Las cuevas de Zugarramurdi son, sobre todo, un rincón mágico y sugerente lleno de resonancias esotéricas. En ellas se desarrollaron los acontecimientos que dieron lugar al proceso por brujería más renombrado de toda la historia de La Inquisición española. En 1610 fueron acusadas hasta 300 personas de Zugarramurdi y otros caseríos de los alrededores de haber participado en los aquelarres celebrados en estas mismas cuevas. De ellas, 53 fueron apresadas y llevadas a Logroño. El 7 y 8 de noviembre de 1610 se realizó en Logroño el Auto de Fe en el que, brujas y brujos, recibieron su sentencia: 21 fueron absueltos, 21 castigados por delitos menores y otros 11 terminaron en la hoguera quemados vivos, 6 en persona y 5 en efigie.
El conjunto de oquedades donde se desarrollaban los conjuros es un bello complejo cárstico situado a unos 500 metros del pueblo de Zugarramurdi. Túneles y recovecos modelados por efecto de la corriente del arroyo denominado 'Infernuco Erreka', que atraviesa el lugar de parte a parte, y de entre los que sobresale su sala principal, una enorme galería de 120 metros de longitud por unos 12 de alto. El conjunto está rodeado por alguna de las praderías donde tendrían lugar los principales actos ceremoniales de los adoradores del diablo. De hecho, el recorrido, perfectamente acondicionado por todo el interior de las cuevas, incluye la visita al prado denominado 'Akelarrea' o 'prado del macho cabrío', otrora escenario de danzas y orgías.
La historia de las brujas de Zugarramurdi tiene su arranque en el momento del regreso, en 1608, de una vecina del pueblo, María Ximilegui o María de Zugarramurdi. María había estado viviendo un tiempo en Francia, donde además formó parte de un conventículo brujeril durante un año y medio. Tras arrepentirse pidiendo regresar de nuevo al seno de la Iglesia, decidió confesar que había participado en dos ocasiones en aquelarres celebrados en Zugarramurdi, en el transcurso de alguna visita puntual a su pueblo.
Esta confesión desencadena una paranoica caza de brujas que comienza en enero de 1609 con la primera de las visitas de la Inquisición al pueblo. Una cacería que acabará implicando a un elevado número de vecinos tanto de Zugarramurdi como de todo el valle de Baztán y de la comarca navarra de 'Las Cinco Villas'. Gracias a las confesiones de aquellos acusados, inventadas o no, pueden apuntarse algunos datos de cómo se desarrollaban aquí las convenciones diabólicas.
Misas negras
Las reuniones de brujos se realizaban en lunes, miércoles y viernes, o bien en vísperas de determinadas festividades cristianas (Navidad, Semana Santa, San Juan...) con ánimo de contrarrestarlas. Antes de acudir, los convocados debían de untarse con un ungüento amarillo y nauseabundo realizado con sesos y huesos de cadáveres hervidos con belladona. Además, también se utilizaban polvos elaborados con sapos, culebras, salamandras, caracoles, babosas... Los ritos se celebraban en los prados adyacentes a las cuevas, entre ellos el mencionado 'prado del aquelarre' -aquelarre se compone, en vascuence, de 'aker' (cabrón) y 'larre' (prado)-, mientras que en el interior de la gran sala se situaba el trono del Maligno. Allí tenían lugar las misas negras, actos de necrofilia, y danzas alrededor del fuego que se culminaban en la práctica de una orgía generalizada.
Hoy por hoy, el pueblo de Zugarramurdi vive en buena parte de sus brujas y brujos. Aunque no por el efecto de hechizos y sí por el gentío que arrastra la fama de sus cuevas. ¿Que si en verdad las hubo o las hay? Pues como en otros lugares, y aunque nadie ponga la mano en el fuego por aquello de no acabar precipitadamente en la hoguera: "Haberlas seguro que hubo y que también haylas".
(FUENTE: elnortedecastilla.es)
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