Las nuevas redes para el tráfico rodado situaban en el mapa lugares recónditos hasta entonces desconocidos y propiciaban que fuera posible desplazarse por ellas de una forma rápida y cómoda. También en España, que estrenaba el siglo XX con un nuevo entramado de más de 36.000 kilómetros.
Sin embargo, esa red de carreteras que todo el mundo celebraba pronto empezó a mostrar su cara más amarga, y es que los viajes largos jugaban malas pasadas a la mente. En la década de los cincuenta, las organizaciones de seguridad pública y los periódicos americanos comenzaron a reportar experiencias inusuales. Los conductores olvidaban rutas que sabían de memoria, las vías por las que nunca antes habían pasado les resultaban familiares y sentían como si hubieran sido transportados varios kilómetros en un mero parpadeo de ojos. Pero hay más. Algunos conductores empezaron a tener visiones de lo más pintorescas. Un hombre en una autopista cerca de Joliet (Illinois, Estados Unidos) decía haber visto un tigre intentando entrar en su vehículo y otro informó haber golpeado a un hombre, pero cuando llegó la policía no encontraron ningún cuerpo.
Hipnosis de la carretera
¿Qué había detrás de todos aquellos sucesos de difícil explicación? La respuesta pronto fue bautizada como “la hipnosis de la carretera”, también conocida hoy en día como “la fiebre de la línea blanca”. Después de varias horas al volante, en medio de una calzada con buena visibilidad, predecible y fijando la atención en las líneas del pavimento, el conductor puede experimentar lapsos en la atención, síntomas que han sido descritos como similares a los que ocurren cuando se está bajo los efectos de un trance hipnótico, de ahí el nombre que ha recibido el fenómeno.
La mente del chófer, con la información necesaria para conducir con seguridad, está enfocada en otra parte -como las líneas blancas- de ahí que no recuerde por dónde ha pasado. Según investigaciones posteriores, la hipnosis de la carretera es una manifestación del proceso de la automaticidad, es decir, de actividades que se realizan por inercia.
Se trata de un estado que también podemos experimentar en la vida cotidiana de un modo u otro, como cuando, por ejemplo, cogemos el periódico y nos disponemos a leerlo en un restaurante. Leemos párrafo tras párrafo, pero en realidad estamos siguiendo el hilo de la conversación del camarero en la mesa de al lado, escuchamos todo lo que dicen mientras que nosotros estamos casi acabando de leer la noticia. La hemos leído, pero no hemos comprendido nada. Sucede lo mismo en la carretera, vamos conduciendo y seguimos absortos en la línea blanca, en la predecible calzada, como si leyéramos la noticia, pero siendo incapaces de prestar atención al entorno y, en ocasiones, sin capacidad de reacción ante un hecho improvisto.
El primer caso
El primer accidente atribuido al hipnotismo fue observado en 1921, en Riverside Drive, una avenida de Nueva York que va del norte al sur de Manhattan. D.O. Skinner publicó un informe en el 'New York Herald' donde describe la experiencia que presenció como testigo un hombre identificado como W. Brown. Era mediodía y el sol lucía en la carretera. “Un coche circulaba cuando vino otro por detrás, cuyo conductor iba perfectamente sentado, con las manos al volante, mirando fijamente al frente y, aparentemente, sin ninguna distracción. En lugar de adelantarlo, ya que disponía de un amplio espacio para ello, chocó contra el primer vehículo”. Skinner calificaría el siniestro como “absurdo” y apuntó que la monotonía de la carretera concentraba las facultades del chófer hasta el punto de inducir al auto-hipnotismo.
Las primeras soluciones: curvas y carteles
Los coches seguían mejorando, ya incluían aire acondicionado, un mejor sistema de suspensión y amortiguadores, de manera que la conducción se hacia todavía más cómoda. Mientras tanto, los accidentes misteriosos se seguían sucediendo. Ante tal situación los ingenieros de la época abogaron por diseñar caminos con suaves curvas que hicieran mantener al conductor en alerta y así evitar la tediosa sensación de pisar acelerador, meter marcha y tener por delante miles de kilómetros de vías rectas.
Otras voces opinaron que poner carteles informativos (de hoteles, restaurantes…) en las carreteras de todo el país sería una buena idea para reclamar la atención de los conductores. Esto aumentaría el negocio, evidentemente, pero también ofrecería 'inputs' para romper con la monotonía de una larga carretera. Una teoría que en España no ha acabado de cuajar, ya que Ley General de Carreteras, del año 1988, prohíbe la publicidad en los tramos interurbanos de las vías estatales, aunque anunciantes y empresas han sabido encontrar los huecos de la normativa para colocar sus reclamos. Sin olvidar los 91 toros de Osborne que aderezan las carreteras españolas y que sobrevivieron a la ley -aunque las bodegas jerezanas ya no mantienen su rótulo-.
Cómo evitar el efecto narcótico
Aunque en los años veinte fue denominado como “hipnosis de la carretera”, en los setenta algunos investigadores empezaron a hablar de estado de inatención, resultante de la fatiga y monotonía de conducir en vías rectas.
En cambio, a partir de los años ochenta ha sido definido como una situación resultante de los movimientos predecibles durante la conducción. Estado que se puede evitar siguiendo algunos consejos:
Evitar conducir de forma ininterrumpida durante largos periodos de tiempo para evitar la fatiga que puede producir. La Dirección General de Tráfico recomienda descansar veinte minutos cada dos horas de conducción o cada 150/200 km.
Abrir de vez en cuando la ventanilla para sentir el aire fresco y tener contacto con el exterior y así no aislarnos dentro del vehículo.
Poner la radio y escuchar un informativo o música para mantenernos despiertos.
No mantener la vista fija en un espacio concreto. En un caso extremo, si nos sentimos absortos en una zona fija, como las líneas de la carretera, podemos accionar el parabrisas para cambiar el punto de atención.
Refrescarnos cuando realicemos una parada. Nos mantendrá más despiertos.
Los expertos en materia vial aseguran que la conducción por autopistas requiere poco esfuerzo mental y se ejecuta casi automáticamente, hecho del que debemos ser conscientes, ya que aunque este estado psicológico de hipnotismo no es muy conocido, a día de hoy todavía se le atribuyen algunos accidentes, sobre todo cuando están implicados camiones o incluso trenes, cuyos conductores permanecen muchos horas al volante.
(FUENTE: elconfidencial.com)
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