Mark Rogers es un artista que mezcla una dosis de humor casi psicodélica con una amplia imaginación en la que cabe una historia alternativa en la que —haciendo una especie de photobombing– extraterrestres y presencias supernaturales intervienen en épocas pasadas (sólo que el pasado también es como el futuro, en una extraña zona liminal). De alguna manera Rogers se suscribe a la teoría de los “antiguos astronautas” pero sin caer en la credulidad conspiranoica, lúdicamente alterando escenarios del pasado, steampunk o puritanos con OVNIs, teofanías y fenómenos paranormales. Los resultados son fabulosamente divertidos. Su pintura nos sugiere la existencia de una especie de sociedad secreta perenne que subrepticiamente manipula la historia, como si fueran un grupo de masones o iluminados campiranos quienes tranquilamente afectan los acontecimientos, encarnando el arquetipo del trickster.
Las imágenes de Rogers suelen situarnos en la época de la cacería de brujas en Estados Unidos –la época de las “Letras Escarlartas”, como contraste a una provocación supernatural, susurrando que hay algo más que lo aparente. Rogers describe su pintura como “una infusión de referencias ocultas, cuentos de hadas y heavy metal”.
Una sexy niña UFO, como una nueva Mona Lisa, seduciéndonos a tomar el sendero de la nave espacial y regresar a las estrellas con ella. Una propuesta de dulce amor cósmico que se insinúa.
(FUENTE: pijamasurf.com)
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