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miércoles, 27 de diciembre de 2017

Esta fotógrafa lleva 16 años persiguiendo supuestos espíritus


Shannon Taggart es una adicta al ectoplasma, la materia viva de los muertos, esencia que dicen que supura en las sesiones de los médiums cuando estos contactan con los espíritus. Busca su reflejo en cada fotografía, como un cruzado al Santo Grial.

Un día su cámara empezó a mostrarle cosas, accidentes del revelado que parecían transmitirle un misterio específico. Esas manchas, luces, sombras, presencias, que aparecían en sus fotografías, eran un dolor invocado, el azaroso reflejo de una pérdida allí capturada (puede que sea mi marido muerto, mi esposa fallecida, mi prima ausente, le decían), la definición perfecta de un fantasma: mancha, dolor y pérdida, qué habrá más tenebroso…

Shannon se crió en la América profunda, y allí la corriente religiosa del espiritualismo asegura que es posible contactar con los muertos, tener cerca a tus seres queridos. Tuvo su primera experiencia siendo adolescente. Entonces su prima le aseguró que una médium guardaba el mensaje de su abuela fallecida. En 2001 empezó a fotografiar el pueblo en el que se había recibido este supuesto mensaje: Lily Dale, aldea cercana a Pomfret (Nueva York), y que está considerada la meca del espiritualismo en Norteamérica. Empezó a creer, o tal vez a sugestionarse como el resto.

Ha pasado 16 años persiguiendo fantasmas, espíritus, seres del más allá, rastros de ese esquivo ectoplasma que nadie ha conseguido capturar, comunicaciones con la ultratumba. Más de una década documentando rituales espiritistas en los Estados Unidos, Reino Unido y Europa. Testigo de los supuestos mensajes de los muertos. Sintiendo, dice, una energía especial.

El juego de lentes y luces, y eso que llaman la serendipia– que podemos transcribir como la casualidad o hallazgo afortunado– hacen el resto. Ella es en realidad continuadora de una vieja tradición que surgió en los inicios de la fotografía: parece que a los fantasmas les gustan tanto los retratos como a los adolescentes los selfies.

La óptica de su cámara se ha posado sobre los rígidos rostros de estos médium en trance, que aún siguen ofreciendo sus servicios en los territorios profundos de unas comunidades crédulas. Ha pernoctado entre supuestas apariciones y posesiones. Dice haber tenido experiencias extrañas, asistido a verdaderos misterios, junto a sesiones que califica de absurdas o estúpidas.

En un inicio solo quería pasar un verano documentando a esta comunidad que afirma poder contactar con los muertos, pero acabó siendo una larga investigación, jugando artísticamente con este tópico. Le dijeron que iba a cambiar su percepción de la realidad. Y así asegura que ha sido.
Ahora quiere que el resultado de este concienzudo trabajo se convierta en un libro para el que busca financiación en la Red (puede ordenarse una preventa) bajo el título de Seánce: Spiritualist Ritual and the Search for Ectoplasm. El proceso periodístico terminó siendo una experiencia fotográfica que busca expresar las sensaciones de estos encuentros, donde el médium es capaz de hacernos cuestionar si existe algo más allá de una realidad física.

Su trabajo no ha terminado siendo una prueba sólida de la existencia de estos espíritus y sus líquidos misteriosos (como no lo fue a principios del siglo XX), pero sí un tributo a las emociones y sugestiones que abrazan a los presentes en estos rituales, y que suelen subyugar a la razón gracias a un escenario oscuro, un juego de susurros y golpes anónimos, movimientos nerviosos y llamadas inconscientes a una imaginación, que como las lentes de Shannon, terminan por hacer el resto.

(FUENTE: blogs.20minutos.es)

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