Dos objetos de procedencia desconocida se estrellaron contra el suelo cerca de Ullan Bator, la capital de Mongolia, el pasado 19 de febrero. El primero de ellos, de acuerdo con el informe de la Mutual UFO Network (MUFON), una red de aficionados a la búsqueda de ovnis y vida extraterrestre por todo el mundo, pesaba diez kilos, mientras que el segundo, bastante más largo, alcanzaba las dos toneladas. Aparte de estos datos y una fotografía, no existe mucha más información sobre el caso, aunque el objeto de la imagen se parece mucho a un fragmento de un cohete o de un avión a reacción, quizás una ojiva de cohete.
Estos fragmentos, que, al parecer, no provocaron daños personales, pueden hacer disfrutar a los aficionados a los fenómenos OVNI, pero lo cierto es que, por lo general y sin tener en cuenta los asteroides y meteoros, los objetos que se estrella contra la Tierra tiene un origen muy terrestre. En realidad, el suceso puede apuntar a otro problema muy constatado, el de la basura espacial, que cada vez puede ser más preocupante.
Basura del espacio
Más de 10.000 objetos inútiles orbitan alrededor de la Tierra y pueden resultar muy peligrosos para las naves espaciales y los equipos tecnológicos que hemos lanzado ahí arriba. Estos desperdicios, la mayoría restos de satélites y cohetes, han provocado ya al menos tres choques documentados con satélites, un cuarto posible, y algunos impactos contra zonas poco habitadas del planeta. Las autoridades de EE.UU. se encargan de detectar este peligro y alertar al resto del mundo, pero la Agencia Europea del Espacio (ESA) no lo considera suficiente y quiere crear su propio observatorio para prevenir nuevas colisiones.
Por suerte, la atmósfera funciona como el mejor reciclador de basura. Agunos trozos de viejos satélites caen a la atmósfera y se queman sin llegar a tierra. En el caso de objetos más grandes, como ocurrió cuando le llegó la defunción a la estación espacial MIR, los técnicos provocan su caída en una zona segura. La MIR acabó en un área deshabitada del Pacífico Sur. En otras ocasiones, los viejos satélites se mueven a otra órbita donde no hay intereses económicos ni peligro, pero no siempre puede controlarse. En una granja de Sudáfrica cayó un tanque de combustible de dos metros de diámetro. No causó daños personales pero cualquiera puede imaginarse el susto. Quizás los fragmentos de Mongolia supongan un caso parecido.
(FUENTE: abc.es)
No hay comentarios:
Publicar un comentario