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martes, 11 de agosto de 2020

Descubren una antigua ofrenda inca en el lago Titicaca


El lago Titicaca era un espacio sagrado para el antiguo imperio andino de los incas, que en su apogeo a principios del siglo XVI controlaba un territorio que abarcaba desde Colombia hasta Chile. Los incas construyeron más de 80 templos y otras estructuras para varios rituales en la Isla del Sol, en la parte sur del lago en Bolivia. Según el mito, allí nació el dios sol y sus ancestros primordiales surgieron de una roca y dejaron ofrendas en las aguas circundantes mientras rezaban fervientemente.

Un nuevo descubrimiento, publicado en la revista Antiquity, ofrece más información sobre el sistema de creencias inca, que no solo estaba vinculado a la política, las plegarias de fertilidad y a una diosa conocida como Mama Cocha, sino también a ofrendas de sangre que enturbiaban las aguas de los lagos más grandes del mundo.

Durante la exploración subacuática del lago, que se extiende por la frontera entre Perú y Bolivia, un equipo internacional de arqueólogos recuperó una caja de ofrendas hecha de andesita, una roca volcánica local, que yacía en un arrecife a unos 5,5 metros de profundidad. La caja, que medía aproximadamente 35 por 25 por 16,5 centímetros, tenía una cavidad cóncava sellada con un tapón de piedra redondo que había permanecido intacto desde que depositaron la caja hace más de cinco siglos.


La caja de ofrendas estaba hecha con piedra volcánica local y sellada con un tapón de piedra redondo. A diferencia de hallazgos previos, esta ofrenda estaba intacta y cubierta de sedimentos, lo que apunta a que no la han movido desde que la tiraron al lago hace 500 años.


La caja contenía un cilindro diminuto recubierto de oro y una figurita de una llama hecha de Spondylus, la concha de color coral de una ostra espinosa que era rara y valiosa. Los arqueólogos creen que el cilindro podría ser una réplica en miniatura de una chipana, un tipo de brazalete que llevaban las mujeres nobles incas en el antebrazo derecho. La llama representa al robusto animal de carga de los incas.

Ofrendas con varios significados
Este no es el primer hallazgo de este tipo en el lago. Los rumores de un tesoro sumergido atrajeron a los conquistadores españoles al Titicaca y un documento de de 1541 menciona a 10 hombres que se ahogaron mientras lo buscaban. En tiempos modernos, buceadores como el famoso explorador Jacques Cousteau han escudriñado las aguas desde los años cincuenta.

A lo largo de décadas, varias expediciones han encontrado más de dos docenas de cajas de ofrendas con formas distintas en otro arrecife, pero su contenido solo se había preservado en su totalidad o en parte en cuatro de ellas. Esas ofrendas eran figuritas de humanos, hombres y mujeres, y de llamas, y estaban elaboradas con materiales raros y valiosos como plata, oro y conchas de Spondylus. En una de las cajas había tupus de oro —unos pines para sujetar los chales incas—, lo que apunta a que las figuritas humanas estaban cubiertas de ropa colorida tradicional que se descompuso a medida que el agua se introducía en la caja de ofrendas.

Las ofrendas «tenían varios significados complementarios» que oscilan de declaraciones políticas a simples plegarias agrícolas, indicó el coautor del estudio, Christophe Delaere, por email. Delaere es el director científico de proyectos de arqueología subacuática en el lago Titicaca de la Universidad Libre de Bruselas.

En su adoración del lago, es probable que los incas se vieran influidos por las tradiciones del pueblo que vivió allí antes que ellos: los tiahuanaco o tiwanaku, una civilización prehispánica que, según se cree, vivió en los actuales países de Bolivia, Perú y Chile entre el 200 a.C. y el 1000 d.C.

«Sospecho que había una cantidad limitada de lugares donde los incas hacían ofrendas y que estas se fabricaban por motivos que existían antes de su ocupación. Los incas hacían ofrendas en lugares que ya figuraban en las creencias de las personas antes de llegar al lago Titicaca», contó por email Johan Reinhard, explorador de National Geographic y arqueólogo especializado en paisajes sagrados prehispánicos.

Es posible que las ofrendas estuvieran vinculadas a un culto de antepasados de los incas y a las ceremonias de peregrinación que tenían lugar en la Isla del Sol. Al centrar su mito original allí y al convertirla en el emplazamiento de los rituales, los incas hacían una declaración sobre el imperio.

«Las ofrendas ceremoniales al lago eran actos tanto simbólicos como políticos para legitimar el poder de la ocupación inca de este espacio sagrado mediante un ritual», explican en el estudio Dealere y su coautor José M. Capriles, arqueólogo de la Universidad del Estado de Pensilvania.

Oro y sangre
A otro nivel, los arqueólogos creen que el cilindro de oro podría haber estado atado a la llama como guiño a la expansión del imperio inca en esta región abundante en oro a mediados del siglo XV. «Los incas creían en tradiciones religiosas que nunca se separaban de las políticas y las económicas. Todas estaban vinculadas de forma inextricable», dijo Reinhard, que no formó parte del equipo que descubrió la caja.

También es posible que la nueva ofrenda y otras anteriores estuvieran vinculadas a plegarias por la fertilidad de los rebaños de llamas y alpacas. De hecho, la mitología inca sostenía que esos animales procedían de los lagos. Los incas también podrían haber rezado por la tierra fértil y las cosechas abundantes. La concha de Spondylus, que procedía de las aguas de Ecuador, a unos 1930 kilómetros, se empleaba en rituales que pedían lluvia porque estaba relacionada con el océano y con Mama Cocha, la diosa madre de las aguas, ambos vinculados al lago Titicaca.

Según Alonso Ramos Gavilán, un clérigo español del siglo XVII que escribió una monografía sobre los rituales incas en el lago, las ofrendas depositadas allí iban acompañadas de sangre. A veces se sacrificaba a un animal o un niño para aplacar a los dioses y la sangre de la víctima se vertía en la cavidad de la caja de ofrendas, que después se sellaba. Mientras bajaban la caja al fondo del lago con unas cuerdas, el agua se infiltraba en la cavidad, se mezclaba con la sangre y salía al lago, tiñendo el agua circundante de rojo.

La nueva caja tiene unos orificios que, según creen los arqueólogos, podrían haber servido para colocar las cuerdas al bajarla desde un barco. Es imposible determinar si contuvo sangre en su día, ya que no quedan restos del fluido. Con todo, es posible que la sangre formara parte del lúgubre ritual que envió esta ofrenda al lecho del lago junto con las súplicas de un imperio.

Mientras los científicos siguen peinando las profundidades del extenso lago Titicaca —que tiene una superficie de casi 8300 kilómetros cuadrados—, no cabe duda de que encontrarán más pruebas de los misteriosos rituales incas.

«A veces se cree que hoy ya se ha explorado todo el planeta, pero el 70 por ciento está cubierto de agua», indica Delaere. «El mundo subacuático se ha explorado muy poco y ofrece posibilidades infinitas de investigación y descubrimientos».

(FUENTE: nationalgeographic.es)

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