El big data permite predecir con fiabilidad cuándo va a estallar un conflicto en un área determinada del mundo. Por esta razón, organizaciones como la OTAN, la ONU, la CIA, el Departamento de Defensa de los Estados Unidos o el Instituto Internacional de la Paz han puesto en marcha programas que analizan al detalle enormes volúmenes de información procedente de múltiples fuentes, desde las instituciones sanitarias a las redes sociales.
Expertos como Kalev H. Leetaru, impulsor del proyecto Global Database of Events, Language and Tone (GDELT), se muestran optimistas en este aspecto. Sin embargo, los analistas de la consultora estatégica McKinsey and Company avisan de que, sin voluntad política, este material sirve para poco. Lo ideal, añaden, sería erradicar las guerras. Pero, de momento, habrá que conformarse con minimizar su impacto y mantenerlas con un tamaño “más manejable”, según aclaran los técnicos de Innovation Enterprise.
El científico Peter H. Gleik señalaba en un informe que, entre 2006 y 2009, alrededor de 1.300.000 habitantes de Siria se vieron afectados por una crisis agrícola. A finales de 2011, la ONU calculaba que la cifra de perjudicados ascendía a tres millones de personas. En su opinión, este ejemplo sirve para demostrar que las zonas castigadas por las sequías deben ser un objetivo prioritario para garantizar la estabilidad. Nada amenaza tanto la paz como la inseguridad alimentaria.
Desde McKinsey se recuerda que el big data puede llegar a funcionar como sustituto de las autoridades creíbles e imparciales, referencias de fiabilidad que no abundan en el presente y que, a menudo, son discutidas como intermediarios o negociadores en territorios donde se están librando guerras cruentas, como concluye el director del Grado en Relaciones Internacionales de la Universitat Ramon Llull (Barcelona), Onno Seroo.
(FUENTE: lavanguardia.com)
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