Mucho se ha hablado sobre la Ouija, artefacto con el cual se supone que una persona puede comunicarse con los fallecidos; hoy les hablaré de un caso ocurrido en la ciudad de Mérida que fue impactante y que, al parecer, provocó la muerte de un joven.
Su madre, a ocho años de la tragedia, decide hablar en exclusiva y romper el silencio. Pero vayamos por partes; para entender este caso debo informar cómo me enteré del mismo.
En el año 2004 conocí a un joven de apenas 17 años de edad que se dedicaba a coleccionar ouijas, tenía 23 de estas tablas, algunas habían sido regalos de sus tíos, adquiridas en viajes al extranjero; su propio papá, quien por cuestiones de trabajo frecuentaba la capital del país, también compró algunas a petición de su hijo.
Cuando lo entrevisté, le previne sobre lo malo que podría ser coleccionar estos objetos. Me respondió que las jugaba con mucha responsabilidad con el fin de ayudar a las almas en pena, que tenía un “don” y que su afición inició cuando compró una en un supermercado en Mérida, dos años atrás.
Y aunque al principio se decepcionó porque no pudo contactar a ningún muerto, posteriormente se enteró de que, para que la Ouija funcionara, tenía que “curarlas”, es decir, hacer una especie de conjuro o ritual especial: “te juro que si se hace, sí te puedes comunicar con los muertos”, me dijo en ese entonces.
Cartas póstumas
Tras la entrevista, pasaron dos o tres años sin tener contacto con este joven, hasta que un día su madre me llamó para informarme que su hijo había muerto en un accidente meses atrás y me preguntaba si quería quedarme con las ouijas.
Acudí al domicilio de la señora y me explicó lo que pasó: “Jorge, estamos muy asustados. Una semana antes de que mi hijo muriera (en un accidente de tránsito en la carretera a Progreso), se despidió de nosotros. Dijo que su labor en el mundo de los vivos estaba concluída y nos pidió que por favor le entregáramos cada una de sus ouijas a determinadas personas, que cada una tenía un sobre cerrado con el nombre y dirección de cada uno. Nos asustó al principio lo que nos dijo pero no le dimos importancia, pues no era la primera vez que decía cosas raras”.
“Una semana después vino el accidente, quedamos devastados, nos dijeron los peritos que él provocó el accidente, no tenía alcohol en su sangre, una especie de suicidio; hasta un mes después nos acordamos de lo de las ouijas pero no nos atrevimos a llevarlas a las personas, solo abrimos los sobres para saber a quiénes se les iba a dar, cuando abrimos uno de estos vimos tu nombre y teléfono y mi hermana fue la que te reconoció e insistió para que te habláramos y te entregáramos la Ouija y la carta que te dejó mi hijo”.
En la misiva, el joven me decía que cuidara bien esa Ouija porque era la más fuerte, que se pudo comunicar con muchos difuntos a través de ella y sabía que, por mi tipo de trabajo, yo podría cuidarla muy bien.
Han transcurrido ocho años de la muerte del muchacho, y siete de que “heredé” la Ouija, pero apenas hace unos días me reencontré con su madre, le pregunté, entre otras cosas, qué hizo con los otros “juguetes” y me dijo que aún los conserva, que una vez se atrevió a usar una de ellas y que de forma breve pudo contactarse con su hijo, quien le aseguró que se suicidó por culpa de las ouijas”…
(FUENTE: zocalo.com.mx)
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