Los tiempos están cambiando, como bien sabe Bob Dylan. Con toda seguridad, tu Facebook y tu Whatsapp se han llenado hoy de corazones, invitaciones al amor, declaraciones no solicitadas de ídem y, en general, material no apto para diabéticos.
Pero esto no siempre fue así. Como recuerdan nuestros compañeros de Gizmodo, la fiesta pagana que se celebraba por estas fechas en la antigua Roma (y que la Iglesia Católica reconvirtió en San Valentín) era una orgía salvaje de varios días, con sacrificio de cabras incluida.
Muchos siglos después de aquello, durante la época victoriana y a principios del siglo XX, el 14 de febrero también se convirtió en el día en que tus “odiadores secretos” podían mandarte tarjetas anónimas conocidas como “los valentines del vinagre” en las que los haters te expresaban todo aquello que no eran capaces de decirte a lo largo del año, una práctica que hoy conocemos como troleo en internet, según recuerda Smithsonian Magazine.
Eres tan fea que sólo una madre podría quererte”, “Eres un calzonazos” o “Tu calva ilumina toda la calle” son algunas de las lindezas que incluían las postales, de venta en Inglaterra y en Estados Unidos, algunas de mediados del siglo XIX pero otras de fechas tan recientes como 1940, siempre acompañadas con un dibujo alegórico.
El auge de las tarjetas avinagradas coincidió con la locura del día de San Valentín en los países anglosajones, a mediados del siglo XIX. Toda acción tiene una reacción en su contra, e igual que hoy tanto los fanáticos islámicos de Pakistán como las feministas de Mallorca lanzan sus diatribas contra el pobre San Valentín, cada cual por sus manías.
Las tarjetas de anti-valentín podrían ser desde levemente ofensivas (como la del calzonazos de aquí arriba) a genuinamente odiosas, como las que invitaban a suicidarse al receptor. Muchas de ellas estaban escritas como si la mala opinión del odiador anónimo fuera compartida por todo hijo de vecino: “Todo el mundo piensa que eres un zoquete ignorante”.
¿Quién estaba detrás de tan suculento negocio? Pues la industria de las tarjetas de felicitación, esa misma que hoy inunda San Valentín (el bueno) de parabienes para los parientes, abuelos y mascotas. Los mensajes de odio de San Valentín llegaron a ser tan populares que a mediados del XIX la mitad de las tarjetas vendidas en San Valentín correspondía a la categoría de avinagradas.
(FUENTE: blogs.publico.es)
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