Arqueólogos subacuáticos descubrieron dentro de un cenote localizado a 2 mil 300 metros de la pirámide El Castillo, en Chichén Itzá, Yucatán, una gran ofrenda mortuoria dentro de un nicho natural sumergido.
Según los expertos, sobre este descubrimiento deducen que la ofrenda fue depositada en la época prehispánica como ritual de petición de lluvia en los siglos IX y X, cuando los mayas padecieron dos periodos de sequía en la región.
El arqueólogo subacuático Guillermo de Anda, quien durante los últimos cuatro años ha llevado a cabo esta labor de investigación, informó que el descubrimiento de este tipo de ofrendas apunta a una práctica ceremonial recientemente identificada y en proceso de estudio, que se ha registrado en cinco cenotes de la península de Yucatán.
Cabe señalar que la ofrenda localizada en el nicho se compone de huesos humanos de al menos seis individuos -probablemente sacrificados durante un par de intensos periodos de estiaje, hace aproximadamente mil 200 y 900 años-, así como vasijas de cerámica, cuentas de jade y de concha, cuchillos de pedernal, bifaciales, artefactos redondos fabricados en concha (probables anteojeras identificadas con atributos de Tláloc, deidad de la lluvia), huesos de animales y gran cantidad de carbón que probablemente fue utilizado en el ritual.
De Anda destacó que cualquiera que haya sido la razón del ritual, es claro que las personas no eran arrojadas desde la superficie, sino colocadas en las paredes del cenote. Las hipótesis indican que las oblaciones pudieron estar dedicadas a las deidades de la lluvia, para pedir agua, en tanto que la antigüedad de las ofrendas -que tentativamente corresponderían al Clásico Tardío (600-900 d.C.) y Posclásico (900-1521)-, coincide con la época en que fuentes documentales refieren a dos intensos periodos de sequía en la zona padecidos en los siglos IX y X.
Esas sequías, indicó el arqueólogo, documentadas en estudios paleoclimáticos, han sido atribuidas como probables causantes del llamado Colapso Maya.
Se destacó que este sitio nunca había sido explorado y por lo tanto su contexto está inalterado, por lo que además de la ofrenda mortuoria, en el fondo del cenote, a 50 metros de profundidad, se descubrieron otros restos óseos de unos 20 individuos y más de un centenar de elementos de huesos de animales, cerámica y esculturas, entre las que destaca un portaestandarte con características similares a un jaguar, así como una figura con anteojeras, semejante a los rostros que aparecen en las vasijas tipo Tláloc registradas en la cueva de Balankanche, Yucatán.
Estas características lo hacen un símil del Cenote Sagrado de Chichén Itzá, el más importante de la región.
Cuando se realizaron las investigaciones en el Cenote Sagrado entre los años 1882 y 1968, los pocos adelantos en la metodología y técnica de investigación propiciaron que se perdiera mucha información, por lo que el estudio de este nuevo cenote podría ayudar a contestar muchas incógnitas que quedaron sin respuestas respecto al primero, que probablemente es el más importante de toda el área maya, añadió De Anda.
De los nichos naturales localizados el arqueólogo subacuático advierte que el encontrado en Chichén Itzá, a través de un trabajo de colaboración con el arqueólogo Rafael Cobos, titular del Proyecto Arqueológico "Chichén Itzá. Estudio de la comunidad Clásico Terminal", es el ejemplo más claro y completo de esa práctica ceremonial.
Este descubrimiento se registró durante los trabajos de investigación en cuevas y cenotes de Yucatán, derivado del proyecto El Culto al Cenote desarrollado por la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY), bajo supervisión del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta).
(FUENTE: eluniversal.com.mx)
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