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domingo, 30 de junio de 2019

Los poemas pornográficos de Aleister Crowley: Herejía erótica y misticismo


Aleister Crowley fue muchas cosas —espía, ocultista, casanova, alpinista— pero quizás lo que más quiso, al menos en su juventud, fue ser poeta. Sin nunca alcanzar las alturas líricas de su archirival W.B. Yeats, la Gran Bestia dejo un cuerpo poético que alcanza ciertos resplandores, fruto de su conciencia alterada: más que nadie más allá de lo ordinario. Si hay una constante en este fascinante hombre-camaleón es su gusto por el shock, por agredir las "buenas costumbres" de la sociedad victoriana.  Crowley tomó como máxima la idea de que lo único sagrado es que no hay nada sagrado, ya que el hombres no solo es imagen de la divinidad, sino que participa en ella (es la flama que arde "como un sol invisible" en el cuerpo) y por lo tanto la ley es haz lo que quieras. El Último Mago de Occidente alguna vez se preguntó: "¿Si supieras que eres dios y que todos los demás son igual que tú, les dirías?”. Y este (auto)conocimiento de la divinidad, en buen medida, surgió a partir del sexo: el teatro cósmico donde la bestia operaba su magia. Crowley hizo del sexo una ciencia mística:

We place no reliance On Virgin or Pigeon;

Our method is Science, Our aim is Religion.

[No confiamos ni en la Virgen ni en la Paloma;

Nuestro método es Ciencia, nuestro objetivo Religión]

Para llegar al punto en el que sus encuentros sexuales abrían portales dimensionales o canalizaban espíritus cósmicos (copulando con su Diosa Escarlata o su aprendiz per vas nefandum: el ojo de Horus), Crowley tuvo que experimentar ampliamente, abandonando los límites establecidos por la moral. Haciendo del libido algo metalúdico, en lo que se ponen en juego las fuerzas creativas del universo, llegó a probar todo tipo de operaciones sexuales, incluyendo su famosa Misa del Fénix, en la que consumía "pasteles de luz" horneados con semen, sangre, saliva, como hostia:

"Una eucaristía de algún tipo debe de ser consumada diariamente por todo mago, y debe de ser considerada como el mayor sustento de su vida mágica. Es más importante que cualquier otra ceremonia, porque es un círculo completo. La totalidad de la fuerza gastada es reabsorbida; la virtud es la vasta ganancia representada por el abismo entre el Hombre y Dios… El mago se llena de Dios, se hincha, se intoxica de Dios".

En 1896, bajo un seudónimo, Crowley, quien gastó buena parte de su dinero en publicar sus libros, escribió el poemario White Stains [Máculas blancas], una evidente referencia al amancillamiento del esperma. Con temas como la pedofilia, la bestialidad, la necrofilia e incluso la teofilia,  el poeta atraviesa todo el universo sexual desde la decandencia mágica.  En Necrofilia escribe:

To pour within thine heart the seed
Mingled with poisonous discharge
From a swollen gland, inflamed and large
With gonorrhoea’s delicious breed;

To probe thy belly, and to drink
The godless fluids, and the pool
Of rank putrescence from the stool
Thy hanged corpse gave, whose luscious stink

Excites these songs sublime. The rod
Gains new desire; dive, howl, cling, suck,
Rave, shreik, and chew; excite the fuck,
Hold me, I come! I’m dead! My God!

[Para verter dentro de tu corazón la semilla
Mezclada con la descarga venenosa
A partir de una glándula hinchada, inflamada y grande
Con la raza deliciosa de la gonorrea;

Para profundizar en tu vientre, y beber
Los líquidos ateos, y la piscina
De fétida putrefacción de las heces
Que tu cadáver ahorcado dio, cuyo olor delicioso

Excita estas canciones sublimes. La verga
obtiene un nuevo deseo; penetra, aúlla, aprisiona, chupa,
delira, chilla, mastica, exalta la cogida,
¡Espera! ¡Me vengo! ¡Muero! ¡Dios mío!]

El placer homoerótico en "A Ballad of Passive Paederasty" (este poema puede ser ofensivo, pero recordemos que es un recuento ficticio y habla del deseo, no de concretar el acto):

Boys tempt my lips to wanton use,
And show their tongues, and smile awry,
And wonder why I should refuse
Their buttocks o­n the sly,
And kiss their genitals, and cry:
‘Ah! Ganymede, grant me o­ne night!’
This is the o­ne sweet mystery:
A strong man’s love is my delight!

[Los niños tentan mis labios a un uso licensioso,
Muestran sus lenguas y una sonrisa torcida,
Y me pregunto por qué debo rechazar
A escondidas sus nalgas
Y besar sus genitales, y me lamento:
"¡Ah! Ganímedes*, concédeme una noche!"
Este es el único misterio grato:
¡El amor de un hombre fuerte es mi deleite!

*Ganímedes, príncipe troyano amante de Zeus]

Si bien en estos poemas tempranos Crowley no hace patente la magia sexual, en la decadencia está la llave, puesto que de esta forma el hombre se destruye y puede renacer de sus cenizas, además de que se convierte en todos los hombres, al arrastrarse por el abismo de las almas. 

En "With Dog and Dame: An October Idyll" ["Con perro y señora: idilio de octubre"] vemos al poeta que se libera del tabú y concreta un trío con una mujer y un gran danés:

Autumn is o­n us as we lie
In the creamy clouds of latticed light
That hint at darkness, but descry
A rosy flicker through the night,
My mistress, my great Dane, and I

…and my eyes
Catch rapture, as upon the bed
He licks her lazy lips, and tries
To tempt her tongue. My fires are fed.
Her heavy dropping breasts entice
My teeth to jewel them with blood,
Her hand prepares the sacrifice
She would desire of me, the flood
That wells from shrines of Paradise
Her other hand is mischievous
To bid the monster Dane grow mad,
His red-haw gaze grows mutinous,
Her eyes have lost the calm they had,
My body grows all amorous.

[El otoño llega al tiempo que nos tendemos
En las mulldas nubes de luz de celosía
Que anuncuan la oscuridad, pero distinguimos
Un guiño ingenuo a través la noche,
Mi amante, mi gran danés y yo

... y mis ojos
fijan el rapto, como en la cama
Él lame los labios flojos de ella, e intenta
tentar su lengua. Mi fuego aumenta.
Sus pechos pesados y colgantes atraen
Mis dientes y se enjoyan con sangre,
Su mano prepara el sacrificio
Que desea de mí, la inundación
Que viene de los los santuarios del Paraíso
Su otra mano tiene la malicia
Para para despertar la locura del Danés,
Cuya mirada cárdena se amotina,
Los ojos de ella pierden la calma que tenían,
Mi cuerpo crece, henchido de amor.]

Y en "Jewess" ["Judía], la Bestia encuentra la escandalosa nota de la más alta herejía, propinando un facial a la divinidad cristiana:

She was of noble birth, and — best —
A Jewess; her bad lips enticed
My lips to taste; I held her breast
Fresh from the crucifying Christ;
It seemed her thighs were hot with blood
Sucked from the bastard Son of God.

...Her breasts are Golgotha to me!
Her lips, his dripping hands and feet!
Her secret-cinctured armoury
Of pleasures seems—how utter sweet!—
The gaping spear-wound in his side
Wherein I smote the Crucified…

[Ella era de noble cuna, y —lo mejor—
Una judía; sus malévolos labios invitaron
a los míos a probarlos; sostuve su pecho,
fresco desde la crucifixión de Cristo;
Parecía que sus muslos hervían con la sangre
sorbida del bastardo de Dios.

... ¡Sus pechos son mi Gólgota!
¡Sus labios, sus miembros empapados!
Su secreto y ceñido baluarte
De placeres —¡absolutamente delicioso!— parece
La hendidura que la lanza abrió en su costado
dentro de la cual me regodeo del Crucificado.]

Más allá de cierta vulgaridad, de ciertos versos de desidiosa hechura, lo que subyace energéticamente es una estrategia de libertad. En la época de Crowley el tabú y la represión sexual eran los primeros enemigos de la libertad humana, que se encuentra en el autoconocimiento y, por lo tanto, necesariamente en la exploración del cuerpo, hasta el punto de que pueda ser hackeado y se descargue en él el espíritu. Para esto Crowley utilizaba, como parte de sus artes amatorias, drogas como la mescalina, el hachís y los opiáceos, creando un psicocóctel mágico diseñado para romper la estructura, la armadura corporal  y en el aniquilamiento recibir el relámpago de la divinidad. Pocas personas en el planeta encarnaron mejor aquella frase de William Blake: "El camino del exceso lleva al palacio de la sabiduría", que la Gran Bestia, un hombre que más allá de que comulguemos o  no con el ocultismo (y quizás nos asuste su presunto satanismo), nos enseñó a cuestionar la realidad y la autoridad e ir más allá, siempre más allá, a una región donde un orgasmo puede extenderse sin final.

[Giving God a Facial with Aleister Crowley]

(FUENTE: pijamasurf.com)

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