Las brujas de Zugarramurdi ni llevaban escoba, ni se transformaban en gato negro ni se reunían en un prado con el diablo disfrazado de macho cabrío. Las brujas de Zugarramurdi no fueron nunca brujas, aunque eso no les salvara de la hoguera a las once personas que murieron en el Auto de Fe de Logroño en 1610. Siete de ellas estaban vivas y otras cuatro sólo representadas por sus huesos, porque habían muerto en el proceso.
Coincidiendo con el cuarto centenario de este hecho, el antropólogo José Dueso ha publicado con la editorial Txertoa un libro en el que recoge los pormenores de todos estos acontecimientos. Se titula Historia y leyenda de las brujas de Zugarramurdi. De los akelarres navarros a las hogueras riojanasy aborda el origen de esta leyenda negra. "Zugarramurdi y Urdax eran parte del Monasterio de Urdax, vivían en régimen prácticamente feudal", explicó ayer Dueso en la librería Elkar de Pamplona. "El abad, para dar un escarmiento a algunos díscolos, avisó a la Inquisición y dice que hay brujas en el pueblo", dijo. "Las detenciones, sobre de todo de mujeres, prosiguieron a lo largo de todo el año 1609, y se fue creando el pánico. Al final, algunas de ellas fueron trasladadas a Logroño", resumió.
Falsos mitos
Dueso quiso derribar ayer algunos falsos mitos. "Tenemos la idea de que la Inquisición era malísima con las brujas, y no es así", aseguró. "Sí lo era con los herejes, pero la brujería se escapaba un poco de su ámbito", incidió. De hecho, ni siquiera tenían una doctrina clara en la que basarse, así que solían acudir a los manuales clásicos, como el Malleus maleficarum, un texto de finales del siglo XV. "Por eso, en todos los procesos de brujería de Europa salen las mismas cosas: convertirse en gato negro, el akelarre, el macho cabrío, vuelos nocturnos", enumeró. "Historias increíbles del que todos los inquisidores copiaron". Tampoco es cierto que fueran torturadas. "No hizo ni falta, con la simple amenaza fue suficiente para que a los implicados se les aligerar la lengua".
Hay que tener en cuenta también el factor del idioma, porque las gentes de Zugarramurdi y Urdax apenas hablaban castellano en aquella época. "Las traducciones de las confesiones son verdaderos disparates en algunos casos", prosiguió el antropólogo. Y puso como ejemplo concreto la palabra akelarre, que suele atribuirse a la unión de aker (macho cabrío) y larre (prado). "Parece ser que lo que quería decir la gente es que se reunían en el prado de alkerda, que es un tipo de hierba del que tomaba el nombre el barrio de Alkerdi, en Urdax.
Las fantasías que llegaron a decir ante el tribunal los acusados fueron tales que, una vez terminado el proceso, uno de los tres inquisidores se dio cuenta de que aquello era "un disparate". Así que redactó 5.000 folios dando cuenta de todos los errores y puntos inverosímiles que se habían dado.
También al contrario de lo que suele creerse, el Auto de Fe de Logroño no supuso un punto de partida, sino de término. "A partir de entonces, se acabó la caza de brujas en toda España", dijo el autor. "La Inquisición española llegó, incluso, a tener fama de permisiva".
Así que ni gatos negros ni escobas, que son, "un mito moderno de influencia anglosajona". Sin embargo, la leyenda sí quedó. Gracias a la mezcla de historia, folclore y mitología que ha llegado al imaginario colectivo, hoy todavía hay quien cree que aquellas mujeres tenían superpoderes. "Hay cosas que se cuentan de aquellas mujeres de Zugarramurdi que antes se atribuían a las lamias o a otros personajes mitológicos", cerró Dueso.
(FUENTE: diariodenavarra.es)
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