Los sacerdotes vudú en Haití no salen hoy del asombro pues, según sus pronósticos, era improbable que el Senado ratificara a Garry Conille para el cargo de primer ministro, por ocurrir la votación en octubre.
Los creyentes haitianos consideran de mala suerte emprender cualquier trabajo, tarea o discusión, ya sea familial o política, durante este mes, pues le atribuyen males y pesares que justifican en insólitas coincidencias históricas desde los tiempos de la Revolución.
En octubre de 1806, tropas de Alexandre Petion y Henri Christophe asesinaron al emperador Dessalines, el primer emperador negro de América, y este profirió una maldición a la que los haitianos atribuyen todos los males padecidos por la nación.
Ese levantamiento provocó la división del país en dos, por una parte, la República, al sur, gobernada por Petion y al norte, el Estado, dirigido por Christophe, que después se hizo nombrar rey y armó una corte de estilo europeo, con palacios, nobles, siervos y pajes en pleno Caribe.
Pero en octubre de 1811, otro motín destronó al rey del norte, que se vio obligado a suicidarse de un disparo con una bala de oro en la famosa fortaleza de Sans Souci.
En este mes, en 2010, apareció la epidemia de cólera que dejó ya más de seis mil 500 muertes y en 1957, marcó el inicio de la dictadura de Francois Duvalier, y también la de Raoul Cedras, tras derrocar el 30 de septiembre a Jean-Bertrand Aristide.
Es además, el tiempo de los grandes huracanes en el Caribe, cuando llega a su mayor actividad la temporada ciclónica y las lluvias anegan casi siempre las zonas bajas de Puerto Príncipe y destruyen las cosechas.
Por todo eso, muchos de los practicantes de la religión más popular de Haití no guardaban esperanzas de que la sesión del Congreso aprobara el candidato del presidente Michel Martelly para la jefatura de Gobierno, y menos cuando los dos anteriores fueron rechazados.
Martelly, por su parte, aseguró hoy que la ratificación de Conille implicaba un punto de inflexión en el proceso de cambios en el país, un anuncio tomado por los huogán (sacerdotes) como buena señal, símbolo de la esperanza en un nuevo tiempo para el país elegido antaño por los grandes Loas (dioses) de África.
(FUENTE: prensa-latina.cu)
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