operaciones militares, algunas tan sonadas como el conflicto de Corea o la Guerra del Vietnam.
La que es la mayor Arma de Aviación del mundo y, seguramente, también la más sofisticada y desarrollada, desempeña labores de importancia extrema como la vigilancia, el apoyo en combate, la disuasión nuclear o de inteligencia. Empero, y aunque cueste creerlo, dedicó veinte años de su existencia a una misión tan infructuosa como extravagante: la «investigación UFO», que por sus siglas en inglés -Unidentified Flying Object- viene a designar lo que conocemos como ovnis.
La primera serie de estos hush-hush studies -altamente secretos- es representada por el «Project Sign» en los albores de la Guerra Fría. La escasez de resultados de éste y de su heredero, el «Project Grudge», llevó a la USAF a un segundo y definitivo renacimiento de este tipo de estudios con el célebre «Proyecto Libro Azul», iniciado en 1952. Para el capitán Edward J. Ruppelt, primer jefe del proyecto, uno de los «clásicos» entre los avistamientos de platillos volantes fue el caso «Gorman Dogfight».
Una extraña visión
Corrían las 9 pm de una despejada noche otoñal de 1948. George F. Gorman, un aviador norteamericano que combatió en la Segunda Guerra Mundial, se disponía a aterrizar su Mustang P-51 en el aeropuerto Héctor de Fargo cuando percibió una luz pasando a la derecha de su aeronave. Extrañeza y curiosidad a partes iguales inundaron al segundo teniente de la Guardia Nacional Aérea de Dakota del Norte ya que desde la torre de control únicamente había sido notificado de la presencia de un Piper Cub «bajo sus alas».
El veinteañero aviador modifió su plan de ruta y trató de acercarse a este extraño objeto volador colocándose tras su estela. Según Gorman, en ese momento comenzaron 27 frenéticos minutos de «combate» en el aire. El elemento misterioso se volvió contra él y hasta en dos ocasiones la colisión pareció inevitable. Fue entonces cuando se elevó de forma cuasi recta siendo su cazabombardero incapaz de interceptarlo. De hecho, se detuvo a 14.000 pies de altura (algo más de 4.000 metros) y el presunto ovni nunca más volvió a ser visto.
«Estoy convencido de que hubo un pensamiento definitivo detrás de sus maniobras. Además, estoy convencido de que el objeto se rige por las leyes de la inercia porque su aceleración fue rápida pero no inmediata y, aunque fue capaz de girar bastante fuerte a una velocidad considerable, siguió una curva natural. Cuando intenté girar con el objeto, me desmayé temporalmente debido a la velocidad excesiva», declaró a los responsables del «Project Sign» encargados de investigar el incidente. En palabras de Gorman, quien se consideraba en una forma física óptima, existían pocos pilotos capaces de alcanzar tal giro y velocidad sin perder el conocimiento y, además, añadió: «El objeto logró una escalada mucho más pronunciada y mantuvo un ritmo constante de ascenso muy por encima de mi avión».
Aunque la historia carece de visos de verosimilitud, lo cierto es que se vio apoyada en un primer momento por el relato de distintos testigos. El piloto del Piper Cub, el Dr. Cannon, compartió con Gorman la visión de una luz mucho más rápida que el Mustang P-51. De igual forma, uno de los controladores del tráfico en el cielo aquella noche también manifestó el haber contemplado un fulgor uniforme capaz de distanciar al luchador del oficial de la Guardia Nacional Aérea.
En cualquier caso, algo estaba claro. No podía tratarse de otra aeronave pues un piloto experimentado como George Gorman, en un crepúsculo ausente de nubes y tenebrosidad, la habría distinguido sin mucho esfuerzo. Fueron igualmente descartadas aquellas teorías que señalaban a una enajenación mental del piloto debida a trastornos psicológicos provocados por sus vivencias de guerra.
La teoría que apuntaba a la posiblidad de ser un objeto con energía atómica, auspiciada por la mayor sensibilidad radioactiva del Mustang respecto a otros aviones de combate que no habían despegado en los últimos días, fue desechada al comprobarse que un vuelo a gran altura está menos protegido por la radiación. Incluso la histeria que emergía unida a la Guerra Fría llevó a plantear la posibilidad de que se tratara de un cohete guiado R-1 soviético, algo fuera de toda lógica dada su incapacidad de realizar maniobras a tal velocidad.
La falta de evidencias terminó por hacer que los investigadores abrazaran el lanzamiento de un globo meteorológico iluminado como la razón más fiable. Esta etiqueta fue mantenida en el archivo del «Project Blue Book» con categoría de causa oficial. El Servicio Meteorológico Aéreo informó que el aerostato habría estado en el área donde Gorman divisó la luz por vez primera. Así, desde el «Project Sign» se vincularon las maniobras del elemento extraño con ilusiones ópticas provocadas por los movimientos del luchador de Gorman. A esto se sumó la creencia de que el piloto había confundido a Júpiter, brillante en aquella fecha, con el presunto ovni y, por ello, que cuando el dirigible desapareció de su vista había perseguido al planeta.
Parcos en rigor científico
Coincidiendo con el despegue de la carrera nuclear y el auge de una tensión creciente con la URSS, a partir de 1947 se multiplicaron en EE.UU. los «encuentros» aéreos con entes misteriosos. Aunque empezó haciendo caso omiso, el hecho de que algunos reportes proviniesen de personas con credibilidad como controladores aéreos o pilotos entrenados obligó a la USAF a iniciar una investigación que se materializó en el «Project Sign», primera de tres oficinas militares encargadas de recopilar y analizar informes de «objetos voladores no identificados».
El «Proyecto Libro Azul» fue la tercera y definitiva y su actividad analítica superó con creces a sus dos predecesoras. Con el objetivo de determinar si los ovnis eran una amenaza potencial para la seguridad nacional, hasta 1969, año de su finalización, examinó más de 12.000 casos. Concluyó que la mayoría de veces se trató de malinterpretaciones -véase el «Gorman Dogfight»- o aviones comunes. Solo un 6% de los sucesos se clasificaron como «inexplicables».
Parece evidente que desde la base de la Fuerza Aérea Wright-Patterson (Dayton, Ohio), sede del proyecto, se resolvieron con éxito miles de incidentes. Sin embargo, se le ha venido acusando de intentos desproporcionados por colocar los platillos volantes en la categoría de «identificado» al utilizar explicaciones a menudo tan inverosímiles como los propios testimonios de los protagonistas. Así, la deducción extraída de más de 20 años de desacreditación de los ovnis es la de un proceder arbitrario, carente de racionalidad y profundidad y cuya aportación al conocimiento científico fue nula.
Entre los principales detractores se encontraba J. Allen Hynek, quien trabajó en el programa hasta su conclusión. Su optimismo inicial fue transformándose en escepticismo al considerar que el «Project Blue Book» no ahondó lo suficiente en los datos ni buscó definir la naturaleza del fenómeno. El astrónomo criticó con especial dureza el período en el que el comandante Héctor Quintanilla estuvo al frente del proyecto. Según él, durante esta etapa el método empleado dio primacía a la convicción sobre la prueba al rechazar la exploración a fondo de las observaciones ovni.
(FUENTE: abc.es)
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