La conexión entre el más allá y la estación de Tirso de Molina arranca hace ya más de 150 años. Fue entonces cuando en la plaza de mismo nombre se derribó el Convento de La Merced. A mediados de los años veinte, cuando comenzaron a construir la estación de Metro, aparecieron entre las obras los huesos de los monjes que habían habitado el edificio.
El problema es que nadie sabía qué hacer con los restos. Al final se depositaron en los andenes y recubiertos con azulejos. Por todo ello, desde entonces, se apunta la leyenda de que los gritos de los monjes allí enterrados se pueden oír cuando se acerca la medianoche.
Sin embargo, la historia más desgarradora es la que le ocurrió a una joven, mucho tiempo después. Cuenta la leyenda, que ya bien entrada la noche, una chica se subió al último tren en Tirso de Molina. Dentro del vagón sólo había tres personas, una mujer y dos hombres. Una vez dentro, la joven notó cómo la mujer no le quitaba ojo. Ni parpadeaba.
En la siguiente parada, un hombre se subió al convoy y se sentó al lado de la chica. Él también se dio cuenta de que la mujer no dejaba de mirarla. Agachó la cabeza y le susurró a la joven: “No te muevas, no hables, no le mires a la cara y bájate conmigo en la siguiente parada”. La joven, aterrada, le hizo caso.
Una vez en el andén, todavía con la respiración entrecortada, el hombre le dijo: “Siento haberte asustado, soy medium y la mujer que teníamos enfrente estaba muerta y los dos hombres que la acompañaban, la sostenían”. Desde entonces no son pocas las historias que aseguran haber visto fantasmas deambulando por la estación o en los propios vagones de Tirso de Molina.
(FUENTE: peru.com)
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