Se acabó. Cuadernos de Ufología (CdU) deja de publicarse después de 29 años, y la Fundación Íkaros, su editora y el último gran proyecto de la ufología española, se disuelve tras quince años de actividad. Son dos malas noticias de las que me enteré anteayer al leer el editorial del último número de CdU, el 35 de la tercera época. Me costó creérmelo. Tuve que leer dos veces el texto firmado por Julio Arcas -titulado “Adiós, amigos, y hasta siempre”- antes de asumir que esa revista se cerraba definitivamente.
CdU nació en marzo de 1983 en Sevilla por iniciativa de José Ruesga, quien logró reunir en torno a la publicación -hasta 1987 un boletín fotocopiado- a un dispar grupo de ufólogos que tenían en común su rechazo al sensacionalismo, personalizado entonces por Juan José Benítez. Me suscribí a la revista aquel mismo año por sugerencia de Vicente-Juan Ballester Olmos, y el primer número que recibí fue el 4. Lo conservo; como todos los que vinieron después y todas las publicaciones que han caído en mis manos desde que me empecé a interesar por los OVNIs a finales de los años 70.
De aquel grupo informal formaban parte -además de los citados- Félix Ares, Manuel Borraz, Ignacio Cabria, Juan Marcos Gascón, Juan Antonio Fernández Peris y Luis R. González, entre otros. Como recordaba en este mismo blog en 2003, en las páginas del boletín, convivían las investigaciones de casos con los debates sobre cómo había que afrontar el estudio del fenómeno ovni, en alguno de los cuales participé con la vehemencia que me caracteriza. Pronto, creció entre los miembros del colectivo que residíamos en el País Vasco la necesidad de ir más allá, y de esa urgencia surgió el germen del movimiento escéptico español. Y emprendimos camino por nuestra cuenta.
Evolución
CdU siguió adelante, y maduró. Poco a poco, fue haciéndose una publicación cada vez más volcada en la reflexión en torno al mito de las visitas extraterrestres y cómo ha impregnado nuestra cultura que en el análisis de casos. Echando la vista atrás, los apasionantes -entonces, para mí- debates de los primeros números resultan hoy enormemente ingenuos. Pero, claro, es lógico verlos así con la perspectiva del tiempo. Sin embargo, posiblemente aquellos intercambios de opiniones fueron claves para la evolución de la publicación y de quienes estábamos en su órbita, porque no creo que sea accidental que aquéllos que estuvimos en CdU seamos hoy en día mayoritariamente incrédulos.
Con el tiempo, la revista fue a mejor formalmente gracias al buen hacer de Arcas, que se unió en el puente de mando al infatigable Ruesga. Y así se saltó a un CdU encuadernado y con portada a color que tenía la pretensión de comerse el mundo, es decir, de llegar a los interesados por el fenómeno ovni en general y no sólo al pequeño grupo de impulsores de la publicación. El segundo gran cambio llegó en 1996, cuando los miembros del colectivo decidieron constituir la Fundación Anomalía, que en 2010 se rebautizó como Fundación Íkaros. La revista acabó siendo un grueso volumen, al que se sumaron un suplemento internacional, varios libros -como el imprescindible Entre ufólogos, creyentes y contactados. Una historia social de los OVNIs en España, de Ignacio Cabria- y un disco compacto anual, @nomalía, interesante pero del que nunca fui un entusiasta por mi cariño por el papel.
De puertas adentro, los miembros de la Fundación Íkaros pusieron en marcha iniciativas -para mí, extraordinarias- dirigidas, sobre todo, a la conservación de material, de libros, revistas, documentos, películas… relacionados con el fenómeno OVNI. No en vano, el objetivo de la entidad ha sido siempre “la promoción del estudio de la influencia en la cultura popular de los avances de la ciencia y la tecnología, de las anomalías científicas y de lo maravilloso; así como la preservación de archivos, la divulgación de su labor a través de sus órganos de difusión, la concesión de premios y becas a la investigación en estos campos, y la realización de actividades museísticas junto con el fomento y difusión del patrimonio histórico-artístico y cultural”. ¿Qué pasará ahora con todo ese material, con los más de 10.000 libros y revistas, obras de arte, catálogos de películas…?
Fondos documentales
“Quedarán depositados en la Biblioteca Central de Cantabria”, me adelantaba el miércoles por teléfono Arcas, quien ha confirmado hace unos minutos por correo electrónico que el Gobierno cántabro ha aceptado hoy oficialmente la donación del fondo bibliográfico y documental de la Fundación Íkaros. Así que todo ese material quedará a disposición de aquéllos que quieran consultarlo para seguir ahondando en las raíces, la evolución y el impacto social del mito OVNI en nuestro país. Es un gran logro en un país en el que ha habido bibliotecas que han acabado en la basura y buitres que se han arrimado en sus últimos momentos a veteranos ufólogos para hacerse con su herencia documental.
Ahora más que nunca, me siento triplemente honrado por los integrantes de la Fundación Íkaros: primero, por la amistad mantenida durante casi tres décadas con muchos de ellos; segundo, por el premio Cuadernos de Ufología que concedieron a este blog en 2004, cuando tenía poco más de un año de vida; y tercero, por haberme invitado hace un par de años a sumarme al patronato de la entidad. Esto último fue un honor inesperado sobre el que me tomé mi tiempo para pensar antes de decir que no, a pesar de que me hubiera gustado decir que sí. ¿Por qué lo rechacé entonces? Porque no quería estar en la Fundación Íkaros para figurar y porque no disponía de tiempo ni de fuerzas para sumar otro frente de actuación a los que ya tengo abiertos.
Me apena la desaparición de la Fundación Íkaros y de Cuadernos de Ufología. Sé que, por mucho que Arcas, Ruesga y compañía vayan a mantener su actividad en Internet, ya no será lo mismo. Se han sentido empujados a dar este desagradable paso por la falta de recursos económicos y de colaboraciones, y por el cansancio. Les entiendo perfectamente. Gracias por tantos años de trabajo y dedicación, amigos.
(FUENTE: blogs.elcorreo.com)
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