Existe en el mundo una sorprendente cantidad de personas que están convencidas de que el programa espacial 'Apolo' fue tan solo un montaje del Gobierno o el Ejército de EEUU. Estos numerosísimos teóricos de la conspiración tienen razón en una cosa: era casi imposible que la NASA lograra cumplir el compromiso, establecido por el presidente John Fitzgerald Kennedy, de pisar la Luna antes de la fecha límite anunciada. Es decir, antes de que acabara la década de los 60.
La palabra clave de la anterior oración es 'casi'. Si lo consiguió, fue en buena parte gracias a la buena suerte y a los inmensos presupuestos que manejaba, pero, sobre todo, gracias al talento y al esfuerzo de muchas personas. Así lo reconocieron en su momento sus propios enemigos de la Unión Soviética, quienes tenían capacidad para rastrear con sus antenas las naves de la NASA.
Quizá el recuerdo de militares leyendo la Biblia sobre la Luna o de heroicos llamamientos tipo «el fracaso no es una opción» sean demasiado anacrónicos para la sensibilidad actual, pero de ahí a no reconocer el talento de aquellos hombres, e incluso negar que su gesta tuviera lugar, hay un gran trecho por el que no deberíamos seguir caminando, aunque sólo sea por miedo a hacer el ridículo.
El 'Apolo' simbolizó para toda una generación el deseo de lograr una vida mejor. De un modo un tanto iluso se pensaba que en el siglo XXI los humanos viviríamos en la Luna o Marte, tendríamos cocinas y electrodomésticos inspirados en tecnología espacial e incluso habríamos entablado amistad con civilizaciones alienígenas.
Durante el rodaje de '2001: Una odisea del espacio', antes de que la tripulación real del astronauta Neil Armstrong llegara a la Luna, el director Stanley Kubrick intentó contratar un seguro que cubriera las pérdidas de la película en caso de que se produjera un contacto con extraterrestres antes de su estreno. Las aseguradoras no quisieron correr ese riesgo. Al recordar estas desmesuradas expectativas, puede que los resultados parezcan decepcionantes.
Sin embargo, muchas de las tecnologías que usamos a diario, desde los satélites de comunicaciones a las suelas de zapato transpirables, son fruto de la investigación espacial. En cuanto al contacto con otros seres, tampoco el balance es negativo. Solo hemos estudiado con cierta dedicación un planeta, Marte, y ya es posible afirmar que en él se dieron las condiciones perfectas para el desarrollo de la vida. No es lo mismo que encontrar hombrecillos verdes que solucionen todos nuestros problemas y traigan la paz a nuestro mundo. Aunque, dado el temprano estado de desarrollo de la exploración espacial, el resultado no podría ser mejor: no se puede ganar la liga jugando un solo partido.
Por encima de los intereses estratégicos de EEUU o de las peculiaridades históricas de la Guerra Fría, la exploración espacial está asociada en el imaginario colectivo al deseo de superación, la alta tecnología y el empleo del conocimiento en la resolución de problemas prácticos. Estas son las herramientas que nos permiten, entre otras cosas, vivir durante mucho más tiempo, y que nos pueden llevar, literalmente, a donde queramos, incluso a la Luna y más allá.
El programa 'Apolo' es el símbolo por excelencia de esta forma de ver la vida, aunque las teorías conspirativas pretendan convertir el desarrollo científico y tecnológico en un instrumento maligno, diseñado desde las altas esferas para controlar con engaños el pensamiento de los demás.
Pese a ello, es un caso al que se ha prestado muy poca antención desde el estamento científico, principalmente por tres motivos: se tiende a pensar que solo supersticiosos e ignorantes dudan de la llegada a la Luna; se considera un problema minoritario y, al tratarse de una discusión histórica, se cree que no perjudica el futuro de la investigación.
Sin embargo, la realidad es que esta disparatada creencia está más extendida que otras a las que sí se combate por todos los medios, como el creacionismo, y los argumentos de quienes la defienden son demasiado elaborados como para que alguien que no haya estudiado en profundidad el tema pueda rebatirlos. Además, la teoría de la conspiración lunar extiende una pésima imagen de la ciencia y la tecnología, por lo que compromete el apoyo de los ciudadanos a estas actividades.
De hecho, las denuncias no sólo señalan la supuesta inviabilidad del viaje lunar; en ocasiones, los críticos consideran que éste tuvo realmente lugar, pero le atribuyen toda clase de intenciones ocultas y maléficas que se habrían llevado a cabo a espaldas de los ciudadanos y, encima, con su dinero.
Es muy difícil convencer a un fanático: si alguien piensa que la Luna es un cuerpo etéreo o que EEUU es incapaz de decir la verdad bajo ningún concepto, no le va a servir de mucho seguir leyendo. Por el contrario, es posible responder a todas y cada una de las dudas concretas que hayan podido sembrar los teóricos de la conspiración. Algunas de las más extendidas acusaciones, aunque ni mucho menos las únicas, son de índole técnica y se refieren a distintas irregularidades fotográficas que evidenciarían el supuesto montaje. En ellas nos detendremos:
La bandera estadounidense ondea, pero en la Luna no hay viento
Es uno de los argumentos más extendidos, y quizá el más sintomático del sesgo psicológico que suelen mostrar en sus razonamientos los teóricos de la conspiración. Por supuesto que en la Luna no hay atmósfera; por eso, y pese a lo que usted crea haber visto o haya escuchado por ahí, las banderas se mantienen en un perfecto estado de quietud, como muestran los vídeos de las misiones. Solo ondean durante unos momentos tras haber sido manipuladas por los astronautas, como es lógico. De hecho, y ya que en la Luna no hay aire que frene su movimiento, lo hacen durante algún tiempo más del que sería normal en la Tierra.
Por este motivo, en algunas secuencias en las que los astronautas se han salido ya del plano, parece que las esté agitando el viento, pero este efecto se debe sólo al movimiento inercial que arrastran desde que fueron clavadas al suelo. Después, se detienen por completo, extendidas sobre un corredero horizontal que evita que caigan sobre el mástil. El motivo de que presenten una arruga en todas las fotografías es que no fueron desplegadas del todo a través del corredero, y por eso vemos siempre el mismo doblez en todas las imágenes, algo que no sería posible si el viento moviese las banderas.
Cualquier visionado de las películas de la NASA mostrará que la bandera no ondea y mantiene su posición original, ligeramente arrugada, durante todo el metraje. También puede comprobarse cómo los astronautas evitan extenderla del todo, con el fin de darle esa falsa apariencia de movilidad que presenta en las instantáneas. Esta es una prueba concluyente de que sí se estuvo en la Luna y que cualquiera puede constatar en su casa, accediendo a las grabaciones a través de Internet.
En algunas fotografías faltan retículas, lo que demuestra que éstas se añadieron después y las imágenes son falsas.
Las cámaras fotográficas de las misiones 'Apolo' contenían una serie de retículas o cruces que ayudaban a centrar la imagen y medir distancias entre objetos. En algunas de ellas, algunas de estas marcas parecen estar detrás de las rocas, lo que, en apariencia, sería imposible si se encontraban en el objetivo con el que se tomó la imagen. Las fotografías, por lo tanto, serían falsas, lo que demostraría que el viaje fue un montaje. La realidad es que el suelo de la Luna es tan brillante que sus destellos pueden eclipsar parte de la retícula que tienen delante, por lo que esta no puede observarse en su totalidad y parece que sale de detrás de la propia imagen.
De hecho, si se observan las imágenes de la Luna, se verá que todas las retículas se distinguen peor si están sobre una superficie muy oscura, con la que se confunden, o demasiado luminosa, que provoca un efecto de sobreexposición y tapa con su brillo la retícula. No es ningún secreto que la Luna no tiene atmósfera y su suelo es mucho más brillante que el de la Tierra, por lo que es de esperar que algunas características de las imágenes sean distintas a lo que esperaríamos en nuestro planeta. Ello prueba, precisamente, que son reales. De todas formas, en una mañana luminosa es posible imitar tal efecto aquí, sobreexponiendo algunos detalles del paisaje hasta que estos oculten partes de alguna retícula en la instantánea.
Por tanto, no hay ningún misterio en este efecto fotográfico y, en realidad, tampoco sería demasiado revelador si se encontrara alguna imagen trucada (de entre miles de ellas auténticas). De hecho, algunos teóricos de la conspiración parecen haberse dado cuenta de que algunas fotografías podrían ser falsas, y el programa 'Apolo' en su conjunto, verdadero. Se sabe, por ejemplo, que el propio Buzz Aldrin pidió a los productores de la película 'Apollo 13' -todo un éxito del Hollywood de los 90- parte de su metraje de efectos especiales, ya que en él se ofrecían puntos de vista del lanzamiento de la nave -en este caso, de la maqueta- que no habían sido recogidos en su momento.
El argumento que defienden quienes pretenden probar que todo fue un montaje es que los supuestos errores que vemos en las instantáneas fueron puestos adrede por alguien que quería mostrar al mundo la estafa. En tal caso, debería haber hecho algo que no fuera atribuible a causas naturales o, por qué no, salir en televisión a contarlo. Al final, los detalles técnicos siempre acaban avalando la veracidad de los viajes a la Luna, pero bastaría para desmontar la teoría de la conspiración el hecho de que, pasado tanto tiempo, ningún involucrado haya dicho nada, pese a la fortuna que podría embolsarse si lo hiciera y a que sería recibido como un héroe en buena parte del planeta.
Algunas imágenes muestran irregularidades en las sombras: éstas no van paralelas o bien tienen astronautas iluminados en su interior.
Una vez más, se trata de irregularidades debidas a las particulares condiciones de la Luna, aunque ambas se pueden reproducir en la Tierra para demostrar la falsedad de la acusación. Los objetos y astronautas que se ven bien pese a encontrarse en una zona sombrada no están siendo iluminados por una fuente artificial de luz, sino por el propio suelo lunar, que refleja gran parte de la radiación que le llega del Sol, haciendo que esta rebote hacia la dirección de la que provenía. Por ello, puede iluminar a los astronautas cuando estos están de pie y en el lugar adecuado, así como otros objetos verticales.
En cuanto a la sugerencia de que las sombras deberían ser paralelas si están iluminadas por una sola fuente -el Sol-, cabría responder que, si hubiese más fuentes de luz, también habría más sombras, lo que no ocurre en ninguna instantánea. El motivo de que no estén paralelas, además, se debe a que se encuentran a mucha más distancia de lo que parece, algo que suele suceder en la Luna. En varias ocasiones, los geólogos que seguían las misiones desde el centro de control pidieron a los astronautas que se inclinaran para recoger una roca que parecía estar a su lado, cuando en realidad esta se encontraba a un buen trecho.
Cuando el Sol está bajo y las sombras son largas, es normal que objetos que se encuentran a distintas distancias arrojen sombras no paralelas. Así sucede también en la Tierra; la única diferencia es que en el extraño y desértico paisaje lunar, donde la ausencia de aire provoca que objetos muy lejanos puedan verse con nitidez, es mucho más difícil darse cuenta de la separación real entre dos cuerpos. En todo caso, cabría señalar que el Sol no es la única fuente lumínica que encontraron los astronautas, ya que la Tierra arroja hasta 68 más luz sobre la superficie del satélite que éste sobre nuestro planeta en una noche de Luna llena.
Por otra parte, el hecho de que las distancias en la luna sean tan difíciles de medir a simple vista ha llevado a los teóricos de la conspiración a otro error. Algunos han presentado dos imágenes con idéntico fondo, pero con la diferencia de que en una de ellas se encuentra el módulo lunar (LM) en primer plano y en la otra, tomada más tarde, ha desaparecido. La explicación de este curioso efecto es que, en la segunda instantánea, el astronauta se ha desplazado cientos de metros hacia un lado, por lo que el LM, que se encontraba muy cerca de él, ya no entra en el plano. Sin embargo, las montañas del fondo aparecen casi idénticas -y mucho más cercanas de lo que realmente están- en ambas fotografías.
Un sencillo experimento puede explicar mejor este efecto, conocido como paralaje: basta levantar un bolígrafo sobre nuestra cara y observar su posición respecto al fondo que tengamos enfrente, guiñando alternativamente ambos ojos. Aunque el bolígrafo esté quieto delante de nosotros, parecerá que se ha movido según el ojo con el que miremos. Si desplazamos la cabeza unos centímetros hacia un lado, el bolígrafo acabará desapareciendo para uno de nuestros ojos, al igual que ocurrió con el LM en la segunda imagen.
En las fotografías no se ven estrellas.
En efecto, las imágenes tomadas sobre la superficie lunar no muestran estrellas. Como ya se ha dicho, el suelo lunar es muy brillante, al igual que el traje de los astronautas. Las estrellas, por el contrario, no brillan demasiado sobre el firmamento lunar. Ninguna película puede captar algo muy brillante y algo muy apagado simultáneamente, ni aquí ni en la Luna. Los astronautas tomaron las fotografías para captar objetos iluminados y emplearon tiempos de exposición muy rápidos, por lo que era imposible que la tenue luz de las estrellas se colara en las instantáneas.
Hay quien piensa que, por no tener atmósfera, la Luna debería recibir la luz de los astros lejanos con mucha más intensidad que en la Tierra. Sin embargo, la atmósfera de nuestro planeta apenas influye en la radiación visible que nos llega de las estrellas, por lo que estas no se ven mejor desde el espacio, ni tampoco desde la superficie lunar. Este dato lo puede confirmar cualquier astronauta o turista espacial que haya salido de la Tierra.
De hecho, Armstrong declaró en la rueda de prensa que siguió a su viaje que no había podido ver estrellas a simple vista mientras caminaba sobre la Luna, por lo que no es de extrañar que su cámara tampoco las recogiera. Las misiones 'Apollo', además, se desarrollaron sobre zonas en las que era de día en la Luna, lo que reducía la visibilidad de las estrellas.
Las fotografías parecen hechas por un profesional del cine.
Un enigma que sí está por resolver es por qué la acusación de que el programa lunar fue un fraude, pese a no tener fundamento alguno, sigue estando tan extendida. Circula, en cualquier caso, otra supuesta prueba de que todo fue un montaje, aún más absurda y también relacionada con las fotografías: ¿Cómo es posible que los astronautas captaran unas imágenes tan perfectas sin ser profesionales?, se preguntan algunos.
Esta acusación tiene el dudoso mérito de ser la que más desconocimiento muestra sobre la realidad del programa 'Apolo'. Basta estudiar durante unos minutos estas misiones para darse cuenta de que los astronautas, elegidos entre millones de ciudadanos por su habilidad e inteligencia, tuvieron que aprender a realizar operaciones bastante más complejas que tomar bellas imágenes de la Luna, sobre todo teniendo en cuenta que pasaron años entrenándose para ello y contaban con costosísimas cámaras diseñadas especialmente para la ocasión.
(FUENTE: elmundo.es)