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domingo, 6 de enero de 2013

Investigación: la otra máscara de Hitler


¿Cuándo terminarán historiadores e investigadores de escudriñar la vida privada de Adolf Hitler? probablemente nunca, porque surgen facetas poco conocidas de sus años anteriores a la captura del poder en Berlín.

Hacia ese horizonte nos conduce Behind the Mask of Hitler (Detrás de la Máscara de Hitler) en cuyas 230 páginas Aytun Atndal, con el apoyo de incontables documentos, revela que Hitler tenía una fascinación por las ciencias ocultas, repasa sus oscuros orígenes, desde la metamorfosis de su apellido, su vida familiar, el medio en el que creció, la gente que influyó en su pensamiento y acción, y en la construcción de su singular ideología.

Pero si es fascinante el tema, también lo es el autor del libro. Aytun Atindal vive en Estambul, donde cultivé su amistad y me enteré que es la autoridad número uno en el mundo en tópicos relativos a las sociedades secretas, al ocultismo y a los anagramas. Atindal tiene 23 libros publicados, siete de los cuales están vedados en Turquía, su país. Su oposición a los gobiernos opresores y su lucha por la liberación femenina en el universo musulmán, batallas por los derechos humanos y por el secularismo, lo condujeron más de una vez a la cárcel.

Hitler parece predestinado al misterio desde su cuna natal en Waldviertel y en la cercana Brunau on-Inn, ambos caseríos conocidos en el Medioevo por ser refugio de brujas, médiums y de gente engolosinada por sus poderes sobrenaturales. Cuando comenzó su vida política escogió como cuartel general espacios boscosos como Ratensburg en la Prusia Oriental, donde emulaba al lobo, quizá por ello bautizó su guarida Wolfsschanze.

De prodigiosa memoria, su biblioteca contaba con 15 mil unidades, de las cuales 9.000 se referían al ocultismo, al esoterismo, a la alquimia y a las artes arcanas.

De talla mediana, tenía encanto por sus propias manos y sus dedos. Henrich Hoffmann, su fotógrafo personal (aquél que le presentó a Eva Braun) captó varias tomas de sus manos, cuando practicaba la onomancia.

Interpretaba sus sueños de caballos blancos con técnicas hipomaníacas, sin desdeñar otras prácticas espiritualistas como la licantropía o sea la transformación del hombre en animal, particularmente en lobo. Predecía el comportamiento de sus interlocutores asistido por la estolisomancia (el estudio de la ropa); la metopomancia, basada en las líneas de la frente; o la onicomancia, revisando las uñas.

Entre sus bizarras costumbres, se cuenta que Hitler paliaba sus crónicos dolores de estómago con 77 píldoras herbales preparadas expresamente para él por sus médicos homeópatas.

Los últimos capítulos del libro se refieren al curioso rol que cumplió el barón Rudolph von Sebottendorf, primero en Alemania como asesor de Hitler y después en Estambul, donde espiaba, escribía, fornicaba y se apegaba a la vida hasta sus 88 años, sin ser inquietado en ese país tan condescendiente con los nazis.

(FUENTE: la-razon.com)

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