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domingo, 26 de abril de 2009

El Hotel Bolívar




En el cruce de la avenida Nicolás de Piérola y el jirón de la Unión, frente a la plaza San Martín, se levanta el imponente edificio de seis pisos en el que funciona uno de los hoteles más tradicionales de Lima: el Bolívar. Inaugurado el 9 de diciembre de 1924, es a la vez parte de la composición monumental de la plaza San Martín. Fue diseñado por el arquitecto Rafael Marquina para alojar a presidentes y dignatarios y, por ello, su mobiliario y sus acabados constituyen una ostentación del lujo de la época. Las columnas y los pisos de sus salones principales son de mármol importado de Italia y la mayoría de las lámparas que lo iluminan fueron adquiridas en Francia.

Podemos mencionar, como curiosidad, que en el Bolívar se hallan los dos primeros ascensores que funcionaron en el Perú - uno de los cuales aún está operativo-. Asimismo, en este hotel se encuentra el primer radio a tubos que se pudo escuchar en el país. Este último fue instalado en la habitación 312, la que, por lo general, era asignada a los más altos funcionarios.

Los fantasmas del hotel

En su quinto y la sexto piso, es fácil notar un intenso escalofrío. Se dice que al parecer, albergan los espíritus de aquellos que no han querido abandonar su hospedaje. El cambio de temperatura al pasear por los rincones de esta planta es evidente, como si una energía distinta hubiese tomado esta ala del hotel.


Y es que son muchas cosas que en este singular enclave han ocurrido. Aquí se habla de la historia de la famosa “gringa”: una huésped norteamericana que se suicidó arrojándose desde una ventana de esta planta, concretamente de la situada en la habitación 666. Son muchos los que piensan que su presencia sigue en la estancia. No en vano los viejos dependientes del hotel aseguran haberla visto caminando por estos pasillos cuando cae la madrugada. Incluso, Gloria del Valle, ex trabajadora del hotel, asegura haberla visto bailando en los grandes y caducos salones de la planta baja del inmueble.


“Fue una madrugada, muy tarde. El hotel permanecía en silencio cuando se oyó un gran estrépito, primero en las plantas superiores y luego en los salones de la baja, me asusté porque pensé que, pese a la seguridad, hubiera entrado alguien a robar. Los clientes no podían ser porque apenas sí había una decena de habitaciones ocupadas, así que marche al gran salón presidencial, y fue entonces cuando vi al fondo, a una mujer vestida de blanco que parecía zarandearse al ritmo del viento, como si bailara una melodía que evidentemente a esas horas no estaba sonando. Me asusté porque, tras darle el aviso, no me miró y marchó por la puerta que más a mano tenía. Salí al pasillo pero ya no se encontraba allí. Al día siguiente lo comenté con varios compañeros de trabajo, y comprobé que no era la primera vez que sucedía…”.


Alfredo Fridman, uno de los jefes de seguridad, testimonia que “se ha visto a la suicida que se arrojó al vacío desde las ventanas, haciendo lo mismo que hubo de hacer el último día de su vida recreando esa terrible escena que fue arrojarse desde tantos metros de altura para estrellarse contra el suelo de la calle. Los que la han visto prefieren callar, porque tienen miedo a la extraña dama, la que antes de repetir el suicidio los mira con una mezcla de odio y dolor. Pocos son los que se atreven a entrar ahí…”.


La “gringa” no sería el único espíritu del Bolívar

Mario Sanz, mozo del hotel ya entrado en años, afirma que “en una ocasión un jefe de seguridad vio a un empleado caminando por esta planta. Al preguntarle su nombre e informarse posteriormente de quién era quedó aterrorizado: se trataba de un antiguo mozo que trabajó en el hotel en los años cuarenta del pasado siglo, muerto tiempo atrás”.


Asimismo, algunos investigadores de lo paranormal, aseguran haber tomado fotografías en el hotel, en las cuales se obtuvieron lo que los expertos llaman “orbs”, supuestas bolas de energía que quedaron plasmadas en los fotogramas,…


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