Mulyadi agarra un puñado de clavos, se los mete en la boca y se los traga con una rapidez digna de un devorador de hamburguesas, frente a unos espectadores enmudecidos: es el Debus, una tradición de Indonesia que alía artes marciales y brujería.
Los clavos que se traga Mulyadi son efectivamente puntiagudos y de metal, comprobó un periodista de la AFP que asistió a una sesión de entrenamiento en Bandung, ciudad del oeste de la isla de Java, en Indonesia.
Otros se clavan puñales, sables, machetes, cuchillos o se inmolan con fuego en unos gestos que a menudo parecen trucos para engañar a la gente. Pero los adeptos a esta tradición insisten en que la mano de Dios los protege de las heridas graves.
"El Debus es verdad, con verdadera sangre y verdaderos machetes. No hay ningún truco", afirma Mulyadi.
Sin embargo, se cuida mucho de explicar cómo se deshace su cuerpo de los clavos que traga sin dañarse el estómago, un "secreto", afirma el joven.
"Pueden salir al cabo de unas horas o quedarse dentro, en función de mi humor", dice, sonriendo.
La tradición del Debus surgió en el siglo XVI, bajo el reinado del primer sultán de Banten, en el extremo oeste de Java. El sultán impulsaba esta práctica, ligada al concepto de invencibilidad, para movilizar la oposición frente a los colonos holandeses... y también para propagar el islam, aunque el vínculo entre el Debus y la religión siempre es objeto de debate en Indonesia, el país musulmán más poblado del mundo.
Muy popular durante las ceremonias de matrimonio y otras celebraciones que incluyen circuncisiones, esta tradición bebe en su origen de las artes marciales y de las oraciones para proteger de las heridas.
Arif Afandi, instructor de Debus, quiere hacer la demostración delante de los espectadores. Le clava el machete en el brazo a un combatiente. La sangre empieza a correr. Arif recita una oración y enjuga la sangre de su compañero, que no parece tener más que una herida leve.
"Cuando recitamos las oraciones, nuestros cuerpos son recompensados de una energía invisible, sutil, que nos protege", explica a la AFP durante un entrenamiento en presencia de espectadores en Bangund, a 150 km al sureste de la capital, Yakarta.
En la sala, un aficionado al Debus enciende una perforadora a la altura del estómago, provocando los gritos de la asistencia. Solo corre un poco de sangre, todo un misterio para los espectadores.
"De tan fuerte que es, tengo la carne de gallina", confía uno de ellos, Rohana Rosdiani, de 37 años. "Comen clavos y se perforan el estómago. Solo de pensar en el dolor que se siente al cortarse un poco la piel, si uno se perfora y perfora...".
Las autoridades locales tratan de promover el interés por un arte que tiende a desaparecer. El año pasado, una competición de Debus en Bandung reunió a más de 5.000 aficionados, un récord.
En cambio, los predicadores musulmanes son hostiles a estas tradiciones, prohibidas por el islam, puesto que, según ellos, guardan lazos con las ciencias ocultas. Pese a estar proscritas en Indonesia, la magia negra y las curaciones por fe son corrientes en todo el archipiélago del sureste asiático, y muchos indonesios son supersticiosos.
Pero estas prácticas son peligrosas, a tenor de los aficionados al Debus que resultaron gravemente heridos en el pasado. Algunos tuvieron que ser hospitalizados tras haber sumergido las manos en ácido, siguiendo los consejos de un instructor de Debus que afirmaba que esto les volvía invencibles.
La verdadera invencibilidad exige una fe inquebrantable en el poder de Dios, insiste Arif. El Debus está íntimamente ligado a la religión y algunos de los primeros apóstoles de este arte eran predicadores, según él.
"Cuanta más devoción en Dios hay, más fuerte es la energía. Pero esta energía se transforma en desastre si se duda".
(FUENTE: elcomercio.pe)
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