Ser acusada de practicar la brujería en Malawi es un delito que se paga con la cárcel o con la vida. En septiembre de 2010, la Asociación para el Humanismo Secular lanzó la denuncia de que 86 personas habían sido enviadas a prisión por "actos de brujería", con penas que iban de los cuatro a seis años de cárcel. "Pedimos al presidente del país que libere a los condenados", exigían.
Generalmente las arrestadas son ancianas a las que se acusa de embrujar a niños. Casi nueve meses después, hay aún más de 50 personas encerradas bajo la complicada acusación de hacer magia. Las pruebas son casi inexistentes, basta con señalar con el dedo y demostrar que algo malo le ha pasado a un crío. Esa es una cara del problema, la otra, más dura aún, acaba con la muerte de los supuestos hechiceros.
El último caso es el de una abuela de 82 años que ha terminado en prisión tras ser denunciada por su hijo de hacer brujería con su nieto, explica la agencia AFP. "¿Para qué iba a encantar a mi propio nieto?", dijo la mujer con voz suave en el juicio. De nada le sirvió que no hubiera más prueba que la dolencia del niño, fue condenada, junto a dos colaboradores, a pagar una multa de 33 dólares, algo prohibitivo para una población que vive de media con menos de dos dólares al día. El no pagar la multa es lo que ha hecho que todos terminaran en prisión. Sin embargo, la intervención de la AHS, que pagó la multa, ha permitido que la anciana salga de nuevo a la calle.
El problema es que la creencia en la brujería es algo muy extendido en Malawi entre los propios jueces y policías. Un caso especial es el de Namakhalepo Kamphata, que ha a sus 83 años acaba de salir de prisión tras tres años de encierro. Fue condenada junto a su sobrino, Chigayo Tchale, de 62 años, por hechizar a un niño que murió de repente en la aldea. Tchale murió en la cárcel. "Están enfermos y viejos. Han sido rechazados por la sociedad y necesitan nuestra ayuda", dicen desde la asociación humanitaria.
Desde la Policía, su portavoz Davie Chingwalu da una versión distinta: "En muchos casos se les protege de la justicia popular". Una realidad, la de tomarse la justicia por su mano, que confirma otra asociación religiosa, la comunidad de Sant Egidio. "Durante los últimos meses se han producido episodios de violencia que han llevado al asesinato de varias personas a las que se acusaba de estar poseídas por el maligno". Ponen ejemplos.
"A finales de enero tres hombres apalearon hasta la muerte a Chrispin Kaetano, un niño de 12 años huérfano, que vivía con sus tíos, y al que se acusó de provocar un ataque de malaria que afectó a un familiar". El 21 de febrero, la víctima fue Maureen Mbyale, una joven a la que se acusó de ser bruja por sus propios familiares. "Vivía con sus sobrinos y uno murió y otro enfermó repentinamente. La familia consultó a un brujo que acusó a Maureen de ser la causa de las desgracias. Se la encontró con el cráneo fracturado", denuncian en la comunidad religiosa.
(FUENTE: elmundo.es)
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