Hace tan solo un par de años, uno de los principales consultores del Vaticano en materia de exorcismos daba la voz de alarma: no hay suficientes religiosos formados por la Iglesia católica para combatir a las fuerzas de la oscuridad. Valter Cascioli señalaba a 'La Stampa' que aunque el número de exorcistas formados por la Iglesia ha aumentado en los últimos años después de la crisis post Concilio Vaticano II, no son suficientes para hacer frente al “número de personas que participan en prácticas ocultistas y satánicas, que conducen a daños físicos y psicológicos serios”.
El Papa Francisco ha defendido la utilización de exorcistas, siempre y cuando se elijan con “cuidado y prudencia”, pero en muchos casos la Iglesia ha renegado de ellos o, al menos, conscientes de sus implicaciones culturales, han intentado minimizar e invisibilizar su papel. En ocasiones, los límites de su labor pueden sobrepasarse fácilmente: uno de los principales exorcistas españoles, el cura José Luis Portela, fue condenado a un año de cárcel por abusos sexuales y ha sido expulsado este año de la Iglesia.
Muchos, gracias al fácil acceso, contratan los servicios del exorcista para contemplar el espectáculo
Ante ello, ha emergido una nueva raza de exorcistas, como explica un reciente artículo publicado en 'The Economist', que asegura que “al mismo tiempo que la Iglesia pierde interés, la empresa privada ha ocupado su lugar”. O quizá sería mejor hablar de francotiradores. El relato nos descubre a Philippe Moscato, que bendice apartamentos parisinos por un montante de 155 euros la hora. Según el exorcista, que dedica la mayor parte de su semana laboral a limpiar de malos espíritus las casas de sus clientes, la demanda se disparó después de los atentados terroristas de noviembre de 2015.
Esto nos ayuda a entender un poco mejor el auge de este mercado: los exorcistas son reclamados en momentos de pánico, incertidumbre vital o crisis de fe. Al parecer, es algo relativamente normal en Francia, donde otro de estos supuestos exorcistas ingresa unos 12.000 euros brutos al mes por una jornada diaria de quince horas –sí, se puede ser exorcista y 'workaholic'–, en la que se incluyen las consultas telefónicas. No debemos pasar por alto tampoco la frivolidad gala: muchos, gracias al fácil acceso, contratan los servicios del exorcista simplemente para contemplar el espectáculo, como si de una experiencia turística se tratase.
Una amenaza, reconoce la Iglesia
Este auge de los exorcismos está relacionado también con la inmigración de ciertas confesiones religiosas. Según 'The Economist', la mitad de los clientes de estos 'servicios' en París son inmigrantes. La mayoría, africanos que, por su cultura, no están acostumbrados a recurrir a la iglesia local en busca de ayuda, y que prefieren buscar ayuda en las manos de “exorcistas carismáticos”. Síntoma evidente de la debilidad de la Iglesia europea a la hora de dar respuesta a las necesidades de los inmigrantes, y que se traduce en una suculenta oportunidad de negocio para estos exorcistas emergentes.
Puede sonar más o menos curioso, pero no es nada divertido. Un informe recientemente publicado por el 'think tank' cristiano inglés Theos alertaba ante “la floreciente escena de exorcistas en Reino Unido, a la luz de las preocupaciones sobre cómo se utiliza y sus posibles consecuencias negativas”. En dicho país, el auge de los exorcistas se debe también en un alto grado a las comunidades inmigrantes; concretamente, de las iglesias pentecostales, que creen en las posesiones demoníacas. De hecho, el informe advierte de los peligros de la “sobreespiritualidad”, es decir, “la tendencia de adscribir todo a causas espirituales cuando pueden existir otras causas médicas”.
Ese ha sido desde hace siglos el gran problema de los exorcismos, aunque tan solo en las últimas décadas se ha tenido conciencia clara sobre ello. El caso más evidente es el de Anneliese Michel, que falleció en 1976 de desnutrición y deshidratación agravadas por la neumonía después de que le fuesen practicados cientos de exorcismos (dos por semana) durante los años anteriores. Tanto sus padres como los dos curas que participaron en el proceso fueron declarados culpables de homicidio por negligencia: su historia suele ser utilizada como un ejemplo radical de la peligrosa confusión entre enfermedad mental y posesión demoníaca.
Muchos de los “poseídos” emergentes pueden encajar en este grupo, señala el informe de Theos. “Una de las frustraciones de los profesionales médicos con los cristianos proviene de las historias de personas con problemas que abandonan el tratamiento porque les han dicho que rezar es suficiente”, señala el documento, realizado por el investigador Ben Ryan. “Es un clásico ejemplo de una iniciativa bienintencionada que tiene potencial para causar un gran daño”. El informe llega a hablar de “abusos espirituales”, es decir, “el abuso psicológico infligido a la víctima por miembros de su propio grupo religioso”.
La informalidad del proceso de exorcismo, además, abre la puerta a multitud de charlatanes que promocionan sus servicios por internet o a través de pasquines y que carecen de la formación psicológica necesaria para averiguar cuáles son los hipotéticos problemas mentales que sufren los supuestos poseídos. La Iglesia es clara en este aspecto: el exorcismo tan solo puede llevarse a cabo cuando se han agotado todas las explicaciones psicológicas. De ahí que el padre Portela reconociese en su día a El Confidencial, dando la vuelta a la máxima, que “la Iglesia prohíbe que se divulguen estos temas porque dan lugar a que personas que tienen desórdenes psiquiátricos crean que están poseídas”. Cuando la frontera es tan delgada, y los practicantes carecen de escrúpulos, los más vulnerables sufren las consecuencias.
(FUENTE: elconfidencial.com)
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