¿Cómo podemos ayudarte?, grita William Betancur mientras camina por el segundo piso del museo de la Universidad de Antioquia (Udea). ¿Cómo podemos ayudarte?, grita de nuevo, más fuerte. Nadie responde.
Es jueves. Son las 8:30 p.m. A William lo invitaron estudiantes de periodismo de la Udea, que escriben un artículo para el periódico universitario De la Urbe, sobre el equipo de 'cazafantasmas' de la Funeraria Betancur de Medellín.
"Sabemos que acá se sienten manifestaciones -cuenta William, el gerente de la funeraria-. Hay lo que llamamos un "bulto" (una sombra) caminando por las instalaciones. Fuera de eso, nos dicen que se ha escuchado un golpe muy fuerte, entre el segundo y tercer piso, como la caída de un barril".
El gerente no está solo. Con él llegaron a la universidad, cuando terminaba el día, su hermana Mercedes Betancur, que "hace de todo un poco" en la funeraria, y Kelly Rendón, una joven de 19 años que trabaja en el área de atención al cliente.
Los tres tienen puesto un chaleco blanco que tiene estampada la silueta de un jugador de fútbol, que representa el servicio "pasión eterna" para los hinchas que quieran ser enterrados en un ataúd del color y con el escudo de su equipo de fútbol del alma.
El chaleco también tiene la foto de un perrito porque en la funeraria pueden incluir a la mascota de la casa en un "combo" familiar de exequias. Otro servicio que ofrecen es el de mandar las cenizas del muerto al espacio. Sobre la tela blanca se asoma tímido el fantasma Casper, que posa sobre el nombre del último servicio que sacaron: el censo de fantasmas.
Al equipo lo buscan familias que van a la funeraria a velar a sus seres queridos, y personas que, dice Mercedes, han encontrado allí el espacio para hablar con alguien de las cosas anormales que sienten en sus casas y les apena contar.
Hasta ahora han recibido 267 "denuncias" sobre apariciones "extrañas" en casas y edificios de Medellín. Y han comprobado, según William, 27 casos con fotografías de "las manifestaciones".
El gerente camina por el museo cargando una cámara fotográfica digital de 14 mega pixeles. Le toma foto a los pasillos, a las esquinas y a las ventanas del museo. A los puntos más oscuros y al mismo techo. En alguna foto -dice- podrá salir un fantasma que se unirá al censo.
"Nuestro interés no es que la gente crea o no crea en los fantasmas. En esa parte que cada persona piense lo que estime conveniente. Nosotros estamos haciendo un censo porque estamos viendo algo que verdaderamente ocurre", señala William.
La Funeraria Betancur fue inaugurada en 1912 en San Antonio de Prado, jurisdicción de Medellín. Cinco generaciones han estado al frente del negocio y William creció escuchando historias de espantos y apariciones.
"Hay un problema que es real, y quien tenga un fantasma en su casa, a menos de que le esté ayudando a pagar los servicios y el arrendamiento, está encartado con eso", agrega.
Mercedes está siempre a su lado. "No se olvide poner que este no es el único servicio que ofrecemos", señala a cada rato. Y Kelly, que camina delante de los dos, lleva una brújula en su mano. Si la aguja empieza a moverse hacia todos lados es porque "hay un fantasma cerca". Ese es el momento de tomar las fotos, aunque no estén viendo nada.
"Vamos a echarle un poquito", dice el gerente y le dispara con un atomizador un chorro de agua al reportero de este diario. "Para usted también", agrega, antes de darle su dosis al fotógrafo que ya luce aburrido porque tiene la certeza de que no tomará la imagen de un solo fantasma.
¿Es agua bendita?, le preguntamos a William. "Es agua exorcizada, pues...agua bendita, sí", responde.
Hemos recorrido dos salas del museo sin que la brújula se mueva una sola vez. El otro "sensor", que es estirar el brazo y que se ericen los vellos, tampoco ha dado señales a los 'cazafantasmas'.
Kelly luce aburrida, cansada tras un largo día de trabajo. Cada vez que puede, se le escapa a su jefe y se sienta en el piso del museo. William no lo nota y revisa su cámara, a ver si ha capturado algo. En una de las imágenes aparece una sombra blanca, justo enfrente del museo.
El grupo mira bien y no, es una fuente que está al frente del edificio, todos descartan que se trate de un fantasma, menos William. Son las 9:00 p.m.
El video
El biólogo y curador de ciencias del museo de la Udea, Fernando Valencia, cuenta que hay algo anormal en el edificio; es una historia que existe desde hace varios años. Vigilantes, estudiantes y personas que trabajan allí han mencionado que "han sentido ruidos, cosas extrañas o presencias".
Valencia lleva más de 15 años trabajando en el museo y explica que incluso miembros de comunidades indígenas, que los han visitado, dicen que estos hechos ocurren "porque el museo tiene colecciones de culturas indígenas, entonces que los objetos de estas tienen los espíritus de algunos personajes".
Aunque el curador nunca ha sentido algo que lo perturbe, ni cuando se queda trabajando hasta altas horas de la noche, dice que su formación es "eminentemente científica". Sin embargo, hubo un hecho que le llamó la atención.
Los días 2 y 16 de junio del 2009, las cámaras de seguridad, que se activan con el movimiento, capturaron una sombra cuando el edificio estaba solo.
"La sombra pasó en dos lugares diferentes. Le preguntamos a quienes manejan las cámaras si era mal funcionamiento por una fluctuación del voltaje y ellos decían que no (...) era como cuando hay algo frente de una cámara que pasa rápido. La cámara está en un lugar muy alto y esa sombra pasa muy pegada a la cámara", cuenta el curador.
Y agrega: "Queda uno como con una duda de qué pasa ahí: si en realidad es un mal funcionamiento de la cámara, o si en realidad pasó algo extraño. Digamos que queda entre los márgenes del interrogante".
Una monja en llamas
William pregunta de nuevo y grita: "¿Cómo podemos ayudarte?", pero otra vez, nadie responde. Dice que una vez, en una casa del centro de la ciudad, tras decir eso, escuchó una voz que dijo: "recen".
Los guardias del museo se acercan. Ya no aguantan más y presionan al equipo de 'cazafantasmas'. Tienen que irse. William sale y dice que tal vez la foto que tomó se trataba del fantasma de una monja que murió en un incendio.
Una estudiante le dice, con tono medio burlón, que tal vez fue alguien que murió de una sobredosis en el campus. La conversación queda allí.
El grupo sale del museo. William los convoca para hacer una oración afuera. El fotógrafo de este diario tiene cara de decepción. "Yo tengo una idea -le dice el gerente de la funeraria, tras terminar la oración- y es que ellos se dejan fotografiar de nosotros porque oramos por ellos. Como usted no lo hizo, no le salió nada".
(FUENTE: eltiempo.com VIDEO: elcolombiano TeVe)
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