Princesa de sangre se nace, no se hace. Y, aunque muchos lo hayan intentado, tampoco se puede deshacer. Marta Luisa de Schleswig-Holstein-Sonderburg-Glücksburg, hija mayor del Rey Harald V de Noruega, lo sabe mejor que nadie. Pese a haber renunciado al tratamiento de Su Alteza Real y a los privilegios que ello conlleva (desde 2002 paga sus impuestos como cualquier plebeyo), sigue siendo examinada por los noruegos como si fuera la Princesa Heredera, un destino que se vio truncado por la ley sálica que imperó en ese país nórdico hasta 1990 (su hermano, el Príncipe Haakon, tres años menor que ella, será el futuro Rey).
La opinión pública evalúa y cuestiona cada paso de Marta Luisa, cuarta en la línea de sucesión al trono: su matrimonio con el escritor Ari Behn, su profesión de fisioterapeuta, su afición a la medicina holística o sus declaraciones esotéricas (asegura que habla con su ángel de la guarda y que su alma puede levitar). Incluso el color con el que pinta la fachada de su casa de veraneo es un asunto de Estado. «Un año cambiamos el amarillo por el blanco. Y la reacción fue intensa. El concejal local tuvo que aclarar públicamente que mi esposo y yo podíamos pintar nuestra casa del color que quisiéramos».
La última controversia de la «princesa rebelde» fue en 2007, cuando anunció la creación de Astarte Inspiration, una empresa que ofrece seminarios y talleres inspiracionales, libros espirituales y un curso de tres años sobre «lectura de energía, curación y el método de la imposición de manos». Tras el tsunami mediático (algunos periódicos exigieron que abdicara sus derechos dinásticos), Marta Luisa, su marido y sus tres hijas –Maud Angelica, Leah Isadora y Emma Tallulah– se mudaron a Londres. Allí, en el elegante hotel The Connaught de Mayfair, recibe a ABC para hablar de Astarte y de «The Spiritual Password» (iUniverse), el libro que escribió con su socia, Elisabeth Nordeng, en el que da consejos para «reconectar con el espíritu» a través de los chakras, el aura, la meditación y el diálogo con los ángeles.
–¿Cuándo descubrió sus dones?
–Siempre fui muy sensible a las emociones de otras personas. Desde pequeña puedo sentir el dolor ajeno. Si otra persona estaba triste, yo también lo estaba; si alguien lloraba, yo también lo hacía. Era todo muy confuso. Era hipersensible y creía que todo el mundo tenía este don. En la adolescencia descubrí que era diferente, y simplemente me autorreprimí y comencé a sentirme muy sola e insegura. Apagué mi sistema de navegación e iba a la deriva en la vida. Volví a reencontrarme con mis habilidades gracias a los caballos. El lenguaje no verbal de los animales me ayudó a conectarme nuevamente con mi espíritu. Soy clarividente. No puedo ver el futuro, pero sí puedo percibir la energía en la gente.
–¿Le costó aceptar que era diferente?
–En 2003 conocí a mi socia, Elisabeth Nordeng, en un curso de meditación. Ese fue el punto de inflexión. Tuve dos años y medio de entrenamiento hasta dominar mis habilidades. Al principio, no tenía ninguna química con Elisabeth. De hecho, en esos años solo hablamos dos o tres veces. Hasta que descubrimos que las dos hablamos con nuestros ángeles y que tenemos mucho en común: el humor, los sueños, y eso ha cambiado nuestras vidas.
–¿Qué opina su familia sobre su empresa de «asistencia espiritual»?
–Mi padre no está de acuerdo con todo lo que mi hermano Haakon y yo hacemos, pero nos quiere tal como somos. Quiere vernos felices. Y esa es la versión oficial (risas).
–Este proyecto le ha cambiado la vida...
–Totalmente. He pasado de ser una chica insegura, con pánico escénico, a una mujer segura de sí misma. Ya no tengo miedos y me animo a seguir mi corazón. Llegué a ese cambio cuando conocí a mi ángel guardián, con el que hablo a diario. Cambié mis obligaciones oficiales, que se suponía que era lo único que tenía que hacer por el resto de mi vida, por los viajes, las conferencias, los libros y mi centro de espiritualidad.
–Los medios de comunicación noruegos han sido muy crueles con usted...
–La prensa nos criticó mucho cuando Elisabeth y yo comenzamos con Astarte. Supongo que los periodistas tienen sus propios prejuicios sobre cómo debe ser una princesa y sobre cómo debe vivir…
–Y la Iglesia de Noruega, de la que su padre es Jefe, puso el grito en el cielo cuando dijo que hablaba con ángeles...
–La experiencia personal que yo cuento no es contradictoria con la religión. Ir a misa consiste en meditar y dialogar con lo superior, y eso hago yo.
Todo por un sueño
Pese a que Marta Luisa renunció a algunos de sus privilegios y aceptó someterse al régimen impositivo noruego, del que está exenta la Familia Real, jamás pensó en abdicar de sus derechos dinásticos (es cuarta en la línea de sucesión al trono noruego y la número 73 en la de los Reinos del Commonwealth, por ser tataranieta del Rey Eduardo VII). Tampoco ha renunciado a su título de Princesa de Noruega, ni a sus obligaciones como embajadora de su padre en numerosos actos oficiales.
–¿A qué tuvo que renunciar para poder trabajar?
–Quiero aclarar este punto. Sigo teniendo mis deberes oficiales en la Casa Real. Trabajo con las personas discapacitadas de Noruega y es una tarea maravillosa, un trabajo que adoro. Tengo responsabilidades reales, así que no tuve que renunciar a nada o a casi nada. Ya no me llaman Su Alteza Real, ahora solo soy Su Alteza, que es una diferencia enorme (risas). En serio, no sé cuál es la diferencia. Renuncié al tratamiento real para poder trabajar y ganar mi propio dinero. Fue justo cuando me casé con Ari. O sea, no perdí mi tratamiento por casarme, lo perdí porque en ese momento decidí hacer mi vida y ganar mi propio dinero.
–Cosas de una princesa moderna...
–Sí (risas). Formo parte de una nueva generación de príncipes y reyes. La mayoría de las Casas Reales nórdicas, como la sueca, la danesa o la noruega, no permiten que sus príncipes o reyes trabajen o ganen dinero. Así que esta fue la mejor solución que encontramos para que yo pudiera hacer mi vida. Fui una de las primeras en hacerlo, pero seguramente no seré la última…
–Y, ¿valió la pena su renuncia?
–Bueno, sigo siendo la hija de mi padre y formo parte de la Familia Real noruega. Es fantástico poder hacer ambas cosas: trabajar en lo que me gusta y servir a los noruegos. Soy princesa, pero también soy una mujer normal. Viene todo en un solo paquete, no puedo cercenar una parte. Renuncié a ciertos privilegios para tener mi propia vida, y de eso no me arrepiento.
–¿Cómo es una princesa del siglo XXI?
–Es una buena pregunta. Desde muy pequeña mis padres me dijeron que tenía que ser yo misma, y eso es exactamente lo que hago. Después están las demandas del pueblo y las exigencias constitucionales. Pero como mi hermano ya tiene hijos, las grandes responsabilidades reales recaen en él y en su esposa. Con esto no quiero decir que mi trabajo sea más o menos útil que el de mi hermano. Cada uno hace su aporte desde su lugar y eso es maravilloso.
–«The Spiritual Password» acaba de ser reeditado en el Reino Unido. ¿Qué nos cuenta en esta guía?
–Desde que nací he estado rodeada de mucha gente que exige mi atención. Antes de descubrir las técnicas de meditación que cuento en el libro, terminaba agotada tras todos esas reuniones. Sentía que el trabajo de princesa era abrumador, que no estaba lo suficientemente preparada para desempeñar este papel. Como resultado, quería cubrir todo Noruega con mi aura. Ahora controlo todo eso y conservo mi equilibrio. Ya no siento que tenga que alimentar a todo el mundo con mi energía. Y se siente bien.
(FUENTE: abc.es)
No hay comentarios:
Publicar un comentario