La historiadora y escritora María Lara presenta «Brujos, magos e incrédulos en la España del Siglo de Oro», una recopilación de casos documentados de brujería que en la región significaron unos cincuenta acusados.
Son conocidas las historias de meigas en Galicia, fantasmas como la Santa Compaña o el aquelarre de Zugarramurdi (Navarra), el juicio contra brujas más conocido del país y que Álex de la Iglesia llevó al cine hace no mucho. Pero, ¿sabía que, en el Siglo de Oro español, Castilla-La Mancha también recogió juicios a supuestas hechiceras que robaban niños, las cortes estaban plagadas de personas en contacto con la magia y que la religión y el ocultismo convivían en una normalidad que se extendía a todos los estamentos y se hacía referencia en obras de la literatura universal? Pasen y vean las historias de hechicería en la Castilla del XVII.
«Brujos, magos e incrédulos en la España del Siglo de Oro» (Alderabán, 2013)es el título del libro de la historiadora y escritora alcarreña María Lara, quien a la vez que se documentaba para completar su tesis sobre el proceso de secularización del siglo XVII, se decidió también por investigar «el otro lado».
«Necesitaba anteponer la cara a la cruz y cual fue mi sorpresa al ver que había testimonios diferentes sobre brujas que volaban en distintos puntos de España».
Uso de drogas
Lara explica que, si bien físicamente no podían levantar el vuelo con sus escobas, utilizaban drogas como la belladona para poder desplazarse al menos mentalmente. «Es una época en que las mujeres estaban confinadas al espacio doméstico, que no podían casi salir de casa, mucho menos viajar como los hombres. Era la forma de muchas de revelarse, utilizando además un objeto tan cotidiano y femenino como la escoba».
Aunque estas creencias convivían perfectamente con la religión, muchos reyes echaban mano de famosos nigromantes para tomar decisiones importantes, y los brujos estaban entre las personas que pululaban a diario por los castillos. «Mi intención era reconstruir los espacios y analizar de forma rigurosa el pesa de la brujería y el afán de protegerse con ella o contra ella del rey y del mendigo», asevera Lara.
Muchas brujas prestaban un servicio a la comunidad, como las curanderas. Estas hechiceras utilizaban todo tipo de hierbas y remedios para curar enfermedades e incluso a veces eran consultadas como los médicos.
La Inquisición
«Convivían perfectamente con la medicina de la época y les pedían consejo en los casos más difíciles», explica Lara. Normalmente la Inquisición no tomaba represalias contra estas mujeres. Sí lo hacía, sin embargo, contra las brujas acusadas de actos malvados y que atemorizaban a la gente, como es el caso del juicio contra las brujas de Pareja, uno de los expedientes más ricos de la época en España.
«El primero de los episodios tuvo lugar en 1527. Se empezó a dar testimonio de brujas que decían que volaban desde pueblos como Sacedón, Buendía o Pareja hasta lugares como los campos sorianos de Baraona».
En esa misma época, Francisca Ansarona y Quiteria de Morillas, vecinas de Pareja, fueron denunciadas utilizar las vísceras de niños para elaborar pócimas macabras. «Es probable que alguna de ellas sí pudiera tener relación con las muertes», confirma Lara. De hecho, la propia Quiteria «fue sorprendida tratando de asaltar a niños». Francisca acabó autoinculpándose, diciendo que era bruja desde su juventud y que volaba «hasta dos palmos en el aire», según narra en el documento inquisitorial.
Segunda oleada
Tiempo después de la muerte de Ansarona, volvió a cundir el pánico, cuando las hijas de la Morillas, Ana la Roa y María Parra, fueron consideradas brujas por los vecinos de Pareja al volver a sucederse la muerte de niños por causas desconocidas. Las mujeres que quedaban embarazadas huían de ellas, «porque para conseguir dinero y comida, utilizaban el chantaje», asegura Lara. Pero por mucho que las películas hayan recalcado la búsqueda a veces a toda costa de culpables por la Inquisición, en muchos casos estos juicios a brujas quedaban inconclusos por parte de pruebas o porque se detenía la investigación.
«En Europa eran mucho más severos que en España, donde no se las solía ajusticiar», recalca la historiadora. En este caso de Pareja, el edicto condenó a María Parra a recibir 100 azotes por las calles, montada en un asno y desnuda de cintura para arriba. A voz de pregonero le fue decretado el destierro del obispado de Cuenca.
Se conservan documentos de medio centenar de acusados por toda la región. «No era una ficción, era una realidad que estaba omnipresente en la vida cotidiana de toda la sociedad», vuelve a recalcar Lara, quien relata que artistas como Goya o Quevedo hicieron referencia en sus obras a la faceta mágica del Siglo de Oro español.
(FUENTE: abc.es)
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