Esta es una increíble historia que se ha ganado un sitial de honor entre las leyendas y misterios de Venezuela.
El creador de momias
Gottfried Knoche nació en 1813 en Halberstadt, Alemania. En 1837 se graduó de médico cirujano en la Universidad de Friburgo. En 1840 llega a La Guaira por invitación de la numerosa colonia alemana residente en el Litoral central. Una vez asentado, trae a su esposa.
Al poco tiempo de ejercer como doctor en esa ciudad, se gana la fama de persona caritativa, al atender a pacientes pobres sin cobrar. En 1845 recibe la revalidación de su título, por parte de la Universidad y participa como cofundador del Hospital San Juan de Dios. Durante el gobierno del general Juan Crisóstomo Falcón también fue nombrado director de ese hospital de La Guaira entre 1854 y 1856 y, junto a otros galenos, lucha contra la epidemia de cólera que asoló la región en esos años.
Amante de la naturaleza, durante sus primeros tiempos en La Guaira solía Knoche hacer largas excursiones a caballo hasta las montañas de Galipán. La perspectiva fascinante que ofrece el Litoral desde lo alto del picacho, y su fresco clima debieron ejercer en él fuerte atracción. Quizá fue así como nació su idea de adquirir alguna posesión en los alrededores. No muy lejos existían pequeñas fincas destinadas desde la época colonial al cultivo de café y frutales; Knoche fijó entonces su atención en una de ellas y la adquirió a bajo precio, con el fin de pasar en ella los fines de semana. El nombre de la hacienda era Bella Vista, ubicada en la Vertiente Norte del Ávila, en un sector conocido como el Palmar del Picacho de Galipán. Más tarde, con el pretexto de que a su esposa no le gustaba el calor de La Guaira, se muda definitivamente para tan pintoresco lugar.
Se dispuso entonces el doctor a edificar una casa como las de la lejana Selva Negra, dotada de un gran salón o hall, revestido de madera, con su chimenea y gradería de rústico a la entrada. Casi todo el material fue transportado desde La Guaira a lomo de mulas. Las habitaciones estaban dotadas de amplios ventanales que daban al mar. Personas que tuvieron la suerte o el privilegio de conocer aquella posesión a fines del siglo pasado, elogiaron el buen gusto con que estaba decorada.
Comienzan los extraños experimentos de Knoche
Ya asentado en el lugar, con su esposa, un sirviente y una enfermera, poco a poco se fueron haciendo conocidos los intrigantes experimentos del alemán: había descubierto una fórmula para conservar cadáveres, momificándolos y sin la necesidad de extraerles las vísceras.
La fascinación y persistencia por evitar el inexorable proceso de descomposición de los cuerpos que consumía el tiempo y los desvelos del médico, poco a poco creó en torno a Knoche una leyenda y un territorio de ficción a su alrededor, y para todos los que vivían cerca a la mansión Bella Vista. Según se dice, primero experimentó en el laboratorio que construyó en su hacienda, con animales y mascotas familiares, pero al poco tiempo esto cambiaría,…
Según algunas versiones, todo empezó al morir su esposa: el Dr. Knoche considera entonces que ha llegado el momento de probar su fórmula en seres humanos, para evitar que el cadáver de su amada esposa entre en descomposición. Según otra versión, en uno de sus frecuentes viajes a La Guaira, llega al hospital San Juan de Dios, donde se entera de fallecimiento de un sujeto de apellido Pérez, antiguo soldado de la guerra federal. Su cadáver fue colocado entre los cuerpos no reclamados. Por la noche, el médico tomó sus restos, su uniforme y su arma de combate, y vistiéndolo, lo montó en una mula, trasladándolo hacia su casa, donde lo sometió al tratamiento con su suero momificador. Una vez concluido el proceso, colocó la momia vestida con su raído uniforme y su viejo fusil a la bandolera, a la entrada de la casa, a fin de que “inspirara respeto” ante los ocasionales viajeros
Trabajando sin descanso en la preparación y perfeccionamiento de su líquido embalsamador, Knoche fue mejorando el efecto de su invento: al principio, el líquido era inyectado en la yugular de una persona deshauciada, para que al pasar por las vías circulatorias, secando o deshidratando el organismo, consiguiendo la eternización del cuerpo después de la vida; con el paso del tiempo, logró mejorar su suero, siendo ya innecesario que el individuo agonizante bombease el suero por sus venas. Obviamente, esto acrecentó la leyenda de que el doctor Knoche experimentó con personas vivas.
Para no alarmar al vecindario, obtenía cuerpos de la morgue del hospital San Juan de Dios y los hacía subir a lomo de mulas al cerro con un sirviente de confianza, para someterlos a su proceso. Eso ocasionó que también se crease la leyenda de que, al haber un desaparecido en las cercanías, el pueblo asegurase “que se lo llevó un hombre a caballo”.
Dentro su hacienda, el alemán construyó también un mausoleo, de seis criptas o sarcófagos de mármol y vidrio, donde fue colocando a los habitantes de su casa conforme iban falleciendo: su esposa, luego su hija, su yerno, y dejando espacio para su enfermera, Amalia Weissmann y el propio doctor Knoche.
Algunos hablan de 13 momias creadas por Knoche, pero otros estudios aseguran que se trataría de varias decenas; pero así como se hablaba de esos pobres diablos anónimos, Knoche tuvo también “clientes” de renombre: el ex presidente venezolano Francisco Linares Alcántara y Tomás Lander, personaje célebre de la Caracas del siglo XIX y fundador junto con Antonio Leocadio Guzmán del periódico liberalista El Venezolano.
Los familiares de Lander conocieron a través de un amigo, las virtudes del misterioso líquido embalsamador de Knoche y solicitaron al médico que momificara el cuerpo al fallecer. Una vez concluido el proceso -con el cuerpo ya vestido y maquillado por sus deudos- sentaron a Lander en un escritorio a la entrada de la casa, situada en la esquina de La Pedrera. Allí estuvo casi 40 años, hasta que el gobierno de la época exigió a los descendientes del difunto inhumar a su momia, la cual fue sepultada en el Cementerio General del Sur.
Doctor Gottfried Knoche
Otras leyendas acerca de las momias de Knoche
Entre las muchas historias que rondan la leyenda del doctor Gottfried Knoche destaca el caso del cadáver que se negó a ser momificado: un occiso era llevado cerro arriba por los arrieros; en un tropiezo de las bestias, el cuerpo se soltó de las amarras y se desprendió por un farallón. Por más que buscaron, el cadáver no fue nunca encontrado.
Igualmente, la leyenda cuenta del caso de una persona que fue a visitar la casona después de clausurada y se tomó lo que pensaba era una bebida alcohólica; como consecuencia de su imprudencia quedó petrificado; tiempo después, ese cuerpo fue encontrado junto con los trabajos póstumos del alemán. Asimismo, se cuentan por decenas las historias de espíritus, aparecidos e incluso de momias andantes, que surgieron acerca del doctor y la Hacienda Buena Vista.
El famoso médico murió en su finca de El Ávila el 2 de enero de 1901. Para la llegada de su propia muerte, Knoche había previsto que fuese su enfermera, Amalia Weissmann la encargada de suministrarle el suero momificador, dosis que él dejó preparada. Prima suya, Amalia Weissmann, le sobrevivió; en aquella tétrica mansión vivió, rodeada de muertos, la señora Amalia Weissmann. En julio de 1926, poco antes de expirar, llamó al cónsul alemán, quien subió acompañado por el señor Carlos Henrique Reverón y, tras escuchar de la anciana el secreto de aquella mansión, pidióles ésta que, como último deseo, tomasen posesión de la casa y sus restos fuesen incinerados y arrojadas las cenizas al mar.
Así quedó en completo abandono la morada del Dr. Knoche al morir Amalia Weissmann, quien llevóse a la tumba el secreto de la fórmula empleada por el médico para embalsamar. No presentándose ningún heredero, la finca fue saqueada sistemáticamente. Atraídos por infinidad de leyendas, buscadores de oro cavaron infinidad de hoyos hasta destruir completamente la casa. Sobre aquellas ruinas alguien levantó posteriormente un rancho. Algunas de las paredes exteriores, los marcos de las puertas de la entrada principal, la caballeriza, un tanque, el laboratorio y el horno de la cocina son los últimos vestigios de la misteriosa posesión de El Ávila. Pasado el tiempo, también fue asaltada por estudiantes de medicina, ávidos de develar el secreto de la fórmula de Knoche, cometiendo acto de vandalismo con las momias del doctor y sus familiares.
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