La mayor parte de los delitos cometidos en La Paz, El Alto y el altiplano es precedida por ritos andinos que se practican desde hace una década más o menos, afirman investigadores de la Fuerza Especial de Lucha Contra el Crimen (FELCC) y estudiantes de la Carrera de Derecho de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA).
Estas ceremonias tienen la finalidad de que las almas de las víctimas no los persigan y los policías no los encuentren.
Cuando se comete un asesinato, los criminales ofrecen una waxt’a u ofrenda a la Pachamama. El lugar favorito para hacerlo es una roca que asemeja un rostro de Satanás, “El Diablito”, ubicado sobre la autopista que une La Paz con el El Alto.
Monreros, cogoteros y descuidistas consideran que esta efigie les brinda protección.
Aunque entre los efectivos de la Policía existe hermetismo sobre el tema, los estudiantes de la Carrera de Derecho establecieron que algunos hechos delictivos están precedidos por creencias y ritos, acciones religiosas y manifestaciones de superstición, que se llevan a cabo para que sus acciones tengan éxito.
El director del Instituto de Investigaciones y Seminarios de la UMSA, Arturo Vargas, dice que esos hechos dejan el campo de la religiosidad y se convierten pura y simplemente en delitos.
En El Alto, Juanita y Juanito son dos “ñatitas” (calaveras) que se han convertido en verdaderos asistentes de la Policía, a la que ayudaron a resolver más de un centenar de muertes.
Los policías dicen que sueñan, inspirados en estos restos óseos. En algún caso, inclusive, identificaron en sueños a los delincuentes o asesinos.
Un investigador de la fuerza anticrimen alteña, que no se identificó para evitar una sanción de sus superiores, confirmó los delitos.
Otro policía de bajo rango refirió que “los ladrones hacen estos ritos los martes y viernes. Para pagar los favores deben, inclusive, matar gente”.
CULPA DE LA OFRENDA. Un jefe policial que prestó servicios en la FELCC de El Alto afirmó que gracias a que se estableció vigilancia cerca de “El Diablito”, localizó a otra banda de cogoteros, a la que se atribuye la muerte de 11 personas.
De acuerdo con las investigaciones, la banda era integrada por Osmar M.H., John E.M., Marco Antonio C. y un adolescente de 16 años. Este grupo hacía frecuentes visitas a ese sitio.
Los policías detectaron que después de cada ofrenda en ese lugar, se efectuaba un hecho delictivo en algún punto de La Paz o El Alto.
Sin embargo, fueron atrapados. Allegados a los malhechores confiaron a los uniformados que su captura fue resultado de que no ofrendaron ni la sangre ni la ropa de sus víctimas.
El grupo fue arrestado a bordo de un minibús de color rojo.
El informante recordó que “el rito exige un ofrenda grande y por eso eliminaban a personas, una de sus últimas víctimas —supuestamente— fue un subteniente de Policía, que encontramos muerto a 100 metros de ese lugar”.
JUSTICIA INDÍGENA. El científico Vargas recordó que incluso “para administrar justicia en comunidades se realiza un tributo a la Pachamama para que los guíe o autorice a impartir justicia”.
Arturo Vargas recordó que en noviembre de 2003, una banda de “cogoteros”, liderada por Vladimiro Vega, condenado a la pena máxima, incurría en esas prácticas y enterraba los cuerpos de sus víctimas boca abajo y con los pantalones a la altura de las rodillas para que sus espíritus no los persigan.
La justicia condenó a Vega por el asesinato de siete taxistas. Uno de ellos salió a trabajar el 24 de enero de 2003, pero su cuerpo fue hallado después de cinco días en La Cumbre, hacia Yungas.
Retamas y cenizas de sus víctimas
Los delincuentes emplean una variedad de elementos antes de atacar a sus víctimas.
De acuerdo con la Policía, los choferes que transportan a monreros utilizan los tallos y hojas de la retama en sus motores para que éstos no sufran desperfectos mecánicos.
La Policía halló en el domicilio de una familia de ladrones de autos, fotografías con marcas de mordeduras. Averiguadas las cosas, se observó que las fotos fueron colocadas entre los dientes de las “ñatitas”.
De esa manera, según la tradición popular, las víctimas no tendrán pistas, ni en sueños, sobre la identidad de los delincuentes.
Los investigadores hallaron cenizas humanas. Según la tradición popular, cuando roban, estos restos se esparcen en las puertas de inmuebles para que sus dueños duerman profundamente.
También se frotan las manos con una cola de ratón para perder el miedo ante sus víctimas.
Para destacar
Los delincuentes tienen creencias que les infunden valor antes de cometer sus fechorías.
Creen que colas de ratones, zorros y víboras de cascabel alejan el nerviosismo y el temor.
Los elementos más utilizados son el alcohol y la coca, en la que leen si tendrán éxito.
Hay ladrones que se encomiendan a santos, a quienes rezan y prenden velas sólo por una hora.
Cada año se celebran prestes en honor a sus santos. Los más exitosos son los pasantes.
Las “ñatitas” son objeto de culto especial. Les prenden velas y se embriagan en su homenaje.
La Policía capturó a un banda al seguir la pista de las ceremonias a la Pachamama.
Ceremonias usadas para vengar los crímenes
Los familiares de las víctimas también utilizan ritos paganos que ayudan, según sus testimonios, a dar con el paradero del o de los delincuentes. El alma de los fallecidos guía en la captura de los malhechores:
Cuatro vueltas con el ataúd. Para encontrar al responsable de un asesinato, los familiares de la víctima cargan el ataúd y dan cuatro vueltas alrededor del sitio donde será sepultado. Con este ritual se cree que el alma abandona el cuerpo y va en busca de su asesino para que sea detenido o, en su defecto, muera.
Con los pies atados. Otra cábala para que la víctima ayude a esclarecer su homicidio o asesinato es cuando los familiares amarran los pies del cadáver antes de enterrarlo. De acuerdo con las creencias, el muerto representa al delincuente y así, cuando pretenda, no podrá huir porque su pies estarán atados.
Huellas de zapatos. Una costumbre difundida es que los allegados del fallecido recojan un poco de tierra del lugar donde el cuerpo fue hallado sin vida o fue atracado. Esta tierra, que fue pisada por el asesino, es vaciada en el ataúd del difunto y sobre ella su cuerpo; en el otro caso, se prepara una ofrenda para que el delincuente sea detenido.
Boca abajo y velorio por seis días. En el velorio de una víctima, se acostumbra colocar el cadáver boca abajo durante media hora, para que con su peso aplaste al delincuente. También es velado por seis días, para que luego el yatiri, mediante un ritual, pueda leer el nombre de su victimario que aparece —según afirman— en el cuerpo.
(FUENTE: laprensa.com.bo)