No se debe ser imprudente. El séptimo mes lunar en la República de China no se vive a la ligera.
La buena fortuna dependerá de los niveles de mesura con que se recorran los días. Es tiempo de espíritus. Mes fantasmal.
Año tras año, la puerta del inframundo se abre para que las ánimas ahí recluidas suban al mundo terrenal.
Conocedoras de la tradición, cada provincia en la isla se prepara para recibir a los difuntos con aquellos enseres necesarios en la otra vida. Alimentos, bebida, música y dinero, ofrendas para aminorar la carga en el infierno.
Pero Keelung, ciudad puerto segunda en importancia, destaca entre todas las regiones por su celebración multicolor que data de 1851.
El Festival de las Ánimas de Mitad del Verano se festeja a lo grande. Quince clanes familiares se turnan para organizar el inusitado espectáculo.
Todo inicia el primer día del mes, cuando sacerdotes de gran fortaleza interior abren la puerta de la torre del Viejo Templo Venerado, para liberar a las almas.
La fiesta va dirigida a los espíritus de personas desaparecidas, ahogadas, soterradas o fallecidas en circunstancias inusuales que impiden a sus seres queridos conocer del deceso.
Durante todo este periodo, los ciudadanos evitan la soledad, contraer matrimonio, cerrar negocios, huyen a los excesos y suprimen las fotografías.
¿Por qué? Los fantasmas con sus travesuras buscan personas imprudentes que descuiden la guardia y los reemplacen en el inframundo.
En el afán de alejar la mala suerte y evitar las diabluras de las ánimas, se montan altares con alimentos y bebidas.
El día 15 del mes, se lleva a cabo un colorido desfile, antes de desarrollar la quema de faroles de agua, sobre las aguas del Océano Pacífico.
Cada uno de los clanes elabora su farol y desfila hacia el agua, liderado por los organizadores de turno. Previo al rito, se desarrolla un espectáculo artístico para que los fantasmas recuerden su paso por el mundo.
Luego, el sacerdote canta las oraciones antes de que los faroles luchen con la marea alta. Debido a ello, un grupo de guardavidas se zambulle en el mar para verificar que las linternas de papel floten mientras el fuego las devora.
Si el farol se quema por completo, la buena fortuna le sonreirá al clan que corresponde. Será mal augurio aquel farol que se hunda antes de consumirse.
Mientras todo eso ocurre, el cielo se ilumina con los fuegos artificiales, a orillas de la playa se quema el dinero del inframundo, y se lanzan al agua granos y cereales. Las luces y el fuego sirven de guía a los espíritus chocarreros.
Todos y cada uno de los componentes de esta antigua celebración nacen del deseo sincero de los taiwaneses de salvar a esas ánimas en pena.
Actitudes que armonizan con la filosofía de la República.
La interacción fraternal entre el cosmos, la tierra y la humanidad descansan a la raíz de las creencias folclóricas.
El pueblo taiwanés ha procurado el fomento de las virtudes sociales de la lealtad, la piedad, la fidelidad y la justicia desde su nacimiento como nación.
ESPÍRITU DE UNIDAD
Son muy pocos en Taiwán los que saben porque el Festival de las Ánimas en Keelung se viste de tanta importancia.
Los orígenes de la fiesta se desconocen, pero en esa ciudad portuaria los inicios se remontan 150 años atrás, aproximadamente.
Justo en los días de las migraciones, cuando arribaron a Keelung los migrantes de Changchou y Chuanchou, ciudades del sur de la provincia de Fujian, en China Continental.
Aunque pertenecían a la misma etnia, había diferencias entre sí. Los primeros se asentaron en la zona del puerto, y los segundos debieron ubicarse en las montañas. Los pleitos entre asentamientos eran frecuentes, motivados por el ansia de recursos para vivir y el culto a deidades distintas. En agosto de 1851, la confrontación estalló en una sangrienta lucha que concluyó en una gran mortandad.
Para evitar que los roces aumentaran, las clases nobles hicieron enterrar a las víctimas en un lugar sagrado y convocaron a las familias a unirse en un festejo que conmemorará la fatídica fecha.
(FUENTE: laotrarealidadweb.com.ar)
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