"Venimos aquí desde mis abuelos para rendir tributo a la Pachamama, para que nos vaya bien todo el año", dice el comerciante René Mercado mientras lanza alcohol a una pira para que arda su ofrenda a la deidad andina al inicio del mes de la "madre-tierra" en Bolivia.
La festividad dura todo agosto, cuando comienza la etapa de la siembra en el altiplano.
Es una costumbre ancestral de una parte de los habitantes de los Andes trasladarse hasta las "apachetas", cerros o lugares ceremoniales preincaicos, cercanos a los nevados, donde se cree que habitan con fuerza los "achachilas", dioses de los indígenas.
En la apacheta de la ciudad de El Alto está a 45 kilómetros al sur de La Paz, donde cientos de personas, principalmente comerciantes y transportistas privados, buscan agradar con sus ofrendas a la Pachamama, para que ella haga prosperar sus bienes materiales durante todo el año.
La apacheta es una explanada ubicada según los chamanes en una posición estratégica, equidistante a varios nevados como el Illimani, el Huayna Potosí, el Mururata y el Tunicondoriri, todos por encima de los 5.000 metros de altitud, donde "residen los achachilas".
René Mercado ha llegado al lugar con su familia y su socio. "Queremos que la Pachamama nos ayude este año, hemos venido con nuestra 'wajta' como ofrenda", dice a la AFP.
La 'wajta' es la ofrenda, conocida como mesa, compuesta por varios productos naturales, como hierbas y maderas aromáticas, cebo, dulces, trozos de lana, inciensos, especias, raíces fragantes y hasta un 'sullu' o feto de llama, el auquénido de los Andes meridionales.
Todo se envuelve en papel y se coloca sobre leña. El chamán aymara Calixto Collapacha, de 63 años, prepara cuidadosamente la ofrenda y la rocía con alcohol para que arda.
Toma unos cuantos tragos de cerveza y escupe sobre la ofrenda, agita la botella y la espuma salta por los aires. Luego enciende la hoguera.
Emite palabras casi inaudibles. Apenas se escuchan unas cuantas frases: "Te pedimos protección... prosperidad", dice, con un gorro andino en la cabeza y un chaleco multicolor. Mezcla en sus conjuros frases en castellano y en aymara.
Luego vuelve a rociar la hoguera, mientras pide a los devotos imitarlo echando alcohol para que todo se consuma, en un proceso que dura de una a dos horas y al cabo del cual enterrarán las cenizas bajo tierra, en el corazón de la Pachamama.
Tras el rito, el brujo aymara abraza a los creyentes: "Que les vaya bien este año, felicidades", dice Calixto y pide que entre los familiares se deseen buena suerte para los próximos 12 meses.
"Hacemos este rito cada año, en el mes de la Pachamama, para traer amor, alegría y energía; es un rito que hacemos para autos, para negocios para restaurantes, todo en general", relata a la AFP el chamán Calixto, que dice llevar 30 años realizando esta actividad.
"Siempre venimos, cada año, nosotros llevamos nuestras costumbres. Cada primero de agosto venimos con la familia y con mi autito para que nos vaya bien", dice en otro punto el chofer de transporte privado Rogelio Mamani, de 43 años, junto a su madre, su esposa y su hija.
Mientras el fuego consume la ofrenda, todos los adultos beben cerveza. Antes de tomarla lanzan un chorro a la tierra: es para saciar la sed de la "madre-tierra" y una forma de agradecimiento por los bienes recibidos, afirman.
Las mujeres, entre tanto, distribuyen comida entre sus familiares y cada uno a su modo disfruta y presenta su ruego en esta fiesta ancestral de Bolivia.
(FUENTE: vidayestilo.terra.com.pe)
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