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domingo, 2 de mayo de 2010

El aeródromo maldito de Boreham


Durante la Segunda Guerra Mundial, las historias de brujas y maleficios tuvieron un gran auge para intentar "explicar" algunos sucesos o comportamientos extraños como, por ejemplo, por qué la Operación "León Marino" no se llegó a producir jamás, a pesar de que, según parece, sí que se podría haber lanzado.

Para algunos, se debió a que las brujas de toda Inglaterra se reunieron en un Bosque de Hampshire para celebrar el Great Circle ("Gran Círculo": ritual pagano-wiccano ceremonial), que, al parecer, se saldó con éxito por tercera vez, ya que había sido convocado sólo dos veces más en la Historia: una, durante la amenaza española de la Armada Invencible; la otra, durante la amenaza francesa de Napoleón Bonaparte I.

La historia del aeródromo de Boreham, que nos sitúa en Boreham, cerca de la ciudad de Chelmsford, Essex Inglaterra, una pequeña aldea y parroquia inglesa, en el mes de mayo de 1943, cabe en la misma categoría, ya que se referiría también al poder de las legendarias brujas inglesas.

Boreham, que existía desde el Siglo XI (figura en el Libro de Winchester, publicado en 1086 por el Rey Guillermo I de Inglaterra), en 1930 tenía 12 kilómetros cuadrados de extensión, fue comprado en los Años `30 por Henry Ford, construyéndose el Instituto Henry Ford de Ingeniería Agrícola, destinado a la mecánica de los tractores. De geografía levemente ondulada, era atravesada por una Calzada Romana, y presenta edificios del Siglo V y anteriores.

Por aquel entonces, la Fuerza Aérea Estadounidense (1943), también conocida como USAAF por sus siglas en inglés -United States Army Air Force-, se propuso construir en esta localidad rural británica una Base Aérea Militar.

Ese mismo mes, el 861º Batallón de Ingenieros del Ejército de los Estados Unidos de Norteamérica comenzó los trabajos de acondicionamiento del terreno para permitir el despegue y aterrizaje de los Bombarderos Pesados B-17 "Flying Fortress", que debían atacar el corazón de Alemania.

Para aplanar el terreno que serviría para situar una de las tres Pista de Despegue y Aterrizaje, que medirían 1.600 metros se tenía que quitar de su emplazamiento actual una gran piedra situada en el Bosque de Dukes. Los habitantes de los alrededores, al ver que los Ingenieros se disponían a levantar la piedra para cambiarla de sitio, les advirtieron de que no se les ocurriese hacerlo.

Al parecer, bajo esa roca estaba enterrado el cuerpo de una bruja medieval que fue quemada por la Iglesia. Además, según se decía, allí había aparecido, en 1856, el cadáver del Guardabosques de Dukes, cuyo asesino jamás fue hallado.

Los americanos, (curiosamente precavidos para la época), recurrieron a la opinión de expertos arqueólogos, que, a la vista del aspecto de la roca, determinaron que debía de tratarse de algún antiquísimo altar pagano de los antiguos pobladores de las Islas Británicas, que debieron vivir antes de la conquista de Gran Bretaña por el Imperio Romano.

Sea como fuere, nadie, ni aldeanos ni soldados, quería ni se atrevía a mover la piedra de su sitio. Sólo un Ingeniero, que al parecer no creía en historias de brujas, maleficios y fantasmas, se decidió a cumplir con su trabajo.

Sin embargo, cuando se disponía a recoger la roca con la pala de una excavadora, ésta sufrió una avería en el momento preciso en el que el metal tocaba la piedra. Para todos, esa fue la prueba de que el lugar estaba bajo los poderes de un maleficio. Poco tiempo después, algún otro “valiente” se atrevió a finalmente a enfrentarse a la roca. Esta vez, la excavadora levantó y trasladó la piedra fuera del recorrido de la Pista sin ningún problema.

Sin embargo, días después, muchas cabezas de ganado de los lugareños cayeron víctimas de una repentina y extraña enfermedad, lo que rápidamente fue achacado a una cruel venganza de la bruja enterrada bajo la roca al ver perturbada la tranquilidad de su reposo.

No mucho tiempo después, las supersticiones terminaron por ceder y el Campo de Aviación fue definitivamente levantado en Boreham, sin ningún incidente más.

Sin embargo, lo más inquietante estaba por llegar.


Días después de construida la Base, un Thunderbolt del 56º Grupo de Caza llegó a la zona con una avería grave, que le forzó a realizar un aterrizaje de emergencia en la Pista recién finalizada.

El piloto murió en el acto cuando el Tren de Aterrizaje Delantero de su aparato chocó contra una excavadora de los Ingenieros.

Por supuesto, la excavadora era la que habían empleado los Ingenieros para remover de su posición original a la “roca maldita”.

Este acontecimiento, considerable como fortuito, no debió de sentar nada bien a los ánimos de los soldados y lugareños, que, cada vez más, se iban conveniciendo de la veracidad de la existencia de una maldición sobre la piedra.

Semanas más tarde, el Comandante en Jefe del Aeródromo, declarado anti-supersticiones, murió de un repentino e inexplicable ataque al corazón. Por suerte, el fallecimiento del Jefe de la Base debió de parecer suficiente a la bruja, pues no volvió a pasar nada “extraño” en Boreham.

Poco a poco, la vida volvió a la normalidad y la rutina en la Base y el pueblo, olvidándose todo el mundo de la historia de la bruja, la piedra y la maldición.

La Segunda Guerra Mundial continuó, y Boreham siguió sirviendo a los Aliados Occidentales como plataforma de lanzamiento de B-17 y Martin B-26 Marauder del 394º Grupo de Bombarderos Medios contra Alemania, así como de aparatos C-47 Dakota del 315º Grupo de Transporte de Tropas, para más de un centenar de misiones.

Cuando finalizó la guerra, todo el mundo en Boreham, que aumentó considerablemente su tamaño y densidad demográfica, perdió el interés por la roca de manera definitiva.

El Aeródromo se convirtió, primero, en Pista de Pruebas de la Ford y, después, en Sede de la Ambulancia Aérea de Essex y de la Policía Local Aérea de Essex, y como colofón, cabe destacar que la piedra “maldita” adorna hoy el aparcamiento de un Pub local...

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