Desde hace décadas, las investigaciones históricas afirman que los aztecas (civilización que habitaba el actual estado de México), sacrificaban a los prisioneros de guerra españoles que capturaban durante sus enfrentamientos con los conquistadores. Sin embargo, un nuevo estudio elaborado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia de México ha roto este mito al llegar a la conclusión de que también mataban a sus propios esclavos (entre ellos ancianos, mujeres y niños). Así lo ha demostrado el análisis de una serie de huesos hallados en en el templo de Tenochtitlán por los investigadores de esta institución. Restos fechados entre 1440 (antes de la llegada de los europeos) y 1521.
Según ha explicado el arqueólogo Alan Barrera Huerta, la conclusión a la que han logrado llegar es que aquellos esclavos que eran asesinados para congraciarse con los dioses solían ser transportados hasta allí desde regiones conquistadas por los pobladores de Tenochtitlán. «Fueron traídos directamente desde sus lugares de origen», ha explicado.
Para realizar estas afirmaciones, el equipo ha analizado una pared en la que se «colgaron» los cráneos humanos una vez que fueron amputados. Concretamente, gracias a fragmentos de hasta seis personas diferentes para llevar a cabo su estudio. En base a ellos se ha podido determinar que algunas víctimas llevaban más de seis años viviendo con sus capoters antes de su muerte. Esto -junto con las fechas en las que han sido fechados- hace imposible que sean europeos.
El estudio
Estas conclusiones se enmarcan dentro la tesis de Barrera («Isotopía de estroncio aplicado a material óseo humano localizado en las ofrendas del Templo Mayor de Tenochtitlán»), una investigación que busca determinar el origen concreto de aquellos humanos que fueron sacrificados en el templo y cuyos restos aún se encuentran en el lugar. Dicho estudio comenzó cuando este arqueólogo recogió huesos -así como esmalte dental- de hasta seis víctimas ubicadas en una pared de piedra del templo. Estos fueron llevados posteriormente hasta la Universidad Nacional Autónoma de México, donde se les realizó un análisis de isotopía de estroncio.
Los resultados obtenidos mediante este proceso lograron determinar, en primer lugar, que no todos los fallecidos habían sido asesinados durante el periodo en el que Hernán Cortés y sus hombres llegaron hasta el territorio méxica, sino que habían vivido mucho antes, entre los años 1440 y 1520. A su vez, gracias a este estudio se ha logrado esgrimir que los huesos pertenecían a hombres que provenían de las regiones de Veracruz, Querétaro, San Luis de Potosí, Hidalgo, los Valle de Oacava o la región del Yucatán (entre otros). Es decir, lugares que nada tenían que ver con los «gigantes barbudos» que llegaban en sus buques desde el otro lado del mundo.
Finalmente, el estudio realizado por este arqueólogo ha logrado establecer que las personas a las que pertenecían estos restos habían vivido en la región mexica durante al menos seis años. Los diferentes datos hacen pensar, por tanto, que vivieron esclavizados por sus captores durante casi una década hasta que fueron asesinados. A su vez, y según ha determinado el diario Daily Mail» en base a una entrevista con el grupo investigador, entre ellos se hallaban -habitualmente- ancianos, mujeres y niños.
Todo ello ha sido averiguado gracias a un análisis de isotopía de estroncio, el cual busca restos de minerales determinados en los huesos para averiguar -entre otras cosas- de donde provenía su dueño. «Los huesos cambian su composición mineral entre seis a diez años de vivir en una determinada región y de acuerdo con la alimentación varía la firma isotópica, pero los esmaltes dentales que se forman en la vida intrauterina no se vuelven a modificar, por lo que esa huella se queda de forma permanente, aunque las personas cambien de residencia», determina el experto.
(FUENTE: abc.es)
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