La diva del cine mexicano María Félix era devota de la Santa Muerte e incluso fue enterrada ataviada como ella, dijo a el periodista José Gil Olmos, que considera este culto popular como el más importante de los siglos XX y XXI.
El autor de "La Santa Muerte. La virgen de los olvidados", a la venta en las librerías de México, afirmó que aunque ya se sabía que la actriz tenía interés por el mundo esotérico, le sorprendió que personas cercanas a ella le informaran que "pedía favores a la Niña Blanca".
"Para pagarlos (Félix) pidió que la vistieran de Santa Muerte con corona y túnica. En eso, sólo estuvieron presentes dos personas que son parte de una secta selecta de artistas, políticos y empresarios", según Olmos.
La primera documentación de esta devoción, de herencia prehispánica, data de 1797 cuando la Inquisición española halló en Guanajuato, México, a un grupo de indígenas que veneraban una calavera buscando protección.
A lo largo del tiempo, este culto sincrético ha sufrido periodos de intolerancia y censura, pero según la obra, resurge siempre en tiempos de recesión económica o de violencia, como sucedió poco después de la Revolución mexicana (1910-1917) o tras la crisis en México de 1994.
A partir de esa crisis, tan dramática y desesperante, explicó el autor, "mucha gente comenzó a venerar a la Santísima buscando protección y ayuda, ya no sólo los marginados sociales sino también la clase media y algunos ricos".
El libro también vincula a otros personajes con su figura, como la líder del sindicato de maestros Elba Esther Gordillo y el ministro de Seguridad Nacional, Genaro García Luna.
De acuerdo con esta investigación periodística, los devotos de este culto suman entre 5 000 y 8 000 en Norte y Centroamérica, y siguen aumentando por el flujo migratorio. "Al pasar por México los migrantes centroamericanos están desprotegidos, se enteran de su existencia encomendándose a ella", planteó el periodista.
Lejos de la satanización que le brinda la Iglesia católica a la "Niña Blanca", la obra dice que esta práctica es católica y que la muerte en el Catolicismo da presencia al gran milagro de la resurrección.
Para la historiadora Katia Perdigón, aseguró Olmos, es una devoción que se enriquece a diario: "la visten de novia, mariachi o futbolista. Ha roto clases sociales, fronteras y medios porque hasta se da en la web o en las redes sociales". Por otro lado, no requiere intermediarios, templos ni confesores. Otra de sus particularidades es que a ella se le piden cosas diferentes a las que se piden a otros santos, porque su moral es distinta.
(FUENTE: elcomercio.com)
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