"Raras veces en mi vida de crítico de arte me he quedado tan pasmado como delante de las acuarelas de Georgiana Houghton. Las fechas de sus dibujos hicieron que me restregara los ojos con incredulidad [...] Ha aparecido una artista en el arte que reescribe la Historia", dice Waldemar Jannuszczak, veterano crítico de arte que siempre encuentra alguna pega a las exposiciones en sus textos de The Sunday Times.
En The Guardian, el crítico Jonathan Jones se rinde también a los pies de la oscura artista victoriana, nacida en España. "Es la primera artista abstracta [...] Esta mujer fue un genio que sólo pudo crear y enseñar su arte atribuyéndolo a hombres blancos muertos", argumenta Jones. Sin duda, la exposición de Georgiana Houghton ha sido la revelación en el mundo del arte londinense a pesar de ser una muestra modesta que hace honor a aquello de que "el perfume bueno va en frasco pequeño". Algunas de sus obras se parecen a las de los inicios de la americana Georgia O'Keeffe (1887-1986) que expone en Tate Modern con gran bombo publicitario.
Seguramente no se reescribirá la Historia del Arte porque la galería Courtauld haya rescatado a Georgiana del olvido. La artista, una mística incluida en el cajón del arte Brut o el no académico de autodidactas, nació en Las Palmas de Gran Canaria el día 20 de abril de 1814. Fue la séptima de los hijos de una familia de comerciantes que se trasladó a Londres, donde se formó Georgiana. La muerte de una hermana, a la que se sentía muy unida, en 1851 la llevó a intentar comunicarse con el espíritu de la difunta. El espiritismo, a su manera compatible con la religión cristiana, llevó a Georgiana en 1861 a producir dibujos de la mano de... los fantasmas. "El espíritu es quien conduce mi mano cuando pinto sin que yo pueda hacer nada para controlarlo", escribe Georgiana sobre su propia producción.
El resultado de esta interrelación espiritual son auténticas obras de arte que, de haber sido conocidas y difundidas, se hubiesen adelantado a Wassily Kandinsky y sus teorías del arte abstracto de 1910. Georgiana hubiese sido la fundadora de este arte en lugar del ruso. Mundos cósmicos en los que reina el orden del desorden. Pero, a diferencia de Kandinsky, la canaria vivió en la oscuridad del espiritualismo en la época victoriana en Londres. La vida no le fue bien. Su familia empobreció y ella se enganchó al espiritismo, convencida de que la comunicación con los espíritus era la mejor forma de acercarse a Dios. Hacía de médium y producía obras de arte o "dibujos de espíritus".
En 1871 contaba con una producción de 150 obras que quiso exponer en la New British Gallery, en Bond Street. Se arruinó con la exposición. La muerte de sus padres y de sus protectores familiares la incitaban en su objetivo de comunicarse con los muertos. Se hizo fotógrafa en un estudio de Londres para captar con la cámara fotográfica sombras y signos de otras vidas, ajenas a la suya. Murió en la pobreza en 1884 en Londres. La mayoría de sus obras recalaron en la Unión de Espiritistas Victorianos de Melbourne (Australia), donde fueron enviadas para una exposición que no se llegó a realizarse.
La exposición que ha descubierto a Georgiana a sus compatriotas se nutre básicamente de obras procedentes de Australia. Llevan títulos tan explícitos como Flor de Warrand Houghton, La Sagrada Trinidad, 29 de noviembre de 1861, El monograma de Cromwell Varley, de 1869, o El ojo de Dios. Algunas de las pinturas cuentan en el reverso la génesis de las mismas. En la fallida exposición de 1871 Georgiana proveyó al público de lupas para examinar con mayor atención sus producciones. La Courtauld Gallery ofrece también lupas para ser fiel a la artista y contemplar sus obras. Han pasado 150 años desde que creó sus obras, pero la entrada que ha hecho en Londres ha sido sonada. La muestra está abierta hasta el 11 de septiembre.
(FUENTE: elmundo.es)
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