Esta historia es conocida desde muy antiguo, y tuvo como escenario el Cementerio General de Santiago de Chile.
Se cuenta que, antiguamente, dos vigilantes ataviados con capa y armas se encontraban haciendo una ronda. Al pasar por un pasillo con nichos, el que iba más adelante se le enredó la capa en unos alambres. El patio era conocido y temido por que desconocidos realizaban actos de brujería y por la presencia de ladrones y delincuentes, por lo que ante el ruido y el movimiento de la tela el otro guardia disparó, dándole muerte a su compañero. Desde ese entonces hay testimonios que aseguran haber visto a un vigilante con capa negra que observa cuándo a las personas que pasan. Cuenta la historia que dos jóvenes que se encontraban robando flores de plástico, por alguna razón fueron a entregarse en forma voluntaria y asustadísimos a los guardias. Cuándo se les preguntó qué había pasado, aseguraron haber visto a una persona con capa negra y el rostro destrozado. No se sabe si es verdad, pero ellos se entregaron voluntariamente.
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