El único español incluido en las listas de los libros más vendidos en Estados Unidos visitó la Feria del Libro de Bogotá, pero antes decidió ir a las ruinas de San Agustín.
¿Hasta dónde lo llevó ‘El ángel perdido’?
Casi hasta el fin del mundo, al Monte Ararat, una cumbre de 5.165 metros de altura, mencionada en la Biblia, donde muchos creen hoy que está congelada, en el glacial eterno de su cumbre, el arca de Noé.
¿Llegó a la cima?
Llegué hasta los 4.650 metros porque una tormenta me impidió alcanzar el cenit, pero me sorprendió a unos pocos metros de una roca muy misteriosa que la CIA en 1949 llamó “La anomalía del Ararat” y que muchos creyeron que era el arca, si no llegué fue quizá porque no le pedí permiso a Dios, porque los curdos de esa región piensan que quien descubra el arca tendrá que haber recibido previamente permiso divino.
¿Qué lleva a un escritor a ir no sólo al Monte Ararat, sino a Turquía, España y Estados Unidos para encontrar los escenarios de una historia?
Querer hacer algo que no hizo Julio Verne con sus novelas o que no ha hecho Ken Follett con algunos de sus libros, es decir, darle al lector la impresión de primera mano de los escenarios que describes, eso es fundamental y lo he aprendido gracias al periodismo. Si tú ves las cosas que suceden con tus propios ojos, esa óptica no te la roba nadie, es la tuya y es muy auténtica.
Entonces, ¿cuál es la línea que se traza en esta novela entre la ficción y la realidad?
Ninguna, yo pretendo hacer dudar al lector, mi propósito último con las novelas es que aquel que busque información termine dudando de dónde empieza la ficción, y el que busque sólo ficción termine dudando de dónde empieza la realidad.
La historia de la novela transcurre en 72 horas, ¿cómo desarrolló ese tiempo en 527 páginas?
Con mucha pasión. Las novelas de hoy deben mucho al cine y a la televisión, en ambos medios las cosas suceden muy rápido porque de lo contrario el espectador hace zapping, y esto está a punto de pasar con la novela, o las cosas suceden rápido y enganchas al lector en la primera página o corres el riesgo de que te cambien rápidamente por otro texto.
¿La literatura está mutando ante nuestros ojos?
La influencia de los medios de comunicación, las redes sociales y lo inmediato está haciendo que la literatura tenga que estar a la altura de esos nuevos lectores. Leemos más que nunca en la historia de la humanidad, también escribimos más que nunca, por eso el escritor tiene un gran reto: muchos competidores y muchos lectores acostumbrados a leer a otra velocidad.
¿Qué le atrae de los enigmas del pasado?
Que tienen muchas respuestas para el futuro. Un ejemplo es el diluvio universal, que plantea un cambio climático que hace cinco o seis mil años cambió el perfil de las cosas del planeta y estuvo a punto de exterminar a la humanidad. Ese cambio puede volver a ocurrir, así que debemos leer el pasado para aprender la lección.
¿Cree en lo sobrenatural?
Quiero creer.
¿Imagina que ‘El ángel perdido’ pueda llegar al cine?
Hay posibilidades, pero rezo todos los días porque el director que lleve esta novela al cine haga una buena película, no una buena adaptación. Creo que la cuadratura del círculo se conseguirá si se logra algo parecido al Nombre de la Rosa de Umberto Eco, fue un maravilloso libro y la película de Jean-Jacques Annaud fue perfecta, ambas bebieron del mismo espíritu, pero eran distintas.
¿Qué lo motivó a emprender, en bus, la gira más grande que se haya visto en España para la promoción de un libro?
La literatura está mutando y la barrera tradicional entre la torre de marfil en la que vive el escritor y donde viven los lectores está desapareciendo. El escritor debe ser uno más de la comunidad, es el encargado de contar historias, es el trovador de la Edad Media, pero trasladado al siglo XXI y hay que estar entre la gente.
¿A qué tema le debe una novela?
A San Agustín, en el Huila colombiano. Fue un enigma para mí desde niño y ahora que lo conocí he quedado fascinado.
(FUENTE: elespectador.com)
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